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SÁBADO SANTO, UN ECO EN LAS ORILLAS

  • ERNESTO OCHOA | ERNESTO OCHOA
    ERNESTO OCHOA | ERNESTO OCHOA
06 de abril de 2012
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Sábado Santo. Cristo en el sepulcro. Una madre doliente ("Stabat mater dolorosa"). No hay liturgia. Misterio del Dios ausente. De un Dios, del que de pronto queda en la vida "un eco sólo en las orillas", según el verso que saboreo del poeta español Leopoldo Panero.

El poema se titula "Escrito a cada instante" y reza en una de las estrofas: " Para inventar a Dios, nuestra palabra/ busca, dentro del pecho,/ su propia semejanza y no la encuentra,/ como las olas de la mar tranquila,/ una tras otra, iguales,/ quieren la exactitud de lo infinito/ medir, al par que cantan.../ Y Su nombre sin letras,/ escrito a cada instante por la espuma,/ se borra a cada instante/ mecido por la música del agua;/ y un eco queda sólo en las orillas ".

En la vida la búsqueda de Dios es, las más de las veces, apenas un eco de olas que se desvanecen en la orilla de la existencia. Dios está ahí, oscuramente presentido, no sólo en la más intensa contemplación o en medio del culto y la liturgia, sino también cuando consciente o inconscientemente lo olvidamos o lo negamos. Aun en los momentos en que ese Dios brilla por su ausencia.

Dámaso Alonso , en el prólogo al libro de Panero, al insistir en el sentido religioso de su poesía -"Si la poesía no es religiosa no es poesía. Toda poesía (directísima o indirectísimamente) busca a Dios", así inicia el texto-, echa mano de una curiosa imagen para señalar este sentir a Dios. "Con Dios vamos como esos perros con el amo, que andan siempre y desandan el camino, incansables, gozosos de reconocer, de comprobar la compañía, o que, entretenidos un momento por el brillo de un cristal en un montón de basura, o por el ave que estaba sentada y que de pronto se levantó rasera, dan luego una carrerita, asustados de haber, quizá, perdido para siempre aquella solidaridad, aquella protección del misterioso compañero. ¡Quién podría dibujar las idas y venidas del alma que busca a Dios o a quien Dios está buscando!".

Así vamos por la vida. Y ese saber descubrir la presencia de Dios en su misma ausencia, termina por abrirnos un postigo al misterio. No es necesariamente una comprobación devocional o piadosa. Ni metafísica. Tampoco teológica. Es, simplemente, una experiencia mística. Que la mística no es privilegio de los superdotados de la santidad, sino de quienes -y quizás seamos todos- oímos el eco de Dios en las orillas de la condición humana.

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