Arthur Neville Chamberlain fue un político conservador inglés, que ocupó la Cancillería de su país en 1931 y fue designado Primer Ministro en 1937. Se conoce en especial por haber firmado el Acuerdo de Munich con Adolfo Hitler en 1938, por medio del cual le concedió a la Alemania nazi la región de Checoslovaquia conocida como los sudetes, con el fin de apaciguar a Hitler, tras afirmar que "si tenemos que pelear por algo debe ser por temas de mayor trascendencia".
La gran mayoría de los historiadores, liderados por Winston Churchill, lo culpan de ingenuo, por no haber preparado su país para la guerra. Estiman otros historiadores que, de acuerdo con sus mandos militares, su país no tenía cómo hacerles frente a los ejércitos nazis y que su política en favor del gasto social y contra el armamentismo era la única viable en una democracia débil como suelen ser casi todas las democracias en temas de guerras. Sin embargo, finalmente le declaró la guerra a Hitler el primero de septiembre de 1939 cuando invadió este dictador a Polonia. Chamberlain dirigió sus tropas durante ocho meses. Murió de cáncer poco después de haber sido reemplazado por Churchill en 1940.
Cuando regresó de su última reunión con Hitler, tan pronto como descendió del avión, dijo: "Nosotros, el Führer alemán y el Canciller británico, acabamos de celebrar una reunión en la cual acordamos y reconocemos que el tema de las relaciones anglo-germanas es prioritario tanto para los dos países como para Europa. Anoche firmamos un acuerdo naval, símbolo de nuestro deseo de no ir de nuevo a la guerra. Acordamos que el método de las consultas será el adoptado para tratar los asuntos de interés para nuestros dos países. Estamos decididos a continuar nuestros esfuerzos para remover las posible fuentes de diferencia y contribuir así a la paz de Europa".
Y en su discurso ante el Parlamento concluyó así: "Por el momento les pido esperar en calma los eventos de los próximos días. Mientras no comience la guerra siempre existirá la esperanza de prevenirla y ustedes saben que trabajaré por la paz hasta el último momento".
Consideran algunas personas que el presidente Juan Manuel Santos logró apaciguar al dictador Hugo Chávez y que prefieren el ambiente amistoso de los últimos meses a la confrontación de finales del gobierno del presidente Álvaro Uribe. Quiera el cielo que perduren estas esperanzas. Porque a no pocos colombianos nos atemorizan tres temas en estas relaciones con el "mejor amigo", como son las coincidencias entre Hitler y Chávez, entre sus megalomanías, sus poderes dictatoriales y su armamentismo injustificado. ¿Para combatir o defenderse de quien se sigue armando? Llama la atención la intensificación de las acciones militares de las Farc y del Eln en Arauca, la Guajira, Norte de Santander...
En cuanto a las relaciones comerciales con Venezuela, todo parece indicar que no se han reanudado en absoluto. Se teme que tal restablecimiento no pasará de ser un embeleco de algunos pocos. A quien escribe le consta que a empresas multinacionales, las que jamás sobrefacturaron, no les han pagado un peso. Una cosa son las aprobaciones y otras los pagos efectivos. Por otro lado, casi imposible les resulta a los empresarios colombianos lograr que les garanticen sus pagos en Venezuela, porque requieren contar con la apertura de una carta de crédito con el pago confirmado o garantizado de antemano por un banco extranjero, ya que nadie cree en los bancos oficiales chavistas. Estimo que mientras menos nos asemejemos a Chamberlain, tanto mejor.