En un libro de Psiquiatría infantil aprendí que un problema emocional de muchos niños es la falta de seguridad en sí mismos. ¿Y cómo conseguir que crezcan seguros y formen una personalidad equilibrada? El autor señalaba tres pilares fundamentales: la afectividad, la estabilidad y la constancia.
El niño necesita sentirse querido por sus padres y educadores y aceptado con sus virtudes y defectos.
El marco ambiental y normativo ha de ser estable. Las normas de conducta en la familia no pueden cambiar de un día para otro, según el estado de ánimo del padre, o si está cansado, o le han salido mal las cosas en el trabajo. Las normas han de estar consensuadas por ambos padres y no se pueden cambiar sin un motivo justificado. Esto es la estabilidad. Esas normas de funcionamiento han de ser constantes, es decir, para todos los días igual. El chico podrá adivinar lo que pasará mañana recordando lo que pasó ayer y anteayer. Con estos tres aspectos el chico tendrá un marco de referencia que le dará seguridad.
Pero a menudo son los propios padres y educadores los que provocan inseguridad en sus hijos mediante una "pedagogía tambaleante". Se formulan unas reglas de conducta hoy y mañana ya no son válidas. Un profesor decía que "la escuela es el lugar donde más leyes se dan y donde menos se cumplen". Los educadores que se comportan así provocan la inseguridad en el educando y, de forma indirecta, los empujan a desafiar con una conducta altanera a sus padres y profesores.
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