Ni una palabra. Ni siquiera se dio cuenta de que alguien le hablaba. Se pudo llamar Nicolás, Jerónimo o Freddy. La mirada estaba fija en las fichas del lego con las que construía un robot. Ese mismo que iba a salir en la pantalla gigante de la sala central del nuevo Museo de Arte Moderno.
Y así como ese pequeño, muchos han disfrutado de la exposición con la que el Mamm abrió sus puertas. Esa que replica dos pequeñas maquetas de él, en las dos salas laterales, y en las que las personas pueden jugar y hacer lo que se les da la gana. Bien, lo que su imaginación les dice hacer.
La propuesta es de Máximo Flórez y se llama Uno a Uno Venga Intervenga. Todos intervienen, así sea poniendo una mosquita frente a la cámara, que se verá grandísima en la pantalla gigante.
Algunos lo disfrutan, otros, pese a que juegan, se sienten vacíos, aunque no disgustados. Cuestiones de gusto, por supuesto.
Ana María Cadavid, una arquitecta de papel, como escribió su profesión, aunque sabe que tiene mucho de cuentista, dijo: "Este es un espacio delicioso y vacío, que está listo para llenar. La exposición tiene un contraste: es tan pequeña que deja ver lo grande que es el museo".
Recorrer el nuevo lugar es encontrarse con tres salas muy grandes en las que se puede jugar, por ahora, y otra más pequeña, con las obras de Débora Arango y Hernando Tejada. También está la librería para derretirse un poco.
El nuevo Mamm es un espacio por caminar, para recorrer despacio y hasta oler un poco. Cada quien encuentra su sitio, así como junto a Ana lo hicieron Miguel Ángel Cardozo y Andrés Delgado. Un recorrido en seis pasos de diferentes tamaños.
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