No tenemos la certeza de que este gobierno reculón -calificativo bien ganado por la serie de bandazos y retrocesos que ha cosechado en el transcurso de sus dos años de gestión- esté en capacidad de presentar una reforma pensional moderna y justa.
El ministro Rafael Pardo -uno de los que padecen de más baja calificación en las encuestas de opinión- anunció hace algunos días que en septiembre la presentará.
Recordemos que desde hace nueve meses el presidente Juan Manuel Santos la había anticipado. Tiempo suficiente para que la criatura nazca. Ojalá no venga con tantas malformaciones que obligue al aborto.
El pasivo pensional es alarmante. Representa cerca de un 120% del PIB. Una cifra onerosa, que de no encarársele con decisión y eficacia, podría reventar las finanzas del país. La misma carga que contribuyó al estallido económico de buena parte de los países europeos. Pero en Colombia los antecedentes cuando son amargos, importan poco.
No sabe el país experimentar en cabeza ajena.
El sistema pensional colombiano es uno de los más inequitativos de la América Latina. Concentra los mayores beneficios en bolsillos de unos pocos.
Los jubilados de las altas cortes, los congresistas, entre otros, se llevan la mejor parte de la tajada. El resto lo que resta. Es un sistema sentado sobre una bomba de tiempo, por los desequilibrios sociales que establece y por las desproporcionadas cuantías económicas que alcanza.
Es urgente aplicarle al régimen una cirugía a corazón abierto. De lo contrario, se hará insostenible. Como lo pide el presidente del grupo Suramericana, el ingeniero David Bojanini, “el país debe tener un solo sistema de jubilación y acabar con los regímenes de excepción creados a punta de fallos judiciales”.
No aseguramos que este gobierno -especializado en recular y recular- tenga las agallas suficientes para meterle el diente al desafío de implantar justicia y templanza al sistema pensional. Aquí, como está concebido el sistema, no se mide con la misma vara y por ello se ha vuelto insostenible, por no decir ruinoso.
Hay muchos intereses poderosos en juego para contraponerse a la vigencia de la equidad en el sistema pensional. La dinamitan desde las altas cúpulas del Estado. Para desmontar tantas injusticias se requiere un gobierno fuerte y decidido, menos contemporizador, que no tenga empachos de jugarse a fondo, pise los callos que pisare.
Con el proyecto de reforma pensional se le va a medir el aceite al ministro Pardo, coleccionista de derrotas políticas. Sabe algo de estrategias electorales, así no haya sido afortunado en las urnas cuando somete su nombre al escrutinio público.
Pero el país confía en que de algo le haya servido la experiencia de cruzar por tantas alambradas, así sea dejando tantos pelos en las cuerdas. Y que le entregue al país, una buena reforma pensional en que en vez de quitar a los que tan poco reciben, aumente la cobertura de los cotizantes y distribuya los beneficios al mayor número de colombianos, dejando sin piso los provocadores regímenes de excepción creados por leyes, tutelas y demás maniobras legislativas, llenas de audacias y de sombras.
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