Por un agujero en la pared se puede ver que Simbad no es el mismo león de siempre: fiero y agudo, atento a cualquier movimiento a su alrededor.
Está apático y triste. Se diría que no le provoca levantarse de la cama de concreto. Desde hace una semana está enfermo y en los últimos días el pronóstico es reservado.
Es el único león del Zoológico Santa Fe, y su melena, abundante y perfectamente dispuesta y voluminosa, no revela la enfermedad que consume al gran felino de 230 kilos de peso.
"Está muy grave", asegura Marta Cecilia Ocampo Mejía, médica veterinaria del Zoológico.
Es la primera vez que Simbad, de 12 años, se enferma. Es un macho joven, que llegó a la ciudad muy cachorro, proveniente de un zoológico de México. Desde entonces es la atracción del lugar.
En la jaula contigua su pareja, Gina, una hermosa leona, ruge y da vueltas en un lugar pequeño para la majestuosidad y alcance de sus movimientos.
Alrededor de cuatro veces al día, Jorge Aguirre, el enfermero, revisa cómo sigue su "paciente" y lo saluda: "Hola Simbad. ¿Cómo estás?". Solo espera que el león se active y con la curiosidad propia de su especie, salga de su modorra.
Pero a Simbad nada le provoca. Cuando comenzó a orinar sangre, le diagnosticaron una infección urinaria y desde entonces le suministran antibióticos.
Una ecografía posterior, hecha en el Zoológico, no reveló cálculos, aunque dejó ver una vejiga distendida. Un examen de sangre descubrió que padecía anemia y aunque en principio respondió bien a los medicamentos, volvió a recaer.
Simbad está ad portas de una insuficiencia renal crónica, un asunto que es calificado de muy grave y cuyo pronóstico hace pensar en un desenlace fatal.
Habría que mantenerlo hidratado, dice la teoría. Pero cómo lograr que un león adulto permanezca en "la guillotina" (una pequeña jaula), donde lo encierran cuando le echan comida, al sol y al agua, anestesiado, mientras le suministran el líquido, se pregunta la médica y sube los hombros, en un gesto de impotencia.
Es un imposible. La alternativa sería pagar una clínica veterinaria, un asunto para el que no existen, por lo pronto, recursos.
Mañana deben llevarlo a la Clínica Veterinaria del CES para practicarle nuevos exámenes. Tal como han hecho en otras oportunidades, tendrán que suministrarle anestesia a través de una inyección.
Esto implica una logística no exenta de mucha recursividad, pues mientras Jorge, el enfermero, hace acopio de fuerza para sacar al león desgonzado del guacal, deben vigilar que no se despierte y por eso lo sedan con frecuencia durante el proceso.
Esta vez el esfuerzo será doble, pues lo más probable es que necesite una transfusión de sangre, dice la médica, y para ello, tendrán que llevar a Gina con él.
Porque de lo contrario ¿de dónde más sacarán sangre de león? Los jaguares que están a unos cuantos metros de Simbad, no son una alternativa viable.
Este es el plan, por ahora. "Si llega vivo al viernes", asegura Marta Cecilia, cuyo rostro refleja la preocupación.
No en vano, Simbad ha sido un león saludable y de hermosa estampa; un felino que lleva su enfermedad con dignidad, y al que no le quitarán el título de rey.
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