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SIN FANTASÍAS

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13 de agosto de 2013
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Quizá con desbordado optimismo, Humberto De la Calle proclama que "nunca se había llegado tan lejos en los diálogos con las Farc".

Pero a pesar de tan esperanzador informe, no se debe caer en fantasías creyendo que la firma de la paz con las Farc está a la vuelta de la esquina. Faltan discutir puntos delicados que pondrán a prueba la fortaleza del proceso.

La definición por parte de la Corte Constitucional sobre la exequibilidad del Marco Jurídico para la Paz, no se ha dado. Destacadas organizaciones, como la Comisión Colombiana de Juristas, sostienen que con esa normatividad se abre la puerta a la impunidad. Alegan que se sacrifica la justicia en favor de alcanzar la paz. El debate ideológico de que el fin justifica los medios está servido.

Pero las dificultades no paran allí.

Mientras Santos pide a nombre del Estado perdón a las víctimas del conflicto armado y reconoce la responsabilidad por los crímenes de Estado, la subversión aún se resiste a hacerlo. Esto podría empantanar el final feliz presagiado por De la Calle de los diálogos de La Habana y, sobre todo, hacer perder la paciencia a la opinión pública ya de por sí impaciente por ver resultados positivos en este proceso cubano.

Hay que bajarle grados a la emoción desenfrenada -llevada por el apoyo/presión internacional a las negociaciones- y poner los pies sobre la tierra. El camino por recorrer aún es arduo. Quedan no solo muchos actores de la violencia sueltos, sino que el desenvolvimiento del postconflicto puede ser más difícil que la misma firma del acuerdo de reconciliación.

Mas bajo el supuesto de que aquellas dificultades se superen, no podríamos sostener que entramos en las páginas de Alicia en el país de las maravillas. Lo reconocen aún los más optimistas sobre los buenos resultados del proceso, como el presidente de Proantioquia, Juan Sebastián Betancur y el jefe de la delegación de la Cruz Roja internacional, Jordi Raich.

Para Betancur, "vale la pena advertir que con los acuerdos de paz (…) una vez pactados y puestos en marcha, se pasará por fin la página del conflicto. Sin embargo, no se acabará la violencia, porque seguirá pendiente la lucha global que ejerce la multinacional del narcotráfico. La que actúa como una fuerza de ocupación que requerirá de nuevos enfoques y tratamientos por parte de la fuerza pública y de la justicia".

No se queda atrás en estas apreciaciones Raich cuando sentencia que, "la cruel paradoja que afronta Colombia es la certeza de que un acuerdo de paz exitoso que ponga fin al conflicto armado, no significará el fin inmediato de la violencia. Hoy, las denominadas bandas criminales causan tantas o más muertes, amenazas, desplazamientos y desapariciones que la guerra a la que los diálogos en Cuba quieren poner punto final".

Claro que lo dicho por De la Calle abre una rendija de esperanza y un avance cuando muchos suponían que todo comenzaba a malograrse. El sueño de la paz total cultivado desproporcionadamente, puede llevar al país a caer en fantasías que se rompan al despertar la opinión pública y percatarse de que la pesadilla más dura para la recuperación del orden público está aún por enfrentar.

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