Estación Quito y Pongo, donde en una especie de armo-todo (ese juego de piezas metálicas, tornillos, tuercas, pines y llaves) se trata de darle forma a un edificio, a un puente, a una carrilera, a una bodega, a la entrada a un sitio, a la construcción de una fábrica, a un cruce de caminos y, si sobran elementos, a camiones, trenes, escaleras, etc. Y en este juego (que se presume inteligente) participan los interesados, pero también gente que le importa poco lo que resulte (pues solo mira y opina según el aburrimiento), posmodernos que deliran, prospectivistas que hacen cuentas y los que se meten a última hora ya no para proponer sino poner trabas y ahí el proyecto que se iba armando cobra otra forma o se desarma o le sobran elementos y lo que queda es una especie de exposición kitch que con los días se cubre de orín y moho y, entonces, lo que se buscaba ordenar se desordena y aparecen las culpas ajenas, la presencia de micos y duendes, la propaganda. Y otro desorden continuado.
Un plan de ordenamiento territorial tiene como base el uso adecuado del suelo que permita la construcción de territorio (espacio ordenado para vivir y producir) y la ubicación de sitios (lo construido) que le den a ese territorio una identidad y, a la vez, una espacialidad que aproveche los recursos para que el hábitat sea posible de normatizar de acuerdo a parámetros de bienestar. Se ordena el suelo y el territorio para hacerlo habitable, no para colocar más cosas en él. Y ese plan nace primero de un censo de población (cuántos somos, dónde estamos y en qué condiciones), de actividades educativas y económicas, de capacidad de abastecimiento en servicios públicos y de uso de las vías para que la movilidad no presente problemas. Un plan no es un sueño, es percibir un estado de realidad.
Ahora, un plan, no se hace mientras lo que se busca ordenar se desordena con el crecimiento acromegálico de los mismos problemas que se quieren solucionar. En medicina, al enfermo que van a tratar le bajan primero la fiebre y lo colocan en estado de relax. No lo enferman más ni le inyectan nuevos virus para curarlo. Y es lo que no pasa en nuestras ciudades, que nada se detiene sino que se construye con los clientes tratando de entrar sus muebles al interior de lo que todavía no está terminado. Y en este desorden los cálculos fallan, aparecen las densificaciones y lo que sería un asunto urbano (de mejoras de calidad de vida) se convierte en una cría de problemas, pues la torta se la comen antes de que termine de hornearse. Es claro: con un cuerpo creciendo no hay talla de ropa que valga.
Acotación: cuando se hace un plan, primero se prueba (se hace un laboratorio), luego se ejecuta por partes y después se evalúa para ver los resultados. Es un asunto de ensayo-error hasta no cometer el error, como propone Karl Popper. Pero si lo que planea es una nueva especulación del suelo, una forma de estrechar más los espacios, una manera de enloquecer más… está bien.
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