"Me llamo Carlos Alberto Pérez Mejía, soy ingeniero químico y pensionado. ¿Que cómo terminé metido con el negocio de las libranzas de Solución Maestra? Todo comenzó porque el que maneja esta empresa en Medellín es Carlos Arturo González Villa -primo hermano de Rafael Mario Villa Moreno - con quien estaba en varias juntas directivas de entidades sin ánimo de lucro, como Acción Social y Precirte.
La primera charla fue a mediados de 2011. Una vez lo llamé y le dije que quería saber más de lo que había oído en junta sobre las libranzas. Es que Carlos Arturo es un hombre de buena figuración social, es de familia reconocida en Medellín, lo veía como un hombre competente y honorable, con un papá que fue corredor de bolsa y un hermano abogado de mucho prestigio. A mí también me dio confianza.
Resulta que mi papá murió primero y luego mi mamá y quedaron dos empleadas que nos habían atendido durante más de 30 años. Las ubicamos en un apartamento, pusimos a rentar un dinero y de ahí sacábamos para llevarles el mercado. Esa es la plata que pusimos en Solución Maestra. Yo le dije a Carlos Arturo: "Ese dinero es sagrado" y él me respondió "no se preocupe, todo está blindado".
Sin embargo, a comienzos de 2013 empezaron las quejas por los atrasos en los pagos de los flujos mensuales. Hablé con Carlos y me dijo: "no se preocupe. El problema es con unas pocas cooperativas y lo suyo no está ahí". Me quedé tranquilo, pero le pedí que me hiciera un cuadro para saber en qué estaban invertidos esos dineros. Si eso fue un martes, me dijo que al viernes lo tenía en la portería del edificio en que vivo. Y ese viernes no llegó.
Yo metí ahí 60 millones de pesos, a 14 meses y con una rentabilidad efectiva anual del 23 por ciento. Carlos Arturo y yo hicimos un balance de los flujos de capital e intereses, los cuales me consignaban en una cuenta en Bolsa y Renta -hoy BTG Pactual- y de ahí yo retiraba solo los intereses para el mercado de las viejitas. En algún momento el capital excedía los 10 millones de pesos y los reinvertí en más libranzas con ellos.
Mensualmente recibía 1 millón de pesos, pero llegaron a tener un atraso de siete meses. La verdad es que terminé sin saber siquiera cuánto me debían, porque me faltaba el flujo de fondos que tanto pedí.
Una de las últimas veces que hablé con Carlos Arturo fue en septiembre o en octubre de 2013. A él ya no lo convocaban a las juntas en las que estábamos. Él no respondía llamadas ni correos. Cuando vi que la cosa era grave, hablé en diciembre de 2013 con otros damnificados y les dije: "esto no se puede quedar así, consigamos un abogado que nos represente".
Por sus silencios y falta de explicaciones, yo sospecho que Solución Maestra estaba en una situación financiera delicada. Mi pensamiento es que ellos están en bancarrota. ¿Por qué? Porque montaron un negocio sin suficiente capital y se les agravó cuando a las pagadurías públicas les dijeron que debían respetar el 50 por ciento del ingreso de los integrantes de la fuerza pública. Ellos no tienen más remedio que declararse en bancarrota".
"No nos dieron la cara"
"Mi nombre es Carlos Mario Betancur Hoyos. Soy ingeniero administrador y pensionado. Frente a Solución Maestra tengo una sensación desagradable. La actitud de sus dueños -al seguir vendiendo libranzas- era tan incompresible, como el hipotético caso del constructor de Space que decidiera vender una torre 7, sabiendo que se cayó la 6 y tuvo que demoler la 5.
Solución Maestra tenía problemas, socios revueltos, líos con la afianzadora... y no paró. Hoy no sabemos en dónde está nuestra plata. Ese es un agujero negro y un acto de suprema irresponsabilidad.
Yo me conecté con ellos a través de Carlos Arturo González Villa, pues ambos somos miembros de la junta directiva de la Corporación CED, que lleva 50 años promoviendo la formación en valores y virtudes. Él me invitó a participar en el negocio de las libranzas de Solución Maestra como agente comercial.
Nos sentamos, me mostró sus esquemas y todo me pareció coherente. Sus palabras me daban la seguridad de que todo era absolutamente seguro. Le pregunté que dónde estaba el riesgo y él me dijo que en el evento de que un soldado se quedara sin su pago, porque lo mataron, lo embargaron o lo retiraron de la institución, a lo sumo habría problema durante un mes. Ese era el tiempo que tomaría detectar el inconveniente, porque luego se cauterizaría esa vena, la cooperativa asumiría el flujo de dinero y el inversionista ni se daría cuenta de lo que había pasado.
Carlos me persuadió de las bondades del producto y, por respeto con los futuros clientes, le dije que yo quería probar primero con mis recursos. Entonces metí 50 millones de pesos, representados en 9 libranzas.
En abril de 2012 comenzaron los flujos mensuales, de 1,9 millones de pesos. Fueron religiosos durante los primeros ocho meses y luego no vi un peso durante más de un año.
Uno les consignaba el dinero para los pagarés-libranzas hasta sin haber firmado nada.
Gracias a Dios yo no soy muy buen vendedor. Como agente comercial metí a mi suegra, pero afortunadamente a ella sí le pagaron. Tengo otros seis clientes, con siete negocios, por 388 millones de pesos. Son personas que confiaron en mí. Me decían: "si usted afirma que ese negocio es bueno, diga qué hay que hacer". De esos 388 millones de pesos quedaron enredados 200 millones. De hacer infructuosamente fuerza por el dinero de mis clientes perdí el sueño y por ello acogí la idea de poner el caso en manos de un abogado.
El último negocio que hice fue para dos señoras, de 73 y 77 años. De su pensión sacan para el mercado y los rendimientos de los pagarés libranzas eran para cubrir el arriendo".
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