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Soy un cobarde: Jaime Bayly

Jaime Bayly presentó un texto para vengarse, dice, de fantasmas de su pasado.

  • Soy un cobarde: Jaime Bayly |
    Soy un cobarde: Jaime Bayly |
01 de septiembre de 2012
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Cuando uno habla con Jaime Bayly escucha a través del teléfono cómo “saborea” el final de cada frase. Piensa cuidadosamente lo que va a responder y abre su corazón para contar temores del pasado y las razones por las que escribió en Bogotá su último libro, de la trilogía Morirás mañana.

La tercera parte de la trilogía Morirás mañana, ¿por qué lo escribió en Bogotá?
“Esto fue a mediados de 2009, me parece que era el mes de julio y yo me había mudado a Bogotá, vivía en un hotel, y estando ahí en Bogotá pasaron cosas que me dieron la idea de la novela. La primera es que me hice chequeos médicos que no trajeron buenas noticias y la segunda es que vino a verme al hotel un señor que trabajaba para el gobierno de Uribe que me dijo que Chávez había dado la orden de que me mataran en Bogotá. Entonces digamos que sentía la muerte muy cerca”.

¿Usted cree que la política es una enfermedad?
“Sí, por lo menos para mí como escritor la política es una forma de intoxicación, es un veneno y al mismo tiempo es una tentación, es adictiva pero yo creo que son oficios incompatibles y no se puede ser escritor y político. A mí me gusta la política pero mirarla desde el balcón y dar mis opiniones un poco deslenguadas”.

¿Tiene algún ideal frente a lo que la política debería ser?
“Sí, a mí me gustan los políticos como Obama, me parece que ese es un gran político de nuestro tiempo. También me gustó mucho Bill Clinton”.

Morirás mañana habla de un hombre que tiene una enfermedad terminal y quiere matar a sus enemigos, ¿a usted le gustaría matar a alguien?
“Yo en la ficción y agazapado detrás del personaje principal, me encontré persiguiendo a un crítico literario, a un editor, a un escritor veterano. Curiosamente cuando escribí la trilogía, los rencores más virulentos no provenían del mundo de la política, sino del propio cuentillo literario. Sí es verdad lo que dice Vargas Llosa, que “las mentiras dicen verdades”. Es verdad que a mí me hubiera gustado matar a alguno de ellos, pero en la vida misma soy pusilánime y no tengo planes de meterme en líos”.

¿Para qué le ha servido esa trilogía?
“Para aferrarme a la vida. Fue un momento de celebrar la vida y espantar la muerte, tres años después aquí estoy todavía”.

¿Le tiene miedo a la muerte?
“Sí, le tengo miedo a las circunstancias previas a la muerte”.

¿Cómo le gustaría morir?
“De una manera repentina y rápida. Pero cuando me dijeron que unos sicarios de Chávez tenían ganas de divertirse matándome, yo no salí corriendo como un conejo, me quedé un año en Bogotá decidiendo y esperando a que vinieran por mí, pero se ve que no estaban dispuestos a perder su tiempo”.

¿Con quién le gustaría encontrarse cuando esté en el más allá?
“A mi padre. Yo no creo en el más allá, tengo serias dudas al respecto, pero sería bonito que hubiera vida después de la muerte, siempre y cuando nadie me juzgue”.

¿Se ha sentido juzgado injustamente?
“Sí, todos. Me imagino que sí. Quizás quien más injustamente me ha juzgado he sido yo mismo, yo desde niño he tenido una relación un poco difícil conmigo mismo. No me he juzgado benévolamente, de esa condena que es la propia mirada surge la necesidad de escribir porque uno mira para atrás y todo parece un poco mediocre y un poco fracasado”.

¿A qué personas le ha dado un puño con sus libros?
“En mis primeros libros me vengué de mis padres. Mi padre ya está muerto , yo siento que mis novelas fueron unos actos de rebeldía y de contestación moral a mis padres. También creo que me he vengado de los curas, de la prepotencia moral de la iglesia católica porque fui criado muy celosamente. Mis novelas son la respuesta visceral a todo en lo que yo no creo”.

¿Qué fue lo malo que le hicieron sus padres como para vengarse de ellos?
“Ellos no merecían esa venganza porque hicieron lo mejor que pudieron conmigo y con mis hermanos. Los hijos siempre somos muy injustos cuando les pedimos a nuestros padres más de lo que ellos podían darnos”.

¿Se sintió reprimido en su niñez?
“Mis padres querían que yo fuera un niño que no podía ser. Mi madre por razones religiosas y mi padre por razones machistas. Querían que no fuera el niño delicado que verdaderamente era y que no podía dejar de ser. Además yo era tontarrón, tontín, y mi papá me inculcaba cosas viriles y no podía. Sentía que mis padres estaban disgustados o decepcionados porque yo, hijo mayor, no era lo que ellos esperaban, pero yo no podía ser lo que ellos hubieran querido. Es esa tristeza de sentir que yo era un hijo fallido pero que no podía hacer nada para cambiarlo”.

¿Y cómo ha logrado sanar ese dolor?
“Escribiendo y leyendo. Esa es mi terapia. Yo no sé si he logrado sanar las heridas, pero por lo menos las he logrado airear”.

La relación con su padre no fue buena, pero ¿qué plan le hubiera gustado compartir con su papá?
“Me hubiera gustado ir al cine con él. A él le gustaba llevarme de cacería, pero a mí no me gustaba matar animales, a mí me parecían muy bonitos y no quería dispararles. Sí me hubiera gustado hacer algunos viajes con mi padre, de hecho me hubiera gustado que viniera a mi casa”.

¿Se arrepiente de algo que pudo hacer con él y no hizo?
“Ahora que él ya no está me doy cuenta que nunca lo invité a mi casa. Yo muy frecuentemente iba a su casa, una vez al año por las reuniones inevitables de mi familia, pero me hubiera gustado que viniera y a lo mejor salir a comer y tratar de reírnos que es una cosa que no era frecuente entre nosotros”.

¿Qué no le puede faltar antes de que usted se muera?
“Me gustaría darles un beso y un abrazo a mis tres hijas. Ver que ellas tres se besan, se abrazan, se quieren y son amigas”.

¿Esa posibilidad de verlas cerca está lejana?
“Mis dos hijas mayores no conocen aún a mi hija menor que nació hace un año y medio. Hay todavía un distanciamiento comprensible y espero que con el tiempo puedan acercarse y puedan conocerse, me hace mucha ilusión. Mis hijas mayores se han alejado mucho de mí y las extraño. Veo con estupor que una relación que había sido ta feliz, de pronto se interrumpe porque me he vuelto a casar y he tenido otra hija”.

Usted es bisexual, ¿qué es lo más gay y lo más varonil que hay en su personalidad?
“Yo creo que lo más gay es que me he enamorado de un hombre, he tenido novio y he sido feliz sentimentalmente con un hombre, eso me ha ocurrido de una manera muy contenta. Lo más varonil es que estoy muy enamorado de Silvia y yo elijo estar con ella, pero no por eso olvido que en otro momento de mi vida he tenido curiosidad de explorar las cosas con un hombre y cuando lo he hecho han sido placenteras y divertidas”.

¿Se considera cobarde?
“Sí. Yo creo que soy un cobarde porque nunca he tenido un momento heroico, nunca he mostrado un coraje de irme para una guerra, no he hecho un sacrificio, siempre he sido en eso más bien atontado y egoísta. A mí lo que me gusta es quedarme en mi casa y escribir y leer”.

¿En algún momento se ha sentido como un rehén de la televisión?
“Sí, ¡ah! Toda mi vida”.

¿Quisiera salir de ese cautiverio?
“La verdad es que sí”.

¿Cuándo será ese cuándo?
“La primera vez que salí en televisión fue en Lima, Perú en 1983, el próximo año ya habrían pasado 30 años y eso es mucho tiempo. Tengo la ilusión de retirarme discretamente de la televisión y dedicar lo que me queda de vida a escribir, ojalá no me falte valor para atreverme a eso”.

¿Cómo ve a su parodia, Jaime Gayly?
“Hace un par de semanas fui a Bogotá  y el equipo que hace el programa me pareció competente e ingenioso y estando allá vi que alguna gente me saludaba como Gayly. Sinceramente me di cuenta de que yo he vivido para dar origen a Jaime Gayly, que Jaime Gayly es la versión más auténtica de mí, no es que él me imite a mí sino que yo lo imito a é”.

Qué funciona más en una entrevista, ¿el elogio, las críticas o el ataque?
“El elogio funciona como una anestesia, el elogio funciona como algo que calma, tranquiliza y relaja a su interlocutor, la entrevista es un juego psicológico y lo que tú quieres es que esa persona te cuente sus secretos. Es un juego psicológico en el que hay que romper barreras sin que eso le duela al interlocutor. El ataque o la crítica no sirven, pueden provocar un momento de morbo pero no sirven porque de inmediato la otra parte levanta la guardia y ya no te cuentan los secretos que quisieras escuchar”.

¿Su mejor entrevista?
Joaquín Sabina.

La peor...
Ernesto Samper.

¿Qué no le falta en el bolsillo?
Dinero en efectivo.

¿Qué no le falta en la mesa de noche?
Pastillas.

¿Cuáles?
Múltiples, pero principalmente una para dormir.

¿Qué es lo que tanto lo desvela?
Los errores del pasado, las cosas que uno hizo tan mal.

¿Por qué le gusta el erotismo?
Porque es una celebración de la vida, porque yo no sé tocar un alma, no sé en dónde está el alma, solamente veo un cuerpo y hay cuerpos que merecen ser tocados.

¿Su lugar preferido en el mundo?
Mi casa.

¿Su mayor sueño?
Cumplir 50 años y estar reunido de mis tres hijas y verlas contentas, ese es mi mayor sueño, estamos a dos años y medio de este momento.

¿Qué es lo primero que piensa en las mañanas?
Tengo que seguir durmiendo.

¿Día o la noche?
La noche.

¿Para qué?
Para todo, para leer, para escribir. Escribí una novela que se llama La noche es virgen, la noche siempre está llena de insinuaciones, de posibilidades que uno siempre tiene que descubrir.

¿Hay un poco de locura en el amor o el amor es loco de por sí?
El amor es una locura siempre, siento que es como saltar en paracaídas y nunca sabes si se va a abrir el paracaídas. Incluso cuando tú lo abres nunca sabes si ese paracaídas se va a comportar bien, no sabes cómo vas a caer pero saltas igual. Es un momento de locura.

“Los escritores no somos personas humildes, pero porque creo que una persona humilde es la que dedica su vida a servir a los demás y los escritores sirven egoístamente a su propia vocación, a su propio sentido estético.

“Tengo 47 años y leo los libros que he escrito y me causan un cierto bochorno pero para tratar de mejorar un poco el pasado catastrófico, trato de escribir algo menos malo”.

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