Teresita Gómez tiene tres pianos. A los tres los considera sus hijos. Ninguno de ellos tuvo que comprarlo. A los tres los hizo subir hasta el piso 13 —¿agorera? "No; me encanta el 13"— que ocupa desde hace menos de seis meses en el centro de la ciudad. Pero no quiso mirar: ¿quién va a querer mirar cómo agarran a sus hijos, delicados y pesados, de pies y cabeza, cómo los empujan, ay, cómo les hacen rechinar sus hileras parejas de dientes y los voltean para un lado y para el otro, con el fin de que quepan por los huecos de las puertas?
Uno de ellos tiene más de cien años. Es checo. Su marca es UN&G. Se lo regaló la mamá de una muchacha que aprendía a tocarlo. "Era 1957. El día de la muerte del maestro Pizarro, fui con amigas al desfile. Encontré a la señora. Le pregunté si la hija seguía en la música. Me dijo que no y que estaba encartada con el piano. Me preguntó si lo quería". Enguacalado, el instrumento viajó una vez con Teresita a Quibdó para un concierto. "¿Una mujer negra, cómo no iba a tocar piano en Chocó?".
El segundo, un Petrof, otro checo, se lo regaló alguien que quiso permanecer en el anonimato, en el decenio de 1970. Y el tercero, Wendl & Luna, es de China. Fue un regalo de la pianista María Cristina Bernal.
Los tres mantienen con su risa abierta en la sala y en el primer cuarto de su apartamento, listos para sonar.
Lo de esta noche
Sentada en un sitio cercano a la cocina, con ventana un poco alta por la cual se ve el exterior —edificios, nubes grises, una lluvia lenta y monótona—, pero cuyo vidrio fijo no deja entrar los ruidos, Teresita Gómez toma café. Extrae un cigarrillo de la cajetilla, pero no lo enciende. Lo deja apagado entre los dedos.
Dice que el concierto Teresita Gómez a Colombia es una selección de temas del país, de los que integran su trabajo discográfico Trilogía.
Jorge Andrés Arbeláez, Adolfo Mejía, Carlos Vieco, Juan Domingo Córdoba, Pedro Morales Pino, Gonzalo Vidal, Luis A. Calvo... "Mucho Calvo. Me gusta por nostálgico: me trae recuerdos de mi familia, de mi mamá sobre todo".
Cree que cualquier músico colombiano debe tocar gustoso la música del país. Lo hace desde 1983, cuando dio su primer concierto, y siguió haciéndolo en escenarios de Polonia, Francia, España, Hungría, Alemania, donde interpretaba una parte clásica y otra colombiana y "¡la gente la disfrutaba tanto…".
¿Y no le da susto tocar música colombiana en Europa?
"No, me da más miedo aquí, donde uno vive", confiesa.
Solo en este instante enciende el cigarrillo.
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