Que el ciudadano de a pie, sin pergaminos, coimas ni recomendaciones, lo atiendan como a un rey en las oficinas del Gobierno, famosas tristemente muchas por rosqueras y burocratizadas, es ya de por sí un milagro que se debe publicar, a ver si lo excepcional se vuelve algún día regla general.
Y si en estos despachos, para nuestro caso llamados "Comisarías de Familia de Medellín", lo que hacen los funcionarios es encaminarle a una nueva vida, entonces el asunto raya en lo magnífico y merece toda nuestra admiración.
Es como si estuvieran haciendo allí verdaderos trasplantes cardiacos, pues los usuarios entramos agobiados por rabias, penas y miedos y recibimos una orientación de tal magnitud, que salimos dispuestos ya a creer que el mundo sigue siendo hermoso.
A tan feliz conclusión llegamos después de varias experiencias de coincidente calidad: el que primero nos atendió en forma estupenda fue el señor Hugo Cárdenas, el cual aseguró, al recibir nuestro agradecimiento, que así era en todas las comisarías de la ciudad.
Corroboramos sus palabras días después, pues allí fue el doctor Carlos Alberto Velásquez el que nos mostró con su gente que el buen servicio es la constante, porque ponen mística a su trabajo y se comprometen de verdad con la comunidad. Nos contaron que existe, además, una comisión de cinco asesores de la Secretaría de Gobierno que, respaldada por la Universidad de Antioquia, recorre periódicamente todas las comisarías para modernizar procesos e incentivar comportamientos adecuados.
Felicitaciones muy merecidas a todos los funcionarios y dirigentes a cuyo cargo está esa dependencia municipal; y, sobre todo, para esos comisarios modernos y su subalternos, porque trazan rumbos luminosos de auténtica renovación social.
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