Hoy hablaremos del planteamiento reciente del Eln sobre una tregua bilateral para sentarse en una mesa de negociación. Es interesante partir del análisis de unas premisas fundamentales para resolver: ¿una tregua, para qué? Para dialogar, ¿sin negociar como ha sido costumbre de esta organización armada ilegal? ¿Para lograr espacios de oxigenación política y protagonismo de sus dirigentes o para aducir los mismos argumentos dilatorios de los procesos y diálogos exploratorios anteriores? ¿Para generar más frustraciones de paz y reconciliación a los colombianos?
En verdad, la tregua no parece ser el mejor de los caminos para la paz. Es evidente que el Eln persiste en su trajinada estrategia de forzar un diálogo con el Gobierno, sin renunciar a la violencia y sin una voluntad expresa para terminar el conflicto armado.
¿Quién puede animarse a abrir un escenario de negociación en estas condiciones tan inciertas? ¡Ni Mandrake!
Más de lo mismo, pareciera ser la consigna de los elenos: pretenden movilizar sectores de la sociedad civil, entre ellos, los colombianos y colombianas por la paz (CCP), hacer ruido en la coyuntura política actual, activar la corte de áulicos por una paz a cualquier precio, construir un escenario de diálogo interminable, mostrar generosidad y voluntad de paz de contenido mediático, y aprovechar una tregua bilateral para superar la crisis estratégica que los aqueja. Desde luego, disminuir la ofensiva de las Fuerzas Armadas contra sus estructuras armadas y de milicias.
¿Qué indicios nos podrían hacer pensar que en esta oportunidad el Eln tiene la voluntad indeclinable de transitar hacia una negociación real y efectiva para finalizar el conflicto armado? A mi modo de ver, ninguno. Tampoco lo valida un imaginario revolucionario que se obnubila con epopeyas ideológicas pasadas y la pretensión inadmisible de construir una nueva Colombia, mediante el alzamiento armado y el terrorismo.
El Eln no puede llamarse a engaños ante su debilitamiento estratégico. A pesar de un leve repunte en sus acciones armadas, las dificultades de comando y control sobre sus estructuras son evidentes, y el involucramiento cada vez mayor en el comercio ilícito de drogas es un tránsito hacia la multicriminalidad. ¿Qué pensar, entonces, frente a la propuesta de tregua bilateral del Eln? Primero, es una propuesta oportunista que resta y no suma a la búsqueda de una paz definitiva.
Segundo, sólo falta que el Eln decida dar el paso definitivo hacia la paz, con los pies en la tierra y valorando sus reales capacidades estratégicas. No renunciar a la violencia, dialogar con armas y no tener voluntad para cerrar el conflicto armado, no genera confianza y nada aporta a la construcción de un ambiente propicio para la paz. Señores elenos, hay que ir en serio, no más de lo mismo.
PAUSA UNO: Un homenaje sentido a los 11 soldados fallecidos en Arauca. ¡Paz en sus tumbas, solidaridad con sus queridas familias!.
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