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Última hora de Galán vista a través de una lente

José Herchel Ruiz, reportero gráfico de Cromos y único fotógrafo en el magnificidio, cuenta cómo vivió los hechos de Soacha ese 18 de agosto.

  • Última hora de Galán vista a través de una lente | Esta es la última fotografía que registra a Luis Carlos Galán con vida. FOTO CORTESÍA JOSÉ H. RUIZ
    Última hora de Galán vista a través de una lente | Esta es la última fotografía que registra a Luis Carlos Galán con vida. FOTO CORTESÍA JOSÉ H. RUIZ
17 de agosto de 2014
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En medio de la algarabía de la multitud enardecida por la llegada del precandidato liberal Luis Carlos Galán Sarmiento a la plaza central de Soacha, José Herchel Ruiz, fotógrafo de la campaña, escuchó a alguien gritar: "¡le dieron…". Fue entonces cuando entendió que no todas las detonaciones eran de la pólvora que quemaban algunos activistas en los cuatro costados.

Cuatro meses antes, Ruiz, reportero gráfico de Cromos, se había comprometido con la campaña del Nuevo Liberalismo en el cubrimiento fotográfico de la gira del dirigente.

La mañana de ese 18 de agosto de 1989, el viernes del magnicidio, asesinaron en Medellín al coronel Valdemar Franklin Quintero, militar que ayudó a escapar de la muerte a Galán en la capital antioqueña 14 días antes. Al mediodía, nuestro fotógrafo se acercó a la sede de la campaña, en Teusaquillo, a cobrar una factura y a preguntarle al jefe de Prensa, Germán Charry, si había compromisos para el fin de semana. "Nada", le contestó Charry. Sin embargo, le pidió que esperara un momento mientras iba a confirmar.

"Que sí hay manifestación en Soacha esta noche, a las 7:30", le dijo. Y le anticipó que al día siguiente irían a La Mesa.

José Herchel tenía turno hasta las 8:00. De modo que a las 6:30, le pidió al jefe, Alfonso Durier, que lo cubriera, pues debía ir a ese acto político.

No llovía. Salió de la sede de Cromos, en la avenida Chile, donde los trancones eran una condena. "¿A Soacha? Allá no voy", le dijo un taxista. "Solo dígame por cuánto me lleva y yo le pago". El conductor ofreció llevarlo por el doble de lo habitual: 6.000 pesos. Aceptó, aunque ganaba 3.000 pesos por cada cubrimiento.

José jamás había estado en Soacha. Solía pasar de largo por la vía, cuando iba a tierra caliente. Tendría que andar un kilómetro de la carretera hasta la plaza.

"¿Ya llegó el doctor Galán?", preguntó a unos policías. "No ha llegado". A las 7:55 llegó el precandidato. El reportero gráfico lo vio apearse de su camioneta y abordar un campero descapotado, desde el cual podía saludar a los soachunos que se aglomeraban y dificultaban el avance del vehículo, y a muchas personas que se asomaban a los balcones. José arribó a la plaza con su Nikon F-3 análoga colgada al cuello, antes que el dirigente. Le costó trabajo dar con la tarima por la cantidad de personas, unas 7.000, según cálculos de los organizadores. El escenario, de 50 centímetros de ancho por tres metros de largo, era un andamio con una telera, a la cual se ascendía por una silla.

El reportero se encaramó al andamio para hacer fotos. Vio a Galán bajarse del campero y caminar tan de prisa por entre la gente, que le pareció que lo cargaban. Unas personas sostenían pancartas; otras, globos. El ruido no cesaba. Quemaban pólvora. El aire estaba lleno de humo.

"Recordé que, en una reunión del doctor Galán con su equipo de campaña, él había dicho: "no quiero a nadie de prensa en las tarimas, porque distraen a la gente". De modo que me bajé antes de que él subiera". Ambos usaron la misma silla: José para bajarse y Galán para subirse. Le tomó una foto en la que aparece con el brazo derecho en alto, como saludando... o despidiéndose. Es el último registro visual de Galán Sarmiento con vida. Subió a la tarima, se enderezó, saludó y cayó.

El fotógrafo creyó que el precandidato había resbalado. Le habían advertido que su imagen había que cuidarla. Por ejemplo, que al gesticular con fuerza, se le formaba papada, de modo que debía estar atento a este detalle para los primeros planos. Con mayor razón, si había resbalado: esas fotografías no convendrían, pensó. Pero al escuchar el grito: "¡Le dieron…", José entendió que se trataba de otro asunto. En ese instante, se fue la luz...

La pólvora no cesaba. El tableteo de las ametralladoras, tampoco. La oscuridad apenas se diluía por el débil resplandor de bombillas de las casas que circundan la plaza. La multitud corría en desbandada. "Yo no hacía más que disparar mi cámara, cada que cargaba el flash". Veía siluetas que se movían y bultos negros en el suelo, que, creyó, eran muertos. No veía lo que capturaba su Nikon. "Me di cuenta de que el bulto negro que estaban arrastrando hasta un Ford era el doctor Galán".

A las 10:30, unas luces lo encandilaron. Era el carro de Cromos. Lo llevaron al laboratorio. Mientras veía asombrado las imágenes, se dio cuenta de que Galán había fallecido.

A las 11:30 terminó el día más intenso en la carrera periodística de José Herchel Ruiz. Días después se enteró de que en La Mesa, adonde debía acompañar al precandidato al día siguiente, la Policía encontró un carro cargado con más de 500 kilos de dinamita para atentar contra Galán, si fallaba el ataque de Soacha.

"Con la muerte del doctor Galán, también se frustró mi ilusión de llegar un día a ser el fotógrafo presidencial. Yo quería llegar a Palacio".

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