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Un día corriente del gobernador Sergio Fajardo

Madrugador y estudioso, no quiere que lo coja la noche con sus retos. Cicla y fútbol, su pasión.

  • Un día corriente del gobernador Sergio Fajardo |
    Un día corriente del gobernador Sergio Fajardo |
19 de mayo de 2012
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Los espacios que lo distraen de la intensidad de las jornadas de trabajo, que comienza a las 4:00 de la madrugada, están en los estadios de fútbol y en las vías del Oriente, pero este hombre (y lo exclama con vehemencia en las palabras), está convencido que "vamos es a volar... pero en el sentido sano de volar".

Desde el televisor de su casa sigue la lánguida campaña del DIM, en las carreteras del Oriente vuelve a sentir el placer de rodar en bicicleta los fines de semana, y en el piso 12 de un edificio de El Poblado, reafirma el reto con el que sueña transformar y poner a volar las mentes de los jóvenes de Antioquia: una educación de calidad en espacios dignos.

De espaldas a las montañas nubladas del Occidente y de cara a un grupo de empresarios de Proantioquia, Sergio Fajardo Valderrama, pregona lo que intuye como un "cambio poderosísimo" para los estudiantes de 4.000 escuelas urbanas y rurales del departamento, que quiere ver reflejado en las Olimpiadas del Conocimiento.

"Hay que despertarles esos genes que están dormidos", les grita a sus contertulios este gobernante que no es capaz de seguir durmiendo después de las 4:00 a.m. Por eso dedica su primera hora a ordenar en la mente los temas que desarrollará en el día, a escuchar radio y leer periódicos por internet: los de Colombia, y El País, de España, y The New York Times.

A las 5:30 a.m. está montado en un simulador de bicicleta, lo que suele hacer tres o cuatro veces a la semana, entre 30 minutos y una hora, pero esta madrugada no pudo hacerlo porque dedicó el tiempo a preparar las fichas para su programa nocturno de televisión de los jueves. "Lo disfruto, es un gozo, físicamente me hace sentir bien. Mi doping es montar en bicicleta".

El encuentro en Proantioquia es su primer acto del día, sólo acepta tinto porque desayuna en casa. Se despide a las 9:40 de la mañana, cuando el cielo está más despejado y, desde esta altura, abre una visual perfecta a los despegues del Olaya Herrera.

Al llegar a su vehículo se escucha el repaso de las noticias de la mañana, pero le pide al conductor que sintonice música clásica y, de inmediato, se lo cambia a 92.4: Bolivariana FM.

Aprovecha el traslado a la oficina para colgar algunos trinos en Twitter desde su Blackberry, y al pasar por la avenida El Poblado, después del parque, se queja porque el separador está "enmontado".

-Mire, esos árboles los sembré yo, pero físicamente, con pala y todo, dice y busca emocionado en su portátil las fotos de tres guayacanes, aún pequeños y florecidos, frente a la iglesia de San José y el centro Aliadas.

-Espero, cuando esté viejito, si tengo nietos, ojalá pronto, que pueda ir con ellos y me digan: cuéntanos otra vez la historia de estos árboles y la del Jardín Botánico.

No parecen viajar con él la polémica que desató con el Libro Blanco ni el tiempo que le quitan las denuncias por injuria y calumnia que le instauró su antecesor, Luis Alfredo Ramos.

Mandarina que lo inspira
Antes de las 10:00 a.m. está en el ascensor que lo conduce a otro piso 12, esta vez al que alberga la oficina desde la cual se dirige el gobierno de Antioquia. Una repetición de buenos días se escucha en el pasillo, al saludar a los vigilantes y personal de oficios varios que encuentra en el camino.

Pasa directo a su despacho, en cuya antesala hay una pequeña ronda de hombres de confianza que lo esperan para consultarle asuntos de última hora. Al primer ofrecimiento de qué quiere tomar, pide jugo de mandarina y más tarde mango biche con sal.

En lugar de la más cómoda y moderna de su escritorio, prefiere sentarse en una vieja silla universitaria de madera que le regaló Luis Bernardo Vélez a la sede de su campaña a la Alcaldía, desde la cual repasa las cifras que expondrá en su programa de televisión.

Como todos los jueves, esa mañana tiene una cita sagrada con su equipo de educación, igual que suele hacerlo los lunes con el consejo de Gobierno y los miércoles con la Policía y el Ejército para evaluar la seguridad.

El repaso al tema bandera de su programa de gobierno termina al medio día, a las 12:18 está frente al ascensor que lo baja al sótano para abordar su vehículo y almorzar en la intimidad de su hogar, un espacio que no comparte, además porque necesita soledad para dedicar otra hora de estudio a su programa.

En el escritorio quedan los tres cuadernos que son su guía de tareas: uno para los temas de educación, otro en el que elabora los bocetos de sus exposiciones y otro para los alcaldes, donde llevará un registro de los asuntos de cada municipio.

Le gusta hacer una "pequeña ruptura" de actividades al mediodía, quiere que sus colaboradores también lo hagan, y no les pone reuniones muy temprano para que puedan llevar a sus hijos al colegio.

Claro que el gerente de Comunicaciones, Sergio Valencia, cuenta que es normal que les ponga mensajes a sus secretarios a las 4:50 a.m., y cuando le entrega un reporte noticioso a las 6:05 a.m., dice que ya lo sabe.

"Fajardo es puro juicio, es muy organizado. Ese es su éxito. Se volvió experto en Twitter y hace un blog semanal", dice.

Y tanto juicio también lo puede alejar hasta de sus colaboradores más cercanos. "Vengo y vengo y está ocupado. A veces es muy difícil hablar con él y terminamos chatiando a las 10:00 de la noche", anota María Eugenia Ramos, secretaria de Planeación y cabeza visible de su plan de desarrollo.

Evocación de jacarandás
El Gobernador regresa a las 2:30 p.m. para cumplir una cita con una nutrida delegación del programa de fortalecimiento institucional de la juventud en Guatemala, que quiere saber del proceso de transformación de Medellín que lideró en la Alcaldía.

-Recuerdo la belleza de Ciudad de Guatemala, estuve hace más de dos años y me tocó conocerla con esos jacarandás florecidos. Era una belleza conmovedora, les dice.

Afuera, en la antesala de la oficina mayor, sus secretarias Estela Francoy Marina Manrique , tratan de ordenar otro follaje que también conmueve: el que acumulan las 15 hojas de vida que llegan todos los días al despacho, para clasificar y poner en la base de datos de Gestión Humana.

Mientras el jefe atiende reuniones, ellas responden las 70 llamadas que el Gobernador recibe diariamente.

"Como le da el celular a todo mundo, llaman a decir que le cuenten que a fulano le quitaron el puesto los de espacio público o que le dé plata que tiene que irse para Urabá", afirma Estela.

El adiós de los guatemaltecos le da un respiro de media hora a la espera de sus secretarios, antes de partir para otro compromiso externo, al que quiere llegar minutos antes. "Él se enoja fácil si lo hacemos llegar tarde, es muy cumplido, llega a la hora que es", observa Valencia.

A las 4:35 p.m. está de nuevo en su blindado y se escuchan los apuntes sarcásticos de La Luciérnaga, pero pronto el que fue hombre de radio pide música clásica, el dial vuelve al 92.4 F.M. y él a los trinos.

Ante las críticas de que hay poca cercanía de su gabinete con los alcaldes, asegura que a todos se les pone atención, pero que se rompió con la idea de negociar uno por uno, para priorizar qué proyecto o tema regional les conviene.

Está absorto en sus papeles, mira poco a la calle no se percata de la congestión en Bolívar, y cuando se le inquiere si estaría de acuerdo con un pico y placa de todo el día, responde que "al tema de la ciudad y sus medidas no le echo mucha cabeza porque eso le toca a Aníbal".

A las 4:55 p.m. camina por la acera de la vieja Gobernación y de inmediato lo abordan transeúntes y venteros ambulantes, a quienes saluda afable hasta las escalas del hoy Palacio de la Cultura Rafael Uribe Uribe.

Adentro lo esperan para anticipar la celebración del Día de la Afrocolombianidad, a cuyos promotores hace vibrar cuando les notifica que Antioquia no va a ser la más educada, sino la más etnoeducada.

A las 6:37 p.m. concluye el acto emotivo, desde el ventanal que da a la Plazuela Nutibara se ven el cielo azul y el metro con vagones repletos. Para el calor que se recoge en el salón tiene una oferta de ceviche de camarones y jugos de borojó y chontaduro.

Antes de las 7:00 p.m. está en el vehículo, ya no hay que cambiar el dial, llama al alcalde de Apartadó a reconocerle una gestión. "Con los alcaldes, lo mismo que con los diputados, independiente de partidos, los llamo y les agradezco sus aportes", apunta.

Otra vez en el piso 12, a las 7:20 p.m., se le nota un poco tenso, da la última mirada a las fichas que utilizará en el programa de Teleantioquia, saca un cigarrillo Marlboro del escritorio de su secretaria, y se dirige a la terraza desde la cual se ven despejados Las Palmas y Santa Elena.

Más que el cigarrillo, disfruta el viento fuerte que desordena aún más su cabello, cuenta que es difícil que lo combine con un trago, pues su mundo no es de licor ni transnochos, sino de estudio, y está listo para bajar, cruzar la Plaza de la Libertad y llegar al estudio de televisión, a cumplir su último acto público, de 8:30 a 9:30 p. m.

Alia, una líder chocoana que invitó a conocer su despacho, echa una mirada a un espacio sobrio, con la novedad del viejo pupitre universitario, un pequeño tablero, un taburete de cuero que le dieron en Jardín y las fotos de sus afectos.

Cualquier parroquiano le preguntaría al Gobernador ¿y dónde está el Cristo de la pared?.

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