La noticia de que Medellín y algunos municipios del Valle de Aburrá ya disponen de un diésel con mínima concentración de azufre es una bocanada de esperanza para el mejoramiento del medio ambiente de la región metropolitana. De paso, es la demostración de los beneficios que trae trabajar en busca de objetivos comunes, pues Ecopetrol entendió y acogió los argumentos de la Alcaldía, el Concejo y el Área Metropolitana, de que no podíamos seguir recibiendo el combustible más contaminante del país.
Desde mediados de la semana pasada, a la ciudad y varios municipios aledaños, llega un diésel con concentración de azufre de 50 partes por millón (ppm) y ahora estamos dentro de las cuatro grandes capitales de América Latina con menor contaminación por ese tipo de biocombustible, a la altura de Bogotá y Santiago de Chile y superados por Ciudad de México, donde la cifra es de 15 ppm de azufre.
Un hecho, sin duda, importante como quiera que hace una década a Medellín nos enviaban un diésel con 4.500 ppm de azufre, una injusticia como para ahogar a cualquiera. De hecho, hasta hace algunos meses, la muerte por Infección Respiratoria Aguda (IRA) en Medellín estaba asociada a la contaminación del aire y la concentración de azufre era de 500 ppm.
Este logro representa un "segundo aire" para la región metropolitana, pero resultará insuficiente si no va acompañado de una política ambiental integral y común en el Valle de Aburrá. De la mano del diésel y del compromiso de seguir mejorando la calidad de la gasolina que se distribuye en la región, el Área Metropolitana, como autoridad ambiental, debe seguir ajustando los mecanismos de control, vigilancia y sanción a las empresas que también contaminan el aire y el ambiente metropolitanos.
Los vertimientos indiscriminados de sustancias tóxicas al lecho del río Medellín y la contaminación del aire por fuente fija en algunas empresas son, guardadas las proporciones, tan perjudiciales para el ambiente como un combustible de mala calidad. De ahí, la necesidad de seguir aplicando una política ambiental incluyente, concertada y sin protagonismos individuales.
Los pasos que se vienen dando van en la dirección correcta pero, como lo hemos advertido en otros editoriales, el reto más importante que tiene la región metropolitana es adecuar un sistema integrado de transporte masivo eficiente, seguro y amigable con el ambiente, que desestimule el uso del carro.
Poco nos ganamos con tener mejor calidad de diésel y gasolina, si la gente no encuentra alternativas de movilización distintas al carro y la ciudad sigue atorada en los retrasos de las obras viales y los aplazamientos para la entrada en operación de metroplús. Ahí sí, apague y vámonos.
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