Para nadie es un secreto que el gobierno del presidente Uribe heredó un Sena rezagado y burocratizado. No fue una labor sencilla la que tuvo que llevar a cabo Darío Montoya como director del organismo de la época quien, en compañía de su equipo directivo y con el apoyo del alto gobierno y de los miembros del consejo directivo (sindicalistas y empleadores) consiguieron convertir el marchito Sena en un modelo de gestión con reconocimiento nacional e internacional.
El Sena pasó de manejar 630 mil millones en el año 2002 a 1,5 billones de pesos en el 2010. Aumentó de 8.819 cupos al inicio del gobierno a 450.000 en 2010. Consiguió acuerdos de integración con 2.851 entidades de educación técnica como fue el caso del convenio firmado con los padres Salesianos. Se multiplicaron por siete los cursos de formación y de educación titulada. Y los contratos de aprendizaje aumentaron de 34.000 a 125.000 en el mismo periodo. Por si esto fuera poco, su presencia subió de 450 municipios a 1.093.
Unas cifras nada despreciables que hablan por sí solas y que muestran cómo el Sena se convirtió en una sólida institución no sólo de formación profesional sino de cohesión social.
Lástima que en los últimos tiempos, a raíz del cambio de administración, la entidad pareciera abocada a una especie de proceso de hibernación que amenazaba con derrumbar su prestigio. No en vano, el Sena, que estaba en la lista de las entidades de mayor reconocimiento en el país desde el 2006, en 2011 ya no aparece.
Es por eso que aquellos que conocimos, sentimos y vivimos el proceso de transformación del Sena reconocemos que el cambio que se da en la dirección, aunque es necesario, fue un poco tardío. El Sena perdió, en el último año, la flexibilidad, celeridad y capacidad de anticipación que le dio la anterior administración y no avanzó en la cobertura.
Se frenó la descentralización administrativa y operativa en favor de los centros de formación. Estos centros, que podían responder directa y ágilmente a las necesidades que en la región tenían los empresarios, los trabajadores y la comunidad, se encuentran ahora prácticamente estancados esperando las directrices que manden de Bogotá.
El proceso de "centralización" de la información que fue construido con un novedoso sistema que auditaba en línea los procesos, ayudaba a diseñar currículos flexibles, trazaba rutas de aprendizaje y facilitaba la consulta en línea. Ahora extrañamente se encuentra "oculto", pues al parecer, la información debe ser revisada previamente por la "dirección". A esta fecha (tercera semana del 2012), no se conocen todavía los resultados del 2011, pues están en revisión y consolidación y pretenden hacerlos públicos a mediados de febrero.
Tampoco se ha entendido el despido de más de 20 directores regionales o de centro, seleccionados muchos de ellos por un proceso de meritocracia. Una decisión cuestionable que no sólo priva al Sena de la experiencia de estos profesionales, sino que abre un interrogante sobre la demanda que muchos de estos exfuncionarios ya presentaron contra la entidad.
Ojalá que con el nuevo nombramiento al frente de la entidad, el Sena consiga despertar de su letargo.
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