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Una historia del Apocalipsis

  • Una historia del Apocalipsis | Juan José Hoyos
    Una historia del Apocalipsis | Juan José Hoyos
04 de septiembre de 2010
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Por momentos parece una historia tomada del Génesis: "Y dijo Dios: que se junten las aguas de debajo del cielo en un solo sitio y que aparezcan los continentes. Y así fue. Y Dios llamó a los continentes: tierra, y a la masa de las aguas la llamó: mar. Y vio Dios que era bueno". En verdad, es una historia del Apocalipsis. El Hombre destruye la Tierra, su única casa en el universo, y la tierra vuelve a juntarse con las aguas.

La hallé en las páginas de este diario en una de las tantas mañanas heladas y lluviosas de la ciudad de la eterna primavera. El título evoca una noticia policial: "El mar se roba volcán de Arboletes". Es la historia de una batalla entre un volcán y el mar. Las voces de la gente, recogidas por el periodista Gustavo Ospina, cuentan lo que ha pasado: "Cada que la marea sube, se traga y se traga tierra". "Eso era muy amplio patrón, pero ya no hay nada". Hace veinte años, en el mismo lugar, había casi 200 metros de arena blanca donde la gente podía echarse a broncear la piel.

"Lo sostienen todos en el pueblo. El mar, que fue su aliado, lo ha ido derrotando como un monstruo que se traga todo lo que se le atraviese", cuenta el periodista. "En un recorrido que hicimos con los dolientes del problema pudimos apreciar cómo cada día las aguas del mar han ido erosionando la tierra. Ya en el tramo de unos treinta metros que separa el mar del volcán se ha formado una grieta casi de tres metros de profundidad por la que están rodando hacia el océano cantidades de lava".

El escenario de la historia es un bello pueblo de Antioquia situado junto al mar Caribe, en los límites con el departamento de Córdoba. Su nombre significa "tierra de árboles". Hasta los primeros años del siglo XX, era un bosque natural sembrado con árboles de mucha altura. Entre 1920 y 1940, fue poblado por gentes que venían de los poblados y las islas del Caribe y del valle del Sinú: la Isla de Barú, San Bernardo del viento, Santa Ana, San Antero, Tolú, Lorica y Puerto Escondido. En 1929 tenía unos 2 mil 500 habitantes que vivían de la pesca y la agricultura. También había algunos hatos ganaderos. Con el paso del tiempo, casi todos los bosques desaparecieron para dar lugar a una próspera industria ganadera. Hoy la ganadería extensiva y los pequeños cultivos de productos básicos como el maíz, el plátano, la yuca, el ñame y el arroz son el sustento de su economía. También el turismo, por la belleza de sus playas y por el volcán. Un volcán de lodo al que la gente le atribuye propiedades medicinales.

Mientras leía la crónica, tratando de espantar el frío imaginando una playa de arenas blancas llena de palmeras, bajo un cielo azul, mi mente vagaba a miles de kilómetros. Pensaba en los incendios forestales en el sur y el centro de Rusia que destruyeron este verano más de un millón de hectáreas de bosque y quemaron pueblos enteros; miles de personas perdieron sus casas y no se sabe aún cuántas murieron; el fuego, avivado por intensas ráfagas de viento, destruyó más de la cuarta parte de las cosechas de cereales del país y estuvo a punto de provocar incendios en varias centrales nucleares; densos nubarrones de humo cubrieron los cielos de Moscú y Petrogrado durante varios días. También pensaba en las lluvias, las inundaciones y las avalanchas de lodo en China y Pakistán. En China, por lo menos dos mil personas murieron, 500 desaparecieron y 50 mil fueron evacuadas en el norte y el oeste del país. En Pakistán, sepultaron bajo el agua al menos 160 mil kilómetros cuadrados de tierras; entre 15 y 20 millones de personas tuvieron que abandonar sus casas y sus campos de cultivo; fue un tsunami en cámara lenta.

Una fotografía me devolvió a la historia del volcán: "Al principio el daño fue muy lento, casi ni se notaba, pero en los últimos años la cosa se ha acelerado y si no se frena a tiempo el desenlace será fatal? La gente pide que el presupuesto que ahora se invierte en los espolones para defender la zona urbana de Arboletes se dedique a construir defensas para el volcán". La gente desfilaba por las playas con pancartas, pidiendo ayuda. Pensé: en Rusia son las llamas, en China y Pakistán, el agua. Y en Arboletes, el mar. Esto es como pedirle clemencia de rodillas a una tempestad.

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