Los panfletos amenazantes que un grupo clandestino que dice llamarse "autodefensa gaitanista de Colombia" hizo circular por algunos municipios del Urabá y del Occidente antioqueños, no son otra cosa que la estrategia de unos narcos que ahora quieren hacerse pasar como paramilitares para provocar más terror entre la población.
Lo que no tuvieron en cuenta quienes intentan pescar en río revuelto es que Urabá hace rato superó el mal de los temblores, a unos costos en vidas y económicos incalculables, porque vivió como pocas regiones del país las plagas de la guerrilla y los paramilitares y ha encontrado caminos de reconciliación y progreso, de la mano de su gente y de sectores productivos que le apostaron y le seguirán apostando al desarrollo y la inversión.
El progreso de Colombia pasa por Urabá y no es hora de salir corriendo. Las amenazas están latentes, porque en una especie de repliegue estratégico para huir de la persecución implacable de la Fuerza Pública, ahora los narcos quieren comprar franquicias como paramilitares y buscar una "legitimidad" social que nunca obtuvieron, pues su dominio territorial en esa región fue producto de las masacres y del uso desbordado de la fuerza.
Ahora, cuando la guerrilla está en sus estertores y el paramilitarismo fue desmontado por acción del Gobierno y su Seguridad Democrática, es cuando debemos ratificar el compromiso que como sociedad tenemos con Urabá, con Occidente y con todas aquellas regiones que todavía sufren los rigores del conflicto y los estragos del narcotráfico que todo lo destruye y lo corrompe.
Ni el olvido que durante décadas tuvo a Urabá condenada al subdesarrollo, ni los grupos armados ilegales, ni la revaluación que tanto ha golpeado el corazón de la economía de la región, el banano, han podido doblegar el espíritu de trabajo y superación de los urabaenses.
Mucho menos lo hará ahora un panfleto clandestino con olor a droga, porque lo que consiguieron fue poner de pie y con decisión a los alcaldes, los gremios, la Fuerza Pública y a la población para enfrentar esta nueva amenaza. Y se hará no sólo con más soldados y policías, que son fundamentales, sino con grandes proyectos de inversión y desarrollo: la doble calzada, el puerto, la planta de aluminio y Pescadero-Ituango, en los que hay 5.000 nuevos empleos y recursos por 6.000 millones de dólares.
Eso es lo que, precisamente, no quieren los narcos, que lleguen el desarrollo y las oportunidades, pues su negocio se ha nutrido de las iniquidades y la cultura del dinero fácil.
Urabá, por fortuna, ya quemó esa etapa y no aceptará, con la ayuda de todos, volver al oscurantismo de la violencia y la muerte. Ni un paso atrás.
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