Miércoles 2 de octubre, 2:30 de la tarde. La Policía detiene en el barrio de Santa Fe de la localidad bogotana de Bosa a la joven que ordenó el asesinato de Carlos Andrés González Zabala, el "niño mariachi" de 14 años que el pasado 15 de agosto fue asesinado de 21 puñaladas en el santuario de La Peña. A la niña le molestaban los piropos que le regalaba Carlos y decidió acabar con su vida. El día de su muerte, engañado por su amada, Carlos fue al santuario de La Peña, donde le esperaban Álvaro Lombana, el novio de la niña (de 18 años), y otro menor (de 16) quienes, según la investigación, una semana atrás habían acordado con la joven el asesinato. El menor le asestó las 21 puñaladas. Luego, el cuerpo de Carlos, aún con vida, fue arrastrado por los tres jóvenes hasta una cueva y cubierto con piedras.
Jueves 3 de octubre. Unos chavales están a punto de echar a rodar un balón en el campo de fútbol de una zona rural de San Carlos, en el departamento de Córdoba. El público jalea a los jóvenes mientras estos reciben las últimas consignas con la adrenalina en ebullición. De repente, unos desconocidos en motocicleta irrumpen en la cancha disparando indiscriminadamente a los jugadores. Tres adolescentes fallecen en el acto y otro más mientras es trasladado al hospital.
Seis menores fallecen de media cada día en Colombia por causas violentas. Las cifras oficiales son alarmantes. Mientras en 2007 se registraron 829 crímenes contra niños y adolescentes, en 2011 la cifra se elevó dramáticamente a 1.304. Un incremento de más del 50 %. Entre enero y agosto de 2012, la cifra de asesinatos de menores fue de 520. Trece de ellos no llegaban al año de vida. Los casos de violencia intrafamiliar anotados en 2012 no son más alentadores. Nada menos que 14.221, de los cuales 7.649 correspondieron a niñas y adolescentes. Ellas son también las principales víctimas de la violencia sexual. De los 22.597 exámenes practicados por Medicina Legal, el 84 % correspondió a mujeres. De ellas, el 85 % se practicó a niñas y adolescentes. 2.172 casos se relacionaron con niñas de cero a cuatro años, 4.387 a niñas entre cinco y 9 años, y 7.304 a menores entre 10 y 14 años.
El último informe de la Defensoría del Pueblo y Unicef revela que el 86 % de los niños reclutados por las narcoguerrillas o los grupos criminales sufrieron antes algún tipo de abuso sexual o maltrato. Desde 1990 hasta julio 2013, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) atendió a más de 5.700 niños, niñas y adolescentes víctimas del reclutamiento y la utilización por parte de grupos armados ilegales.
Otro informe de War Child Holland, Free Press Unlimited y la agencia de comunicación Pandi asegura que 21.373 niños han sido víctimas del desplazamiento forzado entre enero y agosto de 2013. El documento advierte que en los último 28 años más de cinco millones de personas han abandonado sus hogares como consecuencia de la violencia. De ellas, el 38 % han sido menores de edad, según la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas.
Colombia es un país acostumbrado a la violencia. Convive con ella desde hace demasiado tiempo y ya son varias cohortes las que la llevan grabada a sangre en la memoria. Según todos los expertos, buena parte de la violencia contra los niños y adolescentes se genera por la descomposición de la familia y refleja el prolongado conflicto que desangra al país.
El reto de este Gobierno o del que venga no es otro que acabar con esta situación, no regalar títulos de propiedad a los bandidos que tanto daño han causado. Ningún país puede permitir que sus niños se inmunicen al sufrimiento. La violencia engendra violencia.
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