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Vuelco a lo cotidiano, sin vanidades

06 de abril de 2010
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Un hombre, el protagonista de El vuelco del cangrejo, llega a un pueblo desconocido y se queda estancado, atrapado como el cangrejo que voltean los niños en una de las escenas de esta cinta cargada de metáforas.

Es un filme de la cotidianidad, de momentos estáticos e indescifrables. "No quiero que la gente espere ver una película épica, la típica Corazón valiente en el Pacífico", explicó el caleño Óscar Ruiz Navia ante un nutrido grupo de estudiantes de la Universidad de Medellín.

Es, en efecto, una película que a los ojos del público "crispetero" podría parecer lenta o que no dice nada. Pero se equivocan. "Está contada con metáforas, una forma de comunicación en la que yo planteo una cosa y vos pensás en otra", dijo el director.

En esta historia que transcurre en La Barra, una población de pescadores donde existen conflictos sociales, "no hay por qué decirlo todo. El espectador puede pensar más allá de lo que el director le está proponiendo, porque en la vida real uno no siempre tiene toda la información de lo que sucede. La película plantea una historia muy sencilla, pero es como la punta de un iceberg detrás del cual hay todo un trasfondo", comentó.

¿Es ésta una buena película hecha para festivales o para el público?
"Mi película está hecha para el público, pero lastimosamente el público aquí es muy limitado y le faltan referentes. Más que falta de cultura es un problema de sensibilidad frente al mundo, a descubrir algo que no se conoce".

"Nunca me interesé en el cine de vanidades ni de carpetas (alfombras) rojas, sino en los documentales y la vida real", insiste Ruiz Navia, quien contó para este filme con actores naturales, habitantes de ese pueblo olvidado que él ya conocía de antes, porque allá iba a acampar.

Ganadora de premios internacionales como el de la crítica Fipresci en el Festival de Berlín, lo primero en esta cinta fue el reparto que el guión, es decir, las mismas personas del pueblo inspiraron la historia.

Cerebro, por ejemplo, es el hombre nativo de 55 años, el líder de la comunidad que se enfrenta a El Paisa, como se conoce allí a todo foráneo o extranjero, no necesariamente el de Antioquia, aclaró Ruiz.

En medio de esa poesía y cotidianidad, "me interesaba plantear el origen y consecuencia de la violencia, el problema de la tierra, o cómo en un lugar lleno de mar y naturaleza su gente no tiene nada que comer".

Lo que quiere la comunidad de La Barra, aseguró Óscar, es que la gente vaya, "pero que ellos mismos puedan ser dueños del turismo, no sus esclavos".

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