Los neoyorquinos cambiaron de tema. Este mes, distinto a lo que pasa cada año, no son los Yankees el centro de las conversaciones cotidianas. Su participación en las semifinales de béisbol fue desplazada por primera vez en trece años. La crisis financiera mundial, que se ha ido difundiendo desde los mercados neoyorquinos, logró lo que ni siquiera habían alcanzado las elecciones presidenciales y se siente en el estado de ánimo de sus habitantes y en sus conversaciones cotidianas.
Y aunque no sea una tragedia evidente y rotunda como los fueron los ataques terroristas de 2001, todos saben que el desplome diario de los indicadores económicos, que muchos no entienden, anuncia un punto de quiebre en la historia reciente del país.
Se habla más del miedo por la situación económica y las preferencias por uno u otro candidato según sus propuestas para la situación doméstica. Hay recelo, ansiedad y sobre todo incertidumbre. Vendedores de artículos de lujo, empleados de parqueaderos, y sobre todo, miembros del mundo financiero, opinan de lo que ha venido ocurriendo las últimas semanas.
Gregory Mitchell, economista vinculado a una firma de capital de riesgo, dice que todas las operaciones están congeladas y todos hacen cuentas de sus pérdidas. "Me siento inseguro del futuro. Con mis colegas hemos tenido que reevaluar nuestras metas al corto plazo. Si conservamos nuestro trabajo, ya no podemos pensar en buscar otro que sea mejor. Pensamos que es un tiempo perfecto para estudiar una maestría. Es probable que las aplicaciones para las escuelas de negocios superen los niveles del pasado".
Ya se empiezan a aplicar cambios en sus vidas presentes, dice Mitchell: "Yo salgo lo mismo que antes, pero no voy a hacer compras grandes como trajes, un nuevo televisor. Ya hemos perdido la esperanza de recibir los bonos de fin de año". Tales bonificaciones representan las grandes retribuciones que reciben los empleados del mundo financiero.
Steven Holz, administrador de H. Herzfeld, un almacén de ropa elegante para hombres en el Upper East Side, corrobora el anterior temor: "Nunca en mi vida he visto algo así. La gente no sabe qué va a pasar. Las ventas no son como deberían en esta época del año".
Ricardo Garzón, empleado boyacense de un parqueadero cerca de Wall Street, dice que los negocios venían mal desde principios de año. "Normalmente acá se estacionaban 70 carros, pero ahora no son más de 40 ó 50. La diferencia se explica por los que prefieren caminar varias cuadras y guardar sus vehículos en otros lugares para ahorrar dinero. Están preocupados. Además han reducido las propinas". El parqueadero en la Gran Manzana es, tal vez, el más costoso del mundo. Con tarifas de 15 dólares la hora, algunos de ellos.
Tensión y aburrimiento
El periodista argentino Hernán Iglesias, autor del libro Golden Boys, Vivir en los mercados, sobre banqueros, economistas y traders argentinos de Wall Street, asegura que la crisis ya empieza a afectar a financistas hispanos o a los que intervienen en asuntos al sur del río Grande: "En los departamentos de mercados emergentes, los que se ocupan de América Latina, hay una mezcla de tensión y aburrimiento. Tensión porque los precios de los bonos y los títulos con que operan están en baja. Y aburrimiento porque, si en algo afectó la crisis a quienes se dedican a asesorar a gobiernos y empresas de América Latina para emitir bonos, es que las operaciones se han suspendido hasta que pase la crisis".
El colombiano Itay Feldman, vicepresidente de una compañía de banca de inversión que vende bonos para municipios, ciudades y estados, reconoce que en su campo se sufre menos las altas y bajas en Wall Street, porque interactúa con gobiernos y no con compañías. "Pero mirando todo el panorama, hay mucha gente en mi industria que ha perdido su trabajo. Si los administradores quisieran reemplazar a los que tenemos cargos, podrían hacerlo fácilmente en este momento. Todo el mundo está preocupado, pero por ahora estamos tratando de hacer nuestro trabajo. Tenemos claro que a fin de año no va a haber un gran bono. Si tienes trabajo, considérate con suerte".
Juan Pablo Egui, venezolano, miembro de la ´Mesa de trading´ del Grupo Compass, dice que la frustración se siente, pero aún así piensa que es privilegiado.
"Afortunadamente, no me encuentro en una situación de incertidumbre como la que viven compañeros de Bear Stearns y Lehman Brothers, lo cual me permite no perder el sueño del todo. ¿Miedo? Definitivamente sí tengo. ¿Ansiedad? También: cada mañana al leer el diario, los correos o simplemente al encender el televisor. Nos preocupamos por nuestra empresa, nuestros clientes, pero también por nuestros trabajos".
La mayoría de los consultados coinciden en que hay intenciones de manejar los ingresos con mayor cautela, pero no dejan de entretenerse por fuera de la oficina: "A pesar de todo, se sigue buscando un desahogo, una distracción. Dependiendo de cada quien, las tendencias van entre ir a bares o restaurantes, al gimnasio, o simplemente quedarse en la comodidad del hogar", dice Egui.
En un restaurante corriente (diner) en la avenida Lexington y la calle 63 en Manhattan, dos meseros opinan, mientras el lugar permanece vacío. "La gente que vive en el área y que trabaja en finanzas, si pierde sus trabajos o recibe menos dinero, sin duda posee ahorros en el banco que le permitirán sobrevivir la crisis.
¿Pero cómo hacemos nosotros que apenas vivimos con el dinero que hacemos cada semana?", pregunta un mesero de origen árabe. A su turno una mesera rusa dice que preferiría regresar a su país antes que tener que sobrevivir una crisis acá.
"La vida en Moscú es cara y hay desempleo, pero al menos tengo a mi familia".
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6