A un ritmo muy diferente nos tenía acostumbrados el exPresidente Uribe con su estilo de ejecución durante sus ocho años de gobierno, basado en la microgerencia de problemas de tipo macro.
Tal vez, esto ha sido uno de los puntos álgidos con respecto de las diferencias con su sucesor, el actual presidente Juan Manuel Santos, quien gobierna con estilo, en el cual se demuestra iniciativa, pero en la ejecución, si llega, falla tajantemente.
Un gran ejemplo de esto fue el poco liderazgo que tuvo en la ejecución de las obras que debieron realizarse durante la tregua que nos dio el fenómeno de "La Niña" antes de afrontar la nueva ola invernal.
El Presidente actual, quien ajusta ya 18 meses al frente de los destinos del país, en lo que sí ha sido muy diligente es en crear un gran aparato burocrático y en sacar adelante reformas como la Ley de víctimas y restitución de tierras, lo cual podría verse como la fórmula necesaria para conseguir una eventual reelección de su mandato.
Pero, por el contrario, no se le ve mayor esfuerzo en poner a rodar con ahínco sus llamadas "locomotoras" y en evitar que la seguridad que ya habíamos conseguido se siga deteriorando.
Me preocupa que los gobiernos que se autodenominan a los cuatro vientos de "transparencia y buen gobierno", como lo subrayó Juan Manuel Santos en su discurso de posesión, son muy dados a pasársela analizando, planeando, estudiando, consultando, pero no ejecutando.
Tal vez, porque tienen temor a que con los riesgos que conlleva la ejecución en este país, puedan perder su autoproclamada cualidad.
Pero, en cierta forma los entiendo, porque ahora los funcionarios tienen una excusa valedera para optar por fallar más por la omisión que por la acción, debido al temor por caer eventualmente en interpretaciones de tipo político que la justicia colombiana pueda hacer en su contra.
Esperemos que en los gobernantes elegidos en Antioquia no se observe este fenómeno en el estilo de administrar lo público.
Que no se hable tanto en reuniones, en cocteles, en foros, y se pase a la ejecución real. Eso sí, a la ejecución responsable. Y para conseguirla, que no nos crean tontos, no hay que hacer tanto plan y tanto estudio; para eso se necesita simplemente una responsable y sincera voluntad política.
Por ahora, veo muchos planes, muchos estudios, muchas reformas, pero ¿la ejecución para cuándo?.
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