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Y todos tan felices

05 de noviembre de 2008
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Todo el mundo amaneció 'Obamista'. Lo que no es extraño. El oportunismo es a la política lo que el collar al perro. Se lo pone (o se lo deja poner) para salir a la calle, pero allá adentro sigue siendo el mismo que sus amos conocen.

Por supuesto que quienes siempre creímos en que la llegada de Obama a la presidencia de los Estados Unidos de América significaba, al mismo tiempo, un halo de esperanza y de frescura, y el fin de la horrible noche en que nos puso a vivir George W. Bush. Por eso, mucha gente baila hoy en una sola pata.

Como lo hacen los negros en esa nación que tardó como pocas en reconocerles el derecho a su existencia ciudadana. Las lágrimas y la emoción del reverendo Jesse Jackson en la noche del martes iban más mucho más allá de la evocación de la memoria de Martin Luther King. Ellas viajaban en el tiempo para recordar los atropellos centenarios y la mano del terror blanco del Ku Klux Klan.

O como celebran igual en Kenia o en Guantánamo. O la comunidad gay. Cada uno por íntimas razones que van desde la simple simpatía hasta la reivindicación de los derechos humanos. Claro, al lado de eso están los negocios, y en el caso nuestro el Tratado de Libre Comercio, que, de darse, ojalá resulte ser fruto de una nueva etapa en las relaciones con Estados Unidos y no herencia de lo poco o nada que le queda por hacer a Bush.

Pero toda fiesta tiene su resaca. Desde ahora mismo, a Obama le espera un mapa de conflictos por resolver, el primero de ellos la crisis económica. La cautela con que las bolsas europeas abrieron este miércoles, a diferencia de la euforia de las asiáticas, es un síntoma de que la tarea no es cualquier cosa.

Es más, la enorme popularidad del nuevo Presidente sentirá el impacto negativo de sus primeras medidas para tratar de poner freno a la caída vertical que vive su país y que arrastra a no pocos en ella. En ese sentido, Obama sólo tiene un camino: gastarse el capital político a costa de negarse a hacer populismo, algo a lo que pocos mandatarios se atreven a renunciar

Y ahí, también sin dar espera, hacen fila los demás frentes de batalla abiertos y aún prendidos, como Afganistán e Irak, y esos otros que parecen aguardar sólo una chispa para arder, como son Irán y Venezuela.

¿Qué tanto contaremos en esa agenda? El presidente Álvaro Uribe lo dijo hace pocas horas: habrá que tener prudencia y paciencia. A lo que habría que agregar buenas señales, no para complacer a Obama y a su staff, sino para entrar, como muchos otros pueblos, en esa nueva era que ya comenzó y que, vayamos acostumbrándonos, será muy diferente a la del inmediato y oprobioso pasado. Por fortuna.

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