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En la dictadura del aguacate hass en Antioquia, aún hay rebeldes que cultivan otras variedades

El departamento se convirtió en la capital del aguacate hass en Colombia, que ya es el segundo país que más exporta en el mundo. Variedades milenarias de esta fruta y otros cultivos se resisten al olvido.

  • En la dictadura del aguacate hass en Antioquia, aún hay rebeldes que cultivan otras variedades
  • La finca de Gilberto y Jhon queda en Sonsón, el tercer municipio del país con más cultivos de hass. Sin embargo, casi la mitad de sus cultivos son de otras variedades, como el Reed (en la foto). FOTO julio césar herrera
    La finca de Gilberto y Jhon queda en Sonsón, el tercer municipio del país con más cultivos de hass. Sin embargo, casi la mitad de sus cultivos son de otras variedades, como el Reed (en la foto). FOTO julio césar herrera
  • El suelo y el clima del oriente antioqueño son ideales para el cultivo del aguacate hass: hay 11.000 hectáreas cultivadas en el departamento. FOTO julio herrera
    El suelo y el clima del oriente antioqueño son ideales para el cultivo del aguacate hass: hay 11.000 hectáreas cultivadas en el departamento. FOTO julio herrera
  • En otros países de la región como Chile o Perú hay preocupación sobre la cantidad de agua que necesita el hass, en Antioquia no es el caso, a los campesinos les sobra agua lluvia. FOTO julio césar herrera
    En otros países de la región como Chile o Perú hay preocupación sobre la cantidad de agua que necesita el hass, en Antioquia no es el caso, a los campesinos les sobra agua lluvia. FOTO julio césar herrera
27 de mayo de 2023
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Una porción de 100 gramos tiene aproximadamente 24 mg de calcio, 45 de magnesio, 4 de sodio, 20 gramos de grasa monoinsaturada, 2 de proteínas, 7 de carbohidratos. Es saludable, orgánico, ergonómico, cremoso, grasoso, sabroso. Es bueno para el corazón, para el pelo, para la piel, para la vista, para la fertilidad, para el rejuvenecimiento. Es el superalimento contemporáneo.

Pero el aguacate hass es, sobre todo, feo.

Desde lejos, en las montañas del oriente antioqueño, donde hasta hace veinte años solo había café, maíz, papa, frijol, guerrilleros y paras, se ven los árboles como arbustos de pesebre viejo, enfilados uno detrás de otro, uniformados del mismo verde opaco, sostenidos sobre el mismo tallo flaco, con las hojas despeinadas y las ramas caídas de tanto cargar el peso del “oro verde”. Cualquiera podría confundir un árbol de esos con los cascos con peluca que usan los militares para camuflarse en la selva.

Debe ser la variedad de oro menos atractiva del mundo: es pequeño, negro, rugoso.

“Aguacate” viene del náhuatl “ahuacatl” que significa testículos de árbol. El hass, la variedad de aguacate que más se parece a una güeva, es a pesar de eso la que aparece en revistas, en televisión, en Instagram, en el Superbowl. El hass no ha usado a la prensa para madurarse sino para imponerse.

No tiene competencia en su especie: de los casi ocho millones de toneladas de aguacate que se producen al año en el mundo, más del 90% son de hass y más del 70% salen de América Latina, primero de México y luego de Colombia.

El año pasado en el país se produjeron 970.000 toneladas de aguacate de todas las variedades, eso es más de lo que produjo todo Asia o todo África. Fue el cuarto producto agrícola que más plata le trajo al país en el 2022 detrás del café, el banano y las flores: $178 millones de dólares, $15 millones menos que en 2021 por culpa de las lluvias y de la invasión de Rusia a Ucrania.

El presidente Gustavo Petro lleva un lustro repitiendo que es el aguacate (y por aguacate se refiere al hass y al mismo tiempo a toda la agricultura en general) el que reemplazará el dinero que recibe el país de las rentas del petróleo. Pero a pesar de que las cifras de exportaciones aguacateras son esperanzadoras, se ven diminutas, irrisorias, ridículas, como se ve un palo de aguacate al lado de una palma de cera en el Valle del Cocora, si se comparan con las del petróleo: el año pasado el país recibió por la exportación de combustibles y productos de industrias extractivas $32 mil millones de dólares, eso es el doble de lo que mueve al año la industria del aguacate en todo el mundo.

En los últimos 10 años, Antioquia creció tanto en palos de aguacate como en reguetoneros. En el departamento quedan el 22,81% de los cultivos de aguacates de todas las variedades y de cada diez hectáreas cultivadas de hass, aproximadamente cuatro quedan en Antioquia: 11.038, según Corpohass.

Pero el aguacate, como el reguetón, es un producto importado y rentable que encontró en medio de estas montañas el suelo fértil que necesitaba para pelechar.

El aguacate es una de las frutas americanas más antiguas. Hay registro de su existencia en México desde hace casi 10.000 años, desde donde se extendió por Suramérica.

La finca de Gilberto y Jhon queda en Sonsón, el tercer municipio del país con más cultivos de hass. Sin embargo, casi la mitad de sus cultivos son de otras variedades, como el Reed (en la foto). <b><span class=mln_uppercase_mln> </span></b>FOTO<b><span class=mln_uppercase_mln> julio césar herrera</span></b>
La finca de Gilberto y Jhon queda en Sonsón, el tercer municipio del país con más cultivos de hass. Sin embargo, casi la mitad de sus cultivos son de otras variedades, como el Reed (en la foto). FOTO julio césar herrera

De las tres subespecies originarias de la fruta: la mexicana, la guatemalteca y la antillana, fue esa última la que brotó en Colombia, especialmente en la zona de los Montes de María y la Costa Atlántica. El conquistador Martín Fernández de Enciso reseñó en una de sus notas de principios del Siglo XVI a un aguacate que se encontró en el pueblo de Taharo, cerca de Santa Marta: “Se parece a una naranja y cuando se parte para comérselo es de un color amarillo: lo que hay adentro es como mantequilla, tiene un sabor delicioso y deja un gusto tan blando y tan bueno que es algo maravilloso”.

De esas tres especies originales se desprenden las decenas de variedades de aguacate que existen, o existían, hasta que llegó la dictadura del hass.

Hasta antes de los 90, en Colombia se cosechaban aguacates con buena pinta: lisos, brillantes, rojizos, irregulares, simples, gigantes. Hasta hace no mucho el aguacate, como el mango, la sandía o la papaya, se apreciaba por su tamaño.

Un árbol de aguacate está compuesto por dos partes, la primera, la base, es el patrón, que generalmente es la especie original, la nativa. La segunda es el injerto, que es la que define la variedad del fruto: el choquette, el colinred, el papelillo, el fuerte, el ettinger. El hass es el más nuevo de todos, el último, el aguacate definitivo.

Apareció hace poco menos de 100 años en la finca de un cartero californiano al que un experimento con un cultivo que en su pequeña finca le salió mal. Rudolph Hass trabajaba en el servicio postal, pero debió haber sido el mejor vendedor del mundo, o su aguacate el más delicioso.

Menos de un siglo ha necesitado para convertirse en el aguacate universal. Es la moneda de cambio de los aguacates del mundo, el dólar de las monedas, el inglés de los idiomas.

A pesar de su desventaja estética y de que su contenido nutricional es casi idéntico al de las otras especies nativas y milenarias de aguacate, las importaciones y exportaciones de aguacates en todo el mundo se hacen en hass.

Las razones son varias: su textura es más cremosa y menos fibrosa que las otras, tiene menos agua, es menos simple. Su tamaño unipersonal calza perfecto con los gustos y las necesidades de la generación de los apartaestudios, las microempresas y las unifamilias. También es eficiente: no tiene vecería, lo que significa que no necesita cosechas de descanso para producir en su mejor nivel.

Pero sin duda su principal ventaja competitiva es su piel, su caparazón, su escudo tosco, rugoso, como sacado de un codo, como de fruta podrida, que permite que salga desde la finca de Jhon y Gilberto a una hora por carretera destapada desde el parque de Sonsón (Antioquia) y llegue 25 días después a un supermercado en el centro de Ámsterdam donde se vende a tres euros el kilo.

El pionero, el gran evangelizador del aguacate hass en Colombia se llama Juan Guillermo Carvajal y vive en una finca en Sonsón —el tercer municipio del país y del departamento con más hectáreas de hass cultivadas después de Urrao y Abejorral— donde ya jubilado maneja sin despeinarse la finca en la que vive con sus perros, conejos, gallinas y las más de 15 variedades de aguacate que tiene sembradas y que le producen sin mucho esfuerzo unas 70 toneladas de aguacate al año que, cuando no las regala, se las vende a sus vecinos que van a comprársela hasta la puerta de la casa.

Mientras ganaba competencias departamentales y nacionales de salto largo, Carvajal estudiaba una tecnología agropecuaria en la Universidad de Antioquia. Más tarde se graduó de administrador de empresas agropecuarias de la Universidad de la Salle. De su padre, que era jardinero, y de su gusto por las mandarinas salió su vocación de agricultor, de campesino.

Entró a trabajar al Sena a finales de la década de los 70 y se dedicó a capacitar y a formar a otros campesinos en el cultivo de frutas, lo que él ahora llama el ABC: aguacate, borojó y cítricos.

El suelo y el clima del oriente antioqueño son ideales para el cultivo del aguacate hass: hay 11.000 hectáreas cultivadas en el departamento. <b><span class=mln_uppercase_mln> </span></b>FOTO<b><span class=mln_uppercase_mln> julio herrera</span></b>
El suelo y el clima del oriente antioqueño son ideales para el cultivo del aguacate hass: hay 11.000 hectáreas cultivadas en el departamento. FOTO julio herrera

Fue entre 1987 y 1988, cuando fue a asesorar un cultivo de tomate de árbol que se enamoró de Sonsón y del aguacate. Quedó hipnotizado de la calidad de la tierra que se encontró y de un palo de aguacates que un viejo le dijo que era centenario, como él.

Compró una tierra con un amigo y sembraron aguacates de todas las variedades, pero fue el hass el que lo deslumbró. “Un monstruo de árbol”, recuerda. “Un árbol majestuoso, no como esos que se ven ahora de tallo flaco”, presume, y lo hace porque puede. En alguna cosecha de ese solo árbol , que todavía vive, sacó casi 500 kilos.

Carvajal fue el maestro, el ejemplo de los agricultores paisas que convirtieron a Antioquia en la capital aguacatera del segundo país que más produce aguacates en el mundo.

Sus alumnos dicen, y él mismo se lo reconoce, que sus árboles crecen como ninguno, que donde él saca 300 kilos por cosecha otros sacan 70, que los palos que a otros le duran 15 años a él le dan frutos durante 30. Que su ojo es clínico para escoger la tierra más rica. No fumiga, no exporta, pero en su finca crecen palos mitológicos.

En 1996 escribió el Manual práctico para el cultivo del aguacate, un texto fundacional que todavía hoy se pasa de finca en finca por todo el país entre quienes deslumbrados por el oro más feo del mundo quieren entrar en el negocio. En 1999 fue a Israel a participar en el congreso mundial de aguacate y de allá regresó convencido de que había encontrado la fruta prometida.

Dio charlas y talleres por todo el departamento, ayudó a crear las primeras agremiaciones de aguacateros, fue impulsor de la primera planta empacadora de aguacates del país que se fundó en El Retiro, y en el 2009, el mismo año que el primer contenedor de aguacate hass salió desde el oriente antioqueño rumbo a Holanda, se jubiló con la tarea hecha.

Luego de esa primera exportación que hicieron unos pocos empresarios que tenían aguacates sembrados en fincas de recreo, el rumor del oro verde se empezó a regar y la gente se lo empezó a creer, pero faltaba técnica y método. Por suerte, las condiciones naturales estaban dadas, solo era cuestión de un par de pruebas de ensayo y error para que el negocio se disparara.

Urrao, Abejorral y Sonsón tienen altitudes que van desde los 1.800 hasta los 2.400 metros sobre el nivel del mar, que es exactamente el rango de suelos que necesita el aguacate hass para florecer. Además, tienen lluvia de sobra para lo que necesita la siembra.

Mientras en Chile las organizaciones ambientalistas denuncian que los sistemas de riego de los cultivos de aguacate hass están dejando sin agua a las personas, en Colombia la producción cayó el año pasado porque llovió demasiado.

“El sistema de riego de nosotros lo maneja San Pedro”, dice Gilberto mientras recorre la finca de poco más de 1.000 árboles que empezó hace casi 12 años con su hijo Jhon en una vereda de Sonsón.

En otros países de la región como Chile o Perú hay preocupación sobre la cantidad de agua que necesita el hass, en Antioquia no es el caso, a los campesinos les sobra agua lluvia. <b><span class=mln_uppercase_mln> </span></b>FOTO<b><span class=mln_uppercase_mln> julio césar herrera</span></b>
En otros países de la región como Chile o Perú hay preocupación sobre la cantidad de agua que necesita el hass, en Antioquia no es el caso, a los campesinos les sobra agua lluvia. FOTO julio césar herrera

Gilberto tiene unos 60 años y sus manos, sus rodillas, las pecas de su cara son evidencia de que los ha trabajado todos al sol y al agua. Tiene los ojos muy verdes y sube y baja por las montañas de sus cultivos apoyado de un bastón, sin quejarse.

Juntos empezaron a sembrar aguacate, como casi todos en el pueblo, porque a Jhon le sonó la idea después de una capacitación del Sena. Además, por esa época, entre 2011 y 2012 los grupos armados salieron y a la región llegó Westfalia, una multinacional sudafricana a comprar el producto que encontraran. “Si los de afuera vienen es porque el negocio es bueno”, pensaron.

Además, el cultivo de hass no solo es rentable sino también cómodo y eficiente. A diferencia de las lecherías o del cultivo de papa o de fríjol, la cosecha del aguacate no es urgente. Da lo mismo recogerlo a las seis de la mañana que a las cuatro de la tarde, un lunes que un jueves. Un hass de exportación debe cosecharse cuando está entre un 22% y un 26% de maduración, y entre esos dos puntos pueden pasar hasta dos semanas.

Tampoco necesita mucha mano de obra, ni mucha tierra. Un solo trabajador puede hacerse cargo de unos quinientos árboles y el jornal, que ahora es principalmente venezolano, se paga a $70.000 pesos. Nadie tiene que madrugar, trasnochar ni exponerse a una tempestad para recoger los frutos del hass.

La finca de Gilberto y de Jhon es pequeña pero rentable. Al cultivo principal Jhon le puso “la cosecha del carro”, porque espera que con la próxima recogida le alcance para una Toyota. Un kilo de hass producido en condiciones eficientes puede costar $2.000 pesos y se puede vender bien a $3.500, aunque hace un par de años alcanzó a estar casi en $6.000.

Las primeras cosechas se vendieron en Países Bajos y en Reino Unido, que eran los destinos principales del hass colombiano hasta el 2017, cuando después de años de lobby político y trabajo gremial se creó Corpohass —que es el equivalente a lo que sería la Federación Nacional de Cafeteros para el café— y entonces se abrió el mercado de Estados Unidos y con ello llegó el pico más alto de la epidemia de fiebre de oro verde. Aproximadamente el 40% de la demanda mundial de hass es de Estados Unidos. El hass es como el inglés, como el dólar, como Mac Donalds; el hass es imperialista, el hass es gringo.

Con las puertas abiertas para Estados Unidos llegaron hasta las montañas más altas empleados de multinacionales chilenas, sudafricanas, ecuatorianas, mexicanas a comprar tierras sin pedir rebajas. A los locales les compraban a lo que pedían. Los dueños de las tierras pasaron a ser trabajadores de las grandes empresas.

Aproximadamente la mitad de las exportaciones de aguacate colombiano las hacen solo cinco compañías. La gobernación de Antioquia dice que no tiene un estudio ni cifras sobre el cambio en el uso del suelo a partir del boom del hass, pero para los campesinos parece obvio, evidente: donde antes había fríjol, maíz y ganado, ahora solo hay hass.

Esa acumulación de tierra le ha valido al gremio aguacatero alguna mala prensa, en especial en el Eje Cafetero y en el Tolima, donde han acusado a la extensión del monocultivo de desplazar a otras especies nativas de flora y fauna, de talar áreas protegidas y de contaminar ríos y quebradas.

En Antioquia, a pesar de que todos los agricultores consultados para este reportaje dijeron que sabían que algunas empresas talaban bosques y áreas protegidas para sembrar hass, la Corporación Autónoma Regional de los ríos Negro y Nare (Cornare), la autoridad ambiental encargada, dice que “no tiene nada de eso”.

Ahora el hass colombiano y paisa llega a casi 30 países donde se paga en dólares y en euros, pero a pesar de su demanda infinita, de su buena publicidad, de su exceso de grasa y de su coraza indestructible, en las casas de Gilberto, Jhon, Hernán, Juan Guillermo, Darío, Julián y el resto de agricultores del oriente antioqueño la arepa del desayuno se come con papelillo o fuerte o collin, pero no con hass.

En las fincas que todavía no han sido compradas por las multinacionales hay un pacto no escrito por preservar, como si se tratara de una lengua indígena, esas variedades de aguacate que nunca se han montado (ni se montarán) en un contenedor durante 20 días. Es una cuestión de estrategia de negocio: en los meses donde no hay cosecha de hass, o cuando los precios bajan porque hay una sobreoferta en el mercado mundial en las épocas de cosecha en Perú y en Chile, son las especies marginadas las que aseguran los ingresos para tanquear la camioneta nueva que dejó la cosecha.

Todavía en las plazas de mercado y en los supermercados de Medellín hay quien compre un aguacate para partir en seis o en ocho, un aguacate de un kilo o más, un aguacate al que hay que echarle sal, un aguacate bonito.

Pero resistirse a talar un árbol criollo para sembrar uno extranjero, es, sobre todo, una cuestión de honor.

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