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El último socialista del siglo XXI

Evo Morales sigue en el poder tras la salida de otros líderes de izquierda de su generación.

  • Indígenas bolivianos participan en un desfile a favor del presidente Evo Morales, quien llegó a 13 años de gobierno. FOTO efe
    Indígenas bolivianos participan en un desfile a favor del presidente Evo Morales, quien llegó a 13 años de gobierno. FOTO efe
23 de enero de 2019
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Todo ha cambiado para Bolivia desde el día histórico, hace 13 años, en el que Evo Morales se convirtió en el primer presidente indígena de ese país y de América. Todo menos el propio Evo, quien ayer se ratificó, no solo como el mandatario que más tiempo ha gobernado en Bolivia –tras las modificaciones que ha promovido de las normas electorales–, sino como el último sobreviviente del socialismo del siglo XXI.

Esa fue la principal diferencia entre dos escenas que podrían confundirse: su discurso hace 13 años y su discurso ayer, ambos centrados en la dignidad de los indígenas y los pobres como prioridad del Estado.

El cambio real estaba en el público, en la ausencia de aliados como Hugo Chávez de Venezuela, Néstor Kirchner de Argentina y Luiz Inácio Lula da Silva de Brasil.

Los dos primeros están muertos y el tercero está encarcelado, condenado por corrupción. En contraste, Evo se mantiene como precandidato para las elecciones de octubre, pese a que en 2016 un referendo le negó la opción de volver a aspirar a la presidencia por cuarta vez.

Su intención, ilegal para la oposición, pero respaldada por el Tribunal Constitucional de mayoría oficialista, es conservar el poder al menos hasta el bicentenario de Bolivia en 2025.

Sucesor infiel de Mandela

Según Jorge Lazarte, analista político boliviano y exvicepresidente de la Asamblea Constituyente, Morales ha implementado una estrategia nacionalista que ha eliminado a la oposición y estatizado la propiedad privada al punto de controlar el 40 % de los ingresos del país.

Como en el caso de Venezuela, esta táctica coincidió con el alza en los precios de las materias primas, el cual le dio un margen de maniobra para llevar a cabo reformas sociales.

La diferencia, como señala Luis Felipe Buitrago, politólogo y analista internacional de la Universidad de Antioquia, es que en Bolivia los cambios fueron conducidos por un líder enfocado en los problemas internos y con un tono poco beligerante.

Este pragmatismo le ha permitido que el Producto Interno Bruto (PIB) de su país se mantenga en un crecimiento promedio del 5 %, inmune a los declives que han presentado Argentina y Venezuela, y que el porcentaje de población en la pobreza baje de 60 a 36, según el Instituto Nacional de Estadística (INE).

Unos logros que, en el país con el peor índice de desarrollo humano de Suramérica, explica Lazarte, han convertido a su gestor, en una suerte de mesías, en un Mandela de los indígenas, como él mismo se nombró indirectamente en su discurso de 2006, en el que comparó a Bolivia con Sudáfrica.

Sin embargo, para Lazarte, la intención de Morales de querer permanecer en el cargo luego de 13 años, demuestra que este solo prestó atención a la primera mitad del legado de Mandela –el que implicaba llegar al poder– e ignoró la segunda: tener la grandeza para abandonarlo

62 %
de los bolivianos son indígenas, un bastión electoral para Morales.
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