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La tregua en Afganistán, como la mayoría de altos al fuego en las guerras, llega tarde para cientos de familias. El silencio parcial de las armas, decretado este lunes por los talibanes, irrumpe además en un momento de confusión. El último dolor apunta a una escuela de mujeres en donde, debido a explosiones que ningún grupo reclama, murieron 85 personas y 147 más resultaron heridas.
Las sobrevivientes parten el tiempo en tres instantes. La muerte se sucedió el pasado sábado en medio de tres explosiones, una tras de otra, a la salida escolar de una institución de secundaria del barrio de Dasht-e-Barchi, al oeste de Kabul, la capital afgana.
La hora elegida, hacia las 16:00, fue un momento concurrido de una ciudad de 4,5 millones de habitantes. Miles de personas vivían la antesala del inicio de Eid al-Fitr, la celebración del fin del Ramadán, un mes sagrado para los musulmanes de ayuno y oración.
“Esto es un ataque contra la población chiíta afgana. Y esto es importante porque implica que aquí, como también pasa en Irak, Yemen, Siria e incluso en algunas partes de Pakistán, no se ha podido detener la violencia con raíces profundas entre grupos chiítas y sunitas (las dos grandes ramas del islam)”, explica Mauricio Jaramillo Jassir, profesor de conflictos y relaciones internacionales de la Universidad del Rosario. El barrio donde ocurrió la tragedia, Dasht-e-Barchi, es una zona habitada principalmente por la minoría étnica hazara, conformada mayoritamente por chiítas.
De hecho, esta es una de las razones que permitirían señalar al Estado Islámico (EI), y no al grupo Talibán, como el autor del atentado. Si bien nadie se ha atribuido el ataque, la comunidad hazara ha sido ya víctima de atentados del EI en el pasado, como el de octubre de 2020 cuando el grupo terrorista atacó a un local de estudios de esa minoría chií en Kabul, dejando 24 muertos.
Aún así, los talibanes y el gobierno afgano, partes de una negociación hacia un acuerdo de paz que inició el 12 de septiembre de 2020 y permanece estancada, no desaprovecharon la oportunidad para culparse mutuamente del atentado.
“Este ataque no solo pone en tela de juicio la viabilidad del proceso de paz y estado afgano, sino la estabilidad de toda la región donde se sigue corroborando el choque entre los dos grupos”, señala Jassir. El de Dasht-e-Barchi es el ataque más violento de las últimas semanas, pero no el único. Este lunes, 11 civiles murieron y otros 28 resultaron heridos mientras se movilizaban en un bus en la provincia de Zabu. Al paso del vehículo se activaron dos bombas dejadas en la autopista, una práctica de la que el gobierno responsabiliza a los talibanes.
El rechazo a ambos atentados ha sido unánime en la comunidad internacional. China, que comparte frontera con Afganistán, responsabilizó a Estados Unidos. “Anunció de forma abrupta su retirada, lo que ha llevado a explosiones sucesivas en muchas partes de ese país”, indicó la portavoz de Exteriores Hua Chunying en un comunicado. Se refería a la decisión del presidente Joe Biden de concluir la retirada de los soldados norteamericanos presentes en suelo afgano el próximo 11 de septiembre.
Durante el primer trimestre de 2021 el número de víctimas civiles en el conflicto afgano aumentó un 29 %, según la ONU. “Los talibanes están enviando un mensaje: estamos presentes y vamos a jugar un papel en la política afgana”, explica Manuel Rayran Cortés, magíster en Diplomacia y Resolución de Conflicto y profesor de la Universidad Externado. “En parte sí existe una relación más o menos causal entre la situación y la decisión de Biden, pero tiene un impacto en multiactores”.
El papel que decidan jugar las grandes potencias de la región en el conflicto afgano sigue siendo vital para la posibilidad de una salida negociada. China y Pakistán son las más directamente involucradas, “A Pakistán no le conviene que haya un conflicto. Desde que empezó el proceso de paz ha jugado un papel de intermediario”, explica Rayran. “No le conviene porque esta recibiendo financiación de China para crear la unificación de la Ruta de Seda. Ambos países necesitan que haya estabilidad en Afganistán”.
El alto al fuego decretado por los talibanes durará tres días, lo que duran las festividades del Eid al-Fitr. Tras eso, la sociedad afgana volverá al conteo interminable de víctimas.