Miles de inocentes están atrapados por la violencia reincidente que alimentan el gobierno de Siria, el Estado Islámico y otros grupos rebeldes. Según reportó la ONU, existen al menos 230.000 personas sin salida en tres localidades.
En primer lugar, en Alepo, una de las ciudades más asediadas por los enemigos del Gobierno, alrededor de 150.000 civiles se ven afectados por el conflicto entre los rebeldes, mientras el gobierno recuperó la ruta principal que conduce a ella.
Por otro lado, Daraya, a las afueras de Damasco, es el escenario donde 8.000 civiles huyen de los ataques que la oposición le da a los oficiales.
Más aterrador aún, en Manbech, ciudad controlada por el EI, se esconden más de 70.000 personas que muchas veces se ven obligadas a trabajar para el grupo extremista. Los civiles también son atacados por explosivos que vienen de parte del gobierno.
El pasado 14 de julio, el secretario de Estado de EE. UU., John Kerry, se reunió con el presidente ruso, Vladimir Putin, para proponerle un acuerdo que consistiría en bombardear al EI, pero hasta ahora no se conoce respuesta alguna.
El experto en el Medio Oriente, Hasan Turk, piensa que los países con tanto poder deben dejar a un lado las diferencias en intereses económicos o políticos, y acordar una solución para el drama que están viviendo las personas atrapadas, no solo desde hace unas semanas, cuando se intensificó, sino desde el inicio del conflicto, en 2011.
“El rol de la ONU en este caso debe ser el de exigir a gobiernos que alivien los momentos de crisis de los que están sufriendo injustamente”, considera el experto.
Por otro lado, Mauricio Jaramillo, internacionalista de la Universidad del Rosario, dice que la ONU no tiene margen de interlocución entre EE. UU. y Rusia para que lleguen a un acuerdo. Lo que sí considera es que el organismo podría canalizar los esfuerzos de los Estados y apoyar en el tema de refugiados.
El internacionalista agrega que a raíz del atentado de Niza, los países tienen “más razones de peso para calmar el conflicto en Siria”.