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Caso Floyd: símbolo poco usual en justicia de EE. UU.

El presidente Biden calificó la sentencia de “un paso gigante para la Justicia” de su país y admitió que es “poco frecuente”. Panorama.

  • Tras conocerse el veredicto del jurado, se desataron celebraciones en varias ciudades de EE. UU. FOTO Getty
    Tras conocerse el veredicto del jurado, se desataron celebraciones en varias ciudades de EE. UU. FOTO Getty
22 de abril de 2021
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El juez Peter Cahill preguntó doce veces, jurado por jurado, si la sentencia era condenatoria. Sí. Sí. Sí. La afirmación se repitió en el recinto, un poco más de la mitad de las 20 veces que George Floyd rogó respirar durante 8 minutos, según el video que dio a conocer su muerte. De tapabocas, con la mirada fija en el estrado, el expolicía Derek Chauvin escuchó el veredicto, tan impávido como parecía en aquel video de 2020 en el que asfixiaba hasta la muerte a Floyd. En las calles de Minneapolis corrió la esperanza del comienzo de una nueva era.

“Los negros, y las minorías en general, han sido victimizados en este país”, describe Patricio Navia, profesor de estudios liberales de la Universidad de Nueva York. “Han sentido históricamente que la justicia no es pareja. Lo que pasó en esa corte refleja un paso importante hacia una sociedad en la que todos los ciudadanos sean iguales”. Una en la que los tribunales no sean laxos con aquellos que se sientan en el banquillo con la sombra de una placa.

En EE. UU. no existe una base de datos pública que siga la pista de presuntos delitos cometidos por policías en ejercicio, algo criticado duramente por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). La labor ha quedado entonces depositada en la sociedad civil.

El Programa de Justicia Criminal de la Universidad de Bowling Green State, en Ohio, intentó llenar el vacío. Creó una base de datos que se puede consultar online y que enlista a policías acusados de algún delito, diferenciándolos por categoría: asalto, conducción, relaciones con drogas, hurto, homicidio, etc.

Su director, el profesor Philip Stinson, dijo a BBC Mundo que desde 2005, año en que comenzaron el registro, “solo 110 oficiales fueron acusados de asesinato u homicidio resultantes de un tiroteo en servicio”, pese a que desde ese año, 15.000 muertos de ese país estaban relacionados con asuntos que involucran a oficiales. De los 110 acusados, que aparecen en esa base de registros, 35 fueron condenados.

“En EE. UU. hay muy pocas sentencias por violencia policial”, explica Navia, que ha hecho seguimiento al tema.

La condena de Chauvin fue descrita por el presidente Joe Biden como “un paso gigante para la justicia en Estados Unidos”. Y agregó: “Que quede claro que este veredicto es muy poco frecuente. Fue un asesinato a plena luz del día, y le quitó al mundo la venda de los ojos para que viera el racismo sistémico”.

El expolicía fue declarado culpable por tres cargos de homicidio. Si bien los años que pagará en la cárcel se conocerán en ocho semanas, el veredicto fue destacado.

“Tuvieron que converger varios factores de forma extraordinaria”, expresó Biden, entre ellos la movilización social que se desató tras el homicidio. “La mayoría de Policías llevan la chapa con honra”, agregó, “pero los que no pueden cumplir, deben ser hallados como responsables. Y este veredicto lanza ese mensaje”.

El racismo sistémico al que se refiere Biden se retrata en el informe “Violencia policial contra afrodescendientes en Estados Unidos”, publicado por la CIDH en 2018. Allí se denuncia “un patrón reiterado de impunidad en los homicidios de afrodescendientes por parte de la policía”.

Racismo sistémico

Ese informe señala que “la población afrodescendiente en las Américas es más susceptible de ser sospechosa de cometer crímenes, perseguida por la policía, procesada y condenada”. Agrega que los miembros de la fuerza del Estado están implicados en la muerte de alrededor de 1.000 ciudadanos en el período analizado: 2015 (993); 2016 (960) y 2017 (986).

En ese grupo, concluye el CIDH, los afroamericanos constituyeron en promedio de más del 20 % de esas víctimas mortales, pese a que representan el 13 % de la población total. Entre las razones que encuentra la CIDH, al basarse en la historia del país, es que “la fuerza excesiva es posible debido a un marco jurídico inadecuado para garantizar que el uso de la fuerza cumpla con el derecho internacional”.

Para ejemplificar esta afirmación, la CIDH reportó el caso de un oficial blanco despedido de su trabajo por no haber disparado contra un hombre negro en una operación. “Evidenció hasta qué punto la legislación y la práctica estadounidenses pueden favorecer el uso de la fuerza, aún cuando sea innecesario”. En 1967 la Corte Suprema de Justicia instauró lo que se conoce como “inmunidad cualificada”, en la que básicamente se protege a los funcionarios de ser llevados a la justicia por “errores de buena fe” cometidos durante su accionar.

Además, muchas denuncias no lleguen a tribunales. La Oficina de Estadísticas Judiciales indica que en promedio más del 90 % de estas, presentadas a grandes agencias de control estatales y locales, fueron desestimadas. Según la CIDH, eso se explicaría porque muchos departamentos de policía no están capacitados para investigar estos casos.

Otro agravante en la posible configuración del abuso policial tiene que ver con parte de sus facultades básicas: en EE. UU. un agente lo puede detener si tiene una “sospecha razonable” formada “objetivamente” de que usted participa o está a punto de participar de un acto delictivo. Según la CIDH, la misma Corte Suprema que instauró la “inmunidad cualificada” determinó “que el hecho de que un hombre negro se encuentre corriendo en una zona de ‘alta criminalidad’ puede ser motivo suficiente para una ‘sospecha razonable’”.

Este miércoles, un día después de la sentencia contra Chauvin, Merrick Garland, fiscal general del país, anunció el inicio de una investigación por parte del Departamento de Justicia para determinar si existe “un patrón o práctica” ilegal en las acciones policiales en Minneapolis, ciudad en la que fue asesinado Floyd, que pueda llevar a cambios.

“Estados Unidos, como otros grandes países, tiene el desafío de convertirse en una democracia multirracial”, señala Navio, “y hay avances. El hecho de que esta comunidad ya tenga una voz provoca tensiones y conflictos”, necesarios para avanzar.

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