En el último siglo, tres han sido los presidentes de Estados Unidos que han cambiado el país de forma permanente: Franklin D. Roosevelt, cuando en 1933 enfrentó la Gran Depresión con una política intervencionista que redinamizó la economía; Ronald Reagan, cuyo hito en los 80 fue desmantelar el estado de bienestar creado por Roosevelt, y Barack Obama, que en lugar de unificar al país, delimitó claramente sus diferencias entre 2009 y 2016.
Así lo infiere José Gabilondo, investigador de temas políticos en la Universidad de la Florida, aclarando que “aunque bueno o malo, gustando o no a la opinión pública”, Obama es uno de los mandatarios que dejó huella en la historia de Estados Unidos.
No obstante, otra es la opinión de Juan Hernández, estratega del Partido Republicano y convencido de que “la gran palabra de esta presidencia ya no es cambio y esperanza, como se prometió, sino decepción”.
Con estos contrastes, que evidencian la percepción ciudadana sobre el líder, concluye su último año el primer presidente de color de Estados Unidos, el mismo que retomó relaciones con Cuba y que se enfrentó a un Congreso de mayoría opositora y también el que tendrá que heredar su mandato a un polémico magnate. Aquí sus victorias y fracasos en temas clave, a dos meses de dejar el poder.
Armas de doble filo
Durante el gobierno de Obama se hizo más evidente la peligrosa mezcla entre viejas heridas raciales, temor a la diferencia, uso ciudadano de las armas y abuso de la fuerza policial. Dos hechos alertaron en su último año como mandatario: el asesinato de 49 personas en una discoteca gay de Orlando, a manos de un ciudadano de origen afgano, y la muerte en menos de una semana de siete personas (dos afroamericanos y cinco policías) presuntamente en razón de su color de piel.
Y es que mientras EE. UU., con menos del 5 % de la población mundial, tiene entre el 35 y el 50 % de las armas de fuego de propiedad de los civiles en el mundo, los afro tienen tres veces más posibilidades de ser asesinados que los blancos y el 97 % de sus muertes por parte de uniformados no resultan en condenas.
En estas condiciones, dice Jonathan Masters, del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR), era urgente un compromiso político y legislativo para prohibir las armas de asalto semiautomáticas y obligar a la verificación de antecedentes. Sin embargo, continúa, la propuesta fue derrotada en el Senado en 2013, y Obama nunca logró el consenso necesario en el Congreso.
También, dice Emilio Viano, catedrático de la American University, aunque el presidente tomó una serie de medidas en enero, que incluyeron ampliar los controles de antecedentes para la mayoría de compradores de armas, le faltó una reestructuración de la forma en que se entrenan las fuerzas policiales y de cómo la justicia actúa con ellos. “Fue un desacierto y un error de voluntad”, concluye.
Hito de un acuerdo nuclear
Movidos por la gestión diplomática de Estados Unidos, ese país, junto con China, Rusia, Reino Unido, Francia y Alemania, firmaron un acuerdo histórico con Irán para disminuir su arsenal de uranio y dar fin a 15 años de sanciones.
Aunque para algunos el acuerdo es excesivamente conveniente con los intereses de Irán, es frágil y dependiente de coyunturas políticas (la llegada de Donald Trump al poder, por ejemplo), también hay buenos pronósticos de que ha sido favorable para la seguridad mundial y consiguió controlar las ambiciones nucleares de Medio Oriente.
A Aaron David Miller, investigador del Wils+on Center para la investigación, le inquieta que, según informes de inteligencia de Alemania, el régimen del ayatolá Alí Jamenei continúa desarrollando misiles balísticos y comportándose agresivo en la región, apoyando al régimen sirio y reforzando su discurso antiestadounidense y antisemita.
Sin embargo, Rafael Piñeros, experto en Seguridad y Terrorismo de la Universidad Externado, hace notar que el acuerdo es técnico y no contempla aspectos políticos, de manera que el objetivo de Obama va por buen camino: los compromisos de entregarle a Rusia el uranio enriquecido que poseían, de cerrar o disminuir el numero de centrífugas, de permitir visitas periódicas de miembros de la Agencia Internacional de Energía y del Consejo de Seguridad de la ONU y de usar la energía nuclear solo para fines pacíficos, se han cumplido.
Cuba, a medias
El restablecimiento de las relaciones con Cuba fue para el gobierno de Obama el resultado más significativo de su política exterior. La reapertura de las embajadas, que se permitiera de nuevo el correo postal directo y se diera aval a viajes individuales a la isla con fines educativos, rompió medio siglo de distancias, lo cual se reforzó con la visita del presidente estadounidense y su familia en marzo, la llegada desde Miami del crucero Adonia y la realización en La Habana de un desfile de modas de la casa Chanel.
No obstante, las promesas de Obama quedaron a medias. Iroel Sánchez, académico castrista, dice que las sanciones de Estados Unidos sobre la economía cubana siguen vigentes y, mientras tanto, las empresas cubanas no pueden usar el dólar en transacciones internacionales. Al fin del embargo, que sigue pendiente, se suma que el fin de la ocupación militar del territorio que ocupa la base naval de Estados Unidos en Guantánamo, y que el líder estadounidense prometió, tampoco se dio.
Para Sánchez, la falta de voluntad política de Obama y su escaso consenso con el Congreso (que es de mayoría republicana y debe aprobar ambas iniciativas) son las razones del estancamiento. En cambio, Eric Olson, director del Programa América Latina del Centro Wilson para la Investigación, considera que las principales dificultades para los acuerdos están del lado del gobierno cubano, mientras las reglas han sido flexibilizadas por la administración Obama.
Firma por el Planeta
El Protocolo de Kioto fue un vergonzoso fracaso de la diplomacia. Nunca logró reducir un 5 % de las emisiones contaminantes entre 2008 y 2012, simplemente porque Estados Unidos y China (los dos mayores emisores de gases) no lo firmaron.
No obstante, la Conferencia Internacional sobre Cambio Climático (COP21), en París, comprometió por primera vez a estos dos monstruos de la producción industrial para que reduzcan sus emisiones de gases de efecto invernadero. El primer paso lo dio el presidente norteamericano, dejando boquiabiertos a quienes dudaban de su interés en el tema.
El respaldo (firma y ratificación del acuerdo) de Obama y de Xi Jinping, su homólogo en Pekín, movió a una centena de países a hacer lo mismo, logrando así, que se superara el umbral de 55 naciones con el 55 % de las emisiones mundiales que se necesitaban para hacer efectivo el pacto, con el que el mundo fija objetivos para evitar que la temperatura media mundial aumente en dos grados, como prevén los científicos.
¿Y la reforma migratoria?
Entre las promesas bandera de Obama estuvo tramitar en el primer año de sus dos gobiernos una reforma migratoria para resolver la situación de 11,3 millones de indocumentados que se encuentran en ese país. La negativa de un Congreso mayoritariamente republicano y reacio a ablandar la reacción estatal contra ese fenómeno, lo impidieron.
“Prometió de manera especial a los hispanos que pasaría la reforma migratoria en primer año, ya pasaron siete años y no hemos visto eso. Muy al contrario, ha sido el presidente que más ha deportado indocumentados, porque se le olvidó a los ciudadanos que los que deportan del Departamento de Seguridad están dentro del Ejecutivo”, cuenta Juan Hernández, estratega del Partido Republicano.
Aunque Hernández reconoce que Obama tuvo que lidiar con uno de los congresos “más reaccionarios y retrógrados en décadas”, su falta de persuasión no dio la impresión de que el líder tuviera la reforma como un verdadero propósito, sino como un mensaje de campaña, muy efectivo para lograr el voto de las minorías. Ahora, con la llegada de Trump al poder, la situación en esta materia se prevé aún peor.
Se redujo el desempleo en Estados Unidos durante la administración Obama desde 2009 (estaba en 10%).