La trama entre Rusia y Estados Unidos alcanza un nuevo capítulo. Según reveló el diario The New York Times, espías norteamericanos interceptaron el año pasado diálogos de funcionarios de Moscú en los que se referían a la forma en que podían utilizar a los asesores del entonces candidato a la Presidencia Donald Trump para influenciar ciertas posturas.
De acuerdo con el diario, se trata específicamente de Paul Manafort, quien fue jefe de campaña del magnate, y de Michael Flynn, el que hasta febrero fue su asesor de Seguridad Nacional, antes de dimitir justamente por posibles vínculos con Rusia.
Aunque en comunicados de prensa Flynn y Manafort desmintieron los contactos con el Kremlin, las conversaciones de los funcionarios rusos hacen parte del material probatorio que tiene en su poder el FBI para indagar sobre la presunta injerencia rusa en las presidenciales del año pasado.
De acuerdo con Emilio Viano, profesor de la American University, aunque las indagaciones no han sido definitivas, “cada vez queda más claro que sí hubo una decisión de Rusia de favorecer a Trump cuando se dieron cuenta de que Hillary Clinton tenía gran posibilidad de ganar las elecciones”.
Aunque las pruebas que van apareciendo aumentan las sospechas de los demócratas, para Viano queda pendiente esclarecer si hubo comunicación directa entre la campaña de Trump y los rusos (tarea en la que avanza el FBI), ya que hasta ahora solo se ha hablado de la intención de un contacto, como lo reveló el Times.
Según le dijo al EL COLOMBIANO en otra ocasión John Norris, director de Seguridad Nacional del Centro para el Progreso de América, un centro de análisis en Washington, esa complicidad puede ser muy difícil de probar. De hecho, el experto cree que será más probable que los vínculos financieros de Trump con los rusos se conviertan en una fuente de escándalo interminable para esta Administración y en una forma de minar gravemente la confianza en en el liderazgo del magnate.
Sin embargo, si hubo relación directa entre el Kremlin y la campaña Trump, “sería sin duda una ofensa impugnable”, concluye Norris.