Una estruendosa ráfaga irrumpe en la escuela. Los alumnos se lanzan al suelo y se protegen la cabeza con los brazos: es el protocolo en caso de balacera en una de las barriadas más violentas de Venezuela. Tres jóvenes golpean sin cesar una lámina de lata para emular disparos durante un simulacro de rutina.
Desde el primer grado de primaria hasta el último de secundaria, sus compañeros reaccionan rápido: unos, en los salones; otros, en los corredores y el patio de la Escuela Manuel Aguirre, en el complejo de favelas de Petare, en Caracas, donde el crimen y el narcotráfico golpean fuerte.
Hace pocos días hubo tiroteos entre bandas que obligaron a suspender temporalmente las clases.
El simulacro toma unos 20 minutos, en los que el latón no deja de sonar. A un curso de los más chiquitos lo agarró en clase de Deporte cuando jugaban con unos aros. Ya en el suelo, avanzan en cuclillas hasta un “espacio seguro” demarcado en una pared.
Hay niños que gritan mientras se acurrucan boca abajo, usando también los brazos para taparse los oídos.
El timbre suena tres veces para cerrar el protocolo, que se repetirá en dos meses. El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) hizo la formación en esta y otras escuelas de Fe y Alegría, organización educativa religiosa que atiende a sectores populares.
“Así como enseñamos a leer y escribir, tenemos que darles herramientas a los chicos para que puedan defenderse y aplicarlas en casa”, explica a la AFP Yanet Maraima, directora de la Manuel Aguirre, con 900 alumnos.
“Miedo de venir al colegio”
La escuela está en el sector 24 de Marzo de La Bombilla, entre un sinfín de casas de ladrillo expuesto y techos de zinc que invaden la montaña, conectadas por callejuelas y escalinatas. La violencia es tan cotidiana que hay niños que distinguen con aterradora normalidad un tiro de pistola de uno de fusil o la distancia a la que ocurre una balacera. “Es una zona peligrosa”, dice Breylis Breindenbach, de 16 años y del último año de secundaria “A veces me da miedo venir al colegio”.
Petare registró una tasa de 80 muertes violentas por cada 100.000 habitantes en 2022, según el Observatorio Venezolano de Violencia, referencia ante la falta de cifras oficiales. Es más del doble del ya alarmante indicador nacional (35,3), que sextuplica a la media mundial