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Enfermarse en África, más allá de un contagio

Los brotes difíciles de controlar son comunes. La pobreza empeora sus consecuencias.

  • Los centros médicos donde atienden a pacientes con estas enfermedades acostumbran tener zonas con acceso restringido.
    Los centros médicos donde atienden a pacientes con estas enfermedades acostumbran tener zonas con acceso restringido.
  • Organizaciones y ministerios de sanidad hacen jornadas de salud para prevenir contagios.
    Organizaciones y ministerios de sanidad hacen jornadas de salud para prevenir contagios.
  • El personal médico que atiende a los pacientes con ébola debe usar trajes de protección para evitar más contagios. FOTOS MSF
    El personal médico que atiende a los pacientes con ébola debe usar trajes de protección para evitar más contagios. FOTOS MSF
13 de abril de 2019
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Los casos de cólera o ébola, fiebre amarilla o malaria en África son más altos que los del resto del mundo. Por ejemplo, el brote actual de ébola, solo ha tenido incidencia en República Democrática del Congo con 757 casos probables y el cuadro de cólera 2016 y 2017 en Sudán del Sur dejó 20 mil casos sospechosos.

No es que los contagios sean selectivos. Una enfermedad puede darle a cualquier persona sin discriminar su estrato social, nacionalidad u oficio, sino que las condiciones políticas, económicas, geográficas y de salubridad juegan en contra de esta población en la que países como Sudán del Sur, República Democrática del Congo, Camerún, República Africana, Chad, el Níger o Nigeria están sumidos en el conflicto y están afectadas por estos.

“Casi todas las enfermedades con potencial epidémico e infecciosas en África son difíciles de controlar”, así lo asegura Cristian Casademo, director médico adjunto de Médicos Sin Fronteras (MSF), organización que está presente en 31 países de este continente con proyectos de salud.

El cólera –que da por la ingestión de alimentos o de agua contaminados con el bacilo vibrio cholerae– o la fiebre amarilla –una infección viral transmitida por la picadura de mosquitos infectados – fueron catalogadas como parte de las diez amenazas a la salud mundial en 2018, por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

A estas también las acompaña el paludismo (o malaria) –causada por parásitos que se transmiten al ser humano por la picadura de mosquitos hembra infectados del género anopheles– o la mal nutrición, que afecta cada vez más poblaciones.

En cuanto a esta última, la OMS estima que 821 millones de personas sufren de hambre y, aunque África ocupa el segundo lugar entre los continentes con 256,5 millones de casos –después de Asia con 515 – la África subsahariana es la región con mayor prevalencia por porcentaje de la población con hambre en el mundo, de acuerdo con el Programa Mundial de Alimentos, que estima que una persona de cada cuatro presenta desnutrición.

A estos padecimientos se les suma el ébola, el brote rebelde que desde hace nueve meses volvió a enlutar al Congo, donde se han presentado 923 casos y 582 decesos. Este se detectó por primera vez en 1976 en lo que antes se conocía como Zaire (donde ahora queda el Congo), es transmitido al ser humano por animales salvajes y se propaga en humanos por la transmisión de persona a persona.

Con este panorama, la África Subsahariana vive una situación compleja de salud que se agudiza cada vez más.

Un territorio complejo

“Las epidemias globales del futuro vendrán de África, no debemos bajar la guardia”, así lo aseguró el virólogo congolés que descubrió el ébola, Jean Jacques Muyembe, en una entrevista a El País de España, en marzo de 2017. Para 1976, Muyembe era el único virólogo de todo el país y arriesgó su vida para tomar las muestras de los restos de las primeras personas que fallecieron por el brote en la villa de Yambuku, trabajo que realizó junto al científico belga Peter Piot.

La advertencia del virólogo –uno de los científicos más destacados del continente– se conjuga con la realidad de esta zona: un territorio tropical, con gobiernos cuestionados e inmerso en guerras.

Los países afectados están ubicados cerca del Ecuador africano como Uganda, Gabón, Nigeria, Mali y Sierra Leona. Sin embargo, para el médico Casademont de MSF no es correcto generalizar. “No se puede hablar de África en global. Tiene una multitud de condiciones climáticas y geográficas que hace a las enfermedades distintas”, asegura.

Casademont cita como ejemplo el paludismo, que, en las fronteras norte y sur “ni existe” y en la parte más ecuatorial, por condiciones ambientales, la transmisión es constante a lo largo del año. Y, en la franja del Sahel, hay brotes estacionales que causan mortalidad porque coincide con el periodo del hambre, momento en el que la gente espera la cosecha y no hay reservas del año anterior: “Cuando el paludismo se junta con el hambre es mortal”.

“Muchas de las enfermedades tienen origen africano. No solo esas, sino el VIH. El África ecuatorial es un ecosistema variado con diversidad de ambientes y fauna, zancudos e insectos transmisores de enfermedades. Eso es un factor”, así lo explica que Francisco Javier Díaz, profesor de Medicina de la Universidad de Antioquia.

Señalar a la geografía, si bien explica el contexto africano, no es un motivo único. En Colombia tenemos la selva amazónica y la incidencia de casos de malaria se estimó en 62.141 durante 2018, según el Instituto Nacional de Salud. El Cólera afectó al país en 1991, en una epidemia que inició en la costa Pacífica y siguió los cauces de los ríos Magdalena y Cauca. De este brote, el INS estima que la tasa de incidencia fue de 51,2 casos por cada 100 mil habitantes.

El paso del cólera no acabó ahí. Hasta 1999 se presentaron más casos y hubo una pausa en sus apariciones hasta 2004, cuando se reportaron otros tres procedentes del municipio de Tumaco. Desde entonces, no se han registrado nuevos brotes.

Entre reportes de las mismas enfermedades y contextos geográficos retadores hay diferencias. En el caso de la malaria, “el microorganismo que la produce en África es diferente al que lo genera entre nosotros. Acá tiene un impacto económico y desencadena enfermedad. En África, mortalidad”, explica César Segura, profesor de Medicina de la Universidad de Antioquia.

Cuando lo político enferma

Para Segura, quien es magíster en Epidemiología y PhD en Salud Pública, aparentemente la posición geográfica hace que este tipo de enfermedades sean difíciles de radicar. Sin embargo, “más que este factor es la situación política, económica y social de esos países la que lleva a números dramáticos de impacto”.

Como Segura, Díaz señala la existencia de factores socioeconómicos relacionados con la pobreza que se traducen en cómo la gente adquiere alimento. El experto hace referencia al ébola, que tendría su origen en los murciélagos, que son cazados para el consumo humano.

Por este motivo, también tiene un vínculo con la pobreza y la precariedad de la atención pública: “Si la gente tuviera comida sin tener que capturar carne de monte, los brotes serían menos”. De acuerdo con datos del Banco Mundial, en la África Subsahariana hay 413,3 millones de personas consideradas como pobres, lo que equivale al 56 % de la población mundial que vive en estas condiciones, estimada en 735,9 millones.

En un contexto, además, en el que se habla de enfermedades endémicas de ese continente. Entonces, si llevan años padeciendo cólera, malaria o ébola, ¿por qué sigue sin controlarse? “En la medida en que los países pobres tienen menos personas con acceso a vacunación, tienen más individuos susceptibles a contagios”, indica Francisco Lamus, experto en Salud Pública de la Universidad de La Sabana.

Semanas atrás, cuando se cumplieron siete meses del brote de ébola en República Democrática del Congo, EL COLOMBIANO habló con Luis Encinas, experto en esta epidemia de MSF, quien explicó que las comunidades pobres tienen dificultades para acceder a hospitales o a métodos de prevención.

El desafío

Con esta suma de factores, África está ante el resurgimiento de enfermedades que estaban bajo control, lo que hace que erradicarlas o eliminarlas sea un reto mayor, no solo para organismos internacionales de salud, sino para los gobiernos que las padecen.

Luis Jorge Hernández, coordinador del área Salud Pública la Universidad de los Andes, asegura que los daños al ambiente, los ecosistema y aspectos socioeconómicos se presentan como obstáculos para contrarrestar estos brotes. “Hemos deteriorado la calidad de vida de la población, hay hacinamiento y cambio climático”, reconoce, e indica que en la medida en que “sigamos deteriorando el ambiente estas no van a cambiar porque no dependen solo de una vacuna, sino que también necesitan una mejoría en la calidad de vida”.

A pesar de este contexto, organizaciones como MSF o la OMS que trabajan en estas zonas para mejorar la calidad de vida de la población y cooperan con los ministerios de Salud. Incluso la OMS tiene planes de control de estas. Y es que aunque estos territorios sean los más afectados, los cuadros similares que se han presentado en otros lugares –como Brasil, Colombia– evidencian cómo las enfermedades no tienen fronteras. Sin embargo, las políticas de estos gobiernos muestran que sí es posible tratarlos. Después del terremoto en Haití de 2010, República Dominicana, su país vecino, tuvo un brote de cólera que pudo administrar.

Ahora los gobiernos de África subsahariana tienen el reto de atender estos casos con el apoyo de organismos internacionales. Una cuestión de ese continente que, sí se controla, beneficiaría los índices de salud en el ámbito mundial .

132
mil casos de cólera fueron reportados por la OMS
en 2016.
752
casos de ébola se registraron hasta enero de este año en el Congo según la OMS.

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