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Fiebre amarilla cobra la vida de 69 brasileños y temen que se expanda

Aunque existe vacuna, el país tiene un brote sin precedentes de la enfermedad que desde hace 75 años no tenía un carácter urbano. OMS emitió alerta a naciones vecinas.

  • FOTO COLPRENSA
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09 de febrero de 2017
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Cuando Angola apenas sale de un brote de fiebre amarilla que le costó 383 muertes, y pese a la existencia de una vacuna efectiva desde hace 80 años, Brasil atraviesa su propia epidemia, y esta vez de carácter urbano.

Aunque la enfermedad era propia de ambientes selváticos, donde ataca principalmente a los monos y luego se transmite a humano, el mal se convirtió en urbano por la expansión del mosquito Aedes aegypti, el mismo del dengue, y desde hace dos meses se instaló con ímpetu en el sureste de Brasil, en los estados de Minas Gerais, Sao Paulo y Espírito Santo.

De hecho, la cifra de muertes confirmadas ya subió a 69 y hay cerca de 1.000 casos de enfermos confirmados o sospechosos, lo que tomó por sorpresa al país vecino, que tuvo el último brote de fiebre amarilla urbana en 1942, en el estado de Acre, y que desde el 2000 no tenía tantos casos sospechosos y confirmados de la enfermedad.

Paulo Sotero, director del Instituto Brasil del Centro Wilson para la investigación, sugiere que una pérdida de control de las autoridades sanitarias de su país tiene cuota de responsabilidad en esta crisis. “Tal vez por tener menos recursos han sido menos exitosas en mantener la incidencia de la fiebre amarilla. Creíamos que esto estaba erradicado, porque hay cómo prevenir, pero todo indica que no”, apunta.

Al respecto, Guilherme Franco Netto, especialista en sostenibilidad de la Fundación Oswaldo Cruz, dedicado al estudio de temas de salud en Brasil, dice que con este último brote no cabe duda de que en su país la prevención de los virus emergentes y reemergentes, especialmente los transmitidos por vectores de amplia difusión, como el Aedes, implican la coordinación de políticas públicas, como la infraestructura urbana, que van más allá de las acciones bajo la responsabilidad directa del sector salud.

“La declaración oficial de la emergencia sanitaria, la existencia de una triple epidemia viral (dengue, zika y chikungunya) y la detección del brote de fiebre amarilla tiene que implicar el suministro de recursos complementarios que parecen no existir”, sostiene.

Epidemias ya no son locales

Pero no solo Brasil debe estar atento e incrementar las jornadas de vacunación en al menos 10 estados propensos a contagiarse. La Organización Mundial de la Salud (OMS) emitió un alerta sobre el riesgo que corren países vecinos de Brasil de sufrir una epidemia de fiebre amarilla, mientras el Centro del Control y Prevención de Estados Unidos advirtió a los ciudadanos estadounidenses que extremen sus cuidados cuando viajan a Brasil por cuenta del brote epidémico.

Y es que la enorme movilidad de personas y mercancías por el mundo hace que pocas amenazas a la salud sean locales, y que por eso Colombia deba estar alerta en esta ocasión. Según Iván Darío Vélez, director del Programa de Estudio y Control de Enfermedades Tropicales, Pecet, de la Universidad de Antioquia, si el chikunguña llegó al país por las Antillas Francesas y el zika por el mismo Brasil, no hay que descartar que ese brote de fiebre amarilla se propague.

“A partir de la urbanización de un germen de estos, en ciudades donde la calidad del agua, la vivienda y los servicios de salud son deficientes, se crea el caldo de cultivo ideal para que empiece una importación descontrolada de la fiebre amarilla”, apunta Vélez, y agrega que aunque existe vacuna contra la enfermedad, la disponibilidad disminuyó por la epidemia en Angola.

De acuerdo con Jimmy Whitworth, experto en epidemias en países en desarrollo de la Escuela de Higiene y Enfermedades Tropicales de Londres, también ocurre que existen mejores sistemas de vigilancia, por lo que hoy se reconocen más brotes que en el pasado y por eso las alertas tiene un impacto superior.

A lo anterior se suma que en Brasil hay poblaciones en aumento que están invadiendo bosques y otras áreas de vida silvestre, lo que significa que los seres humanos tienen más contacto con esas zonas que antes, aumentando las posibilidades de mezclar y compartir las infecciones.

Infográfico
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