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El gobierno de Israel, un desafío a la probabilidad

Ocho partidos de amplio espectro político conforman la coalición oficialista, con mayoría ajustada.

  • Naftalí Benett (en el centro) es un ultranacionalista que lidera la coalición oficialista. Fue discípulo de Netanyahu, quien ahora será su oposición.FOTO AFP

    Naftalí Benett (en el centro) es un ultranacionalista que lidera la coalición oficialista. Fue discípulo de Netanyahu, quien ahora será su oposición.

    FOTO AFP

En Israel la vida ha estado atravesada por la guerra. Así también se ha calibrado la historia política. Si Benjamín Netanyahu fue una vez el primer jefe de Gobierno nacido después de la independencia nacional en 1948, su sucesor, Naftali Bennett, es el primero nacido después de la Guerra de los Seis Días de 1967. En la política, allí en donde se confrontan las ideas, los bandos han hecho de Israel un polvorín azaroso en el que la victoria y la derrota parecen espejismos del caos.

Así, la vida pública israelí de los últimos dos años ha sido una seguidilla de esperanzas frustradas. En cuatro ocasiones millones acudieron a las urnas a votar por un Parlamento que fracasó con obstinación en formar gobierno. A la cuarta vio la luz. Una improbable salida a una crisis institucional cuya superación, aún hoy, nadie da por sentado.

Bennett logró llegar al Gobierno sobre el acuerdo de ocho partidos políticos que no se unieron alrededor de su figura tanto como a la de Netanyahu y a la decisión de que su tiempo tenía que terminar. La coalición se asienta sobre un delgado y débil hilo en el que la menor perturbación puede echarlo abajo todo.

“Estamos hablando de ocho partidos que representan un amplio espectro, especialmente en términos políticos”, explica Isaac Caro, académico del departamento de Política y Gobierno de la Universidad Alberto Hurtado de Chile, estudioso de Oriente Medio, “son partidos que van de la extrema derecha a la izquierda, una pacifista y laborista, e incluyendo por primera vez en la historia del estado de Israel, a un partido árabe”.

El 13 de junio, y por una ajustada mayoría de 61 escaños sobre 120, apenas la necesaria para formar gobierno, la vario pinta coalición invistió a Bennett como el decimotercer primer ministro de Israel. En los diálogos que permitieron el pacto no hubo espacio ni tiempo para todo aquello que los separa, por ejemplo, el futuro del conflicto con Palestina, y sí para lo que los une: relegar a Netanyahu a los márgenes de la oposición.

Desde allí, el exprimer ministro apuesta porque el tiempo termine por derribar un gobierno que desafía la probabilidad, en la que solo bastaría que un parlamentario diera marcha atrás para que el país se viera obligado a ir a un quinto proceso electoral. Como en la guerra, Bennett se enfrenta ahora a su primera batalla, tal vez la más crucial e importante que el veterano militar haya luchado. En el otro bando, enemigos que hasta hace poco eran amigos.

¿Más de lo mismo?

Horas antes de verse obligado a desalojar la residencia oficial de Gobierno, Netanyahu se negó a participar de la ceremonia de la transición del poder. No es poco faltar a una tradición en la que parece fundarse la democracia: el traspaso tranquilo y pacífico del gobierno de un dirigente a otro. No hubo foto o encuentro oficial. El que fue el primer ministro con más tiempo al frente de Israel, 15 años no continuos, se fue dando un portazo, uno que chocó en las narices de un antiguo aliado y compañero.

“Todos los políticos que están activos hoy en día en Israel han sido en algún momento socios y en otro adversarios”, explica Paulo Botta, licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Católica de Córdoba, Argentina, especializado en el área de análisis que comprende el Gran Medio Oriente. A Netanyahu y a Bennett no solo los une un largo historial militar, sino también, y pese a que hoy parecen haberlo olvidado, grandes coincidencias ideológicas.

Bennett es un ultranacionalista que lidera la coalición Hacia la Derecha (Yamina). En su historial despuntan declaraciones que incluso superan en dureza a las de Netanyahu. “Haré todo lo que esté en mi poder para que nunca tengan su propio Estado”, dijo en 2013 refiriéndose al conflicto con Palestina, o “no hay ocupación, porque nunca existió un Estado palestino”.

Durante los últimos 15 años ha participado del gobierno de Israel. En 2013 lideró la triple cartera de Economía, Servicios Religiosos, y Jerusalén y Asuntos de la Diáspora. Desde allí reclamó insistentemente la anexión completa de Cisjordania. En 2018 exigió al gobierno de Netanyahu una política de seguridad basada en la consigna de “disparar a matar” a cualquier persona que cruzara desde Gaza hacia Israel. Su nueva figura, delineada por una coalición donde hace presencia un partido islamista, lo llevará seguramente a la moderación.

“Será muy difícil gobernar. Tendrá que ponerse de acuerdo continuamente en todos los temas, vivir haciendo equilibrios para sobrevivir”, señala Botta. Tal vez por eso el mismo Bennett ha evitado referirse directamente a estos temas desde que asumió el poder. Su enfoque, dijo, será reformar la educación, la salud y la generación de empleo. Tuvo un par de palabras hacia Estados Unidos, el mayor aliado del Estado judío, a quien criticó su intención de retomar el acuerdo nuclear con Irán.

“Netanyahu tenía una relación muy particular con Trump. Había una alianza que prácticamente no tenía parangón, la similitud de intereses entre ambos era manifiesta”, recuerda Caro, “hoy en día Bennett no cuenta con un respaldo incondicional en el presidente de Estados Unidos”.

No significa esto que la relación entre ambos Estados vaya a cambiar mucho. Recientemente, en el enfrentamiento con Hamas de mayo de 2021, Biden defendió el derecho israelí de defenderse y solo hasta después de varios días abogó públicamente por un cese al fuego.

“Si está destinado a que estemos en la oposición, lo haremos con la espalda recta hasta derrocar a este peligroso Gobierno y volver a liderar el país en nuestro camino”, señaló el exprimer ministro. Su intención puede verse pronto hecha una realidad. El nuevo gobierno tendrá tres meses para aprobar un presupuesto nacional, algo que no pasa desde marzo de 2018.

Si al término de ese tiempo no lo ha logrado, el gobierno corre el riesgo de disolverse y la última advertencia de Netanyahu a su salida del Parlamento tendrá chance: “regresaremos pronto”

15
años no continuos permaneció en el poder Benjamin Netanyahu.
Juan Diego Quiceno Mesa

Periodista de la Universidad de Antioquia con estudios en escritura de guión de ficción y no ficción.

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