Tanques, soldados, y aviones F-16 se empezaron a ver anoche en la ciudad de Estambul. Sus emblemáticos puentes sobre el estrecho del Bósforo fueron bloqueados y empezó a imperar un toque de queda que, muy pronto se supo, imperaba también a lo largo y ancho del país. No se trataba de una operación contra el terrorismo, sino de un golpe de Estado contra Recepp Tayyip Erdogan.
“El Ejército se hizo cargo totalmente para restaurar la democracia. Todos los acuerdos internacionales estarán vigentes. Esperamos mantener nuestras buenas relaciones con todos los países”, aseguraron los militares golpistas en un comunicado que difundieron agencias después de los primeros disparos.
Ankara, capital del país y sede de los poderes de la República fundada por Mustafa Kemal Ataturk (1923) —además de alojar las delegaciones diplomáticas extranjeras—, era el principal objetivo. Allí testigos oculares relataron ver helicópteros de combate disparar contra focos de resistencia en distintas sedes gubernamentales. Pero los golpistas parecieron lograr el control, pues minutos después de iniciados los enfrentamientos, divulgaban su comunicado mediante la cadena televisiva TRT.
“El país será gobernado por el Consejo de Paz en Casa para darle a todos los ciudadanos todos los derechos y restablecer el orden constitucional”, afirma el documento.
Pese a la contundencia del hecho, mientras Erdogan aterrizaba en Estambul y el primer ministro, Binali Yildirim, decía que la situación estaba “mayoritariamente bajo control”, los enfrentamientos dejaban muertos y una bomba estallaba en la sede del Parlamento.