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El complejo sueño de repatriar de Europa el pasado

Miles de piezas arqueológicas de época colonial se exponen en ese continente. Hay debate sobre su devolución.

  • El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha pedido en varias ocasiones que los “tesoros” de México sean devueltos. Foto: EFE
    El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha pedido en varias ocasiones que los “tesoros” de México sean devueltos. Foto: EFE
16 de marzo de 2021
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Los dos hombres se miraron frente a frente y un mundo entero sucumbió al nacimiento de otro. En su encuentro, a las afueras de Tenochtitlán, hoy Ciudad de México, Hernán Cortés y Moctezuma no se tocaron. En sus crónicas, los españoles describieron su impresión del emperador azteca, quien arribó rodeado de varios hombres que lo traían del brazo y barrían el suelo que debía pisar. Vestidos de prendas incrustadas de oro, de jade y de perlas, con largos plumajes verdes, los méxicas recibieron a los conquistadores hace más de 500 años con preciosos regalos que hoy México exige al mundo les sean regresados.

Mucha luz queda por posar sobre el momento en que el “viejo” y el “nuevo” mundo (no tan nuevo, pues Tenochtitlán había estado allí 200 años antes de la llegada de los extranjeros) se encontraron. Un choque que desperdigó por lo menos 9.000 piezas arqueológicas mexicanas en museos del mundo y en colecciones privadas, según estimó en 2012 Miguel Gleason, investigador y especialista en el tema. Una de ellas, un tocado que podría (o no) haber sido usado por Moctezuma, de plumas verdosas y azules encadenadas a una estructura base de oro, es el último reclamo del gobierno mexicano.

Se presume que el penacho fue un obsequio de los aztecas a Cortés. La pista desde ahí se pierde un poco. En 1596, 75 años después de la caída de México-Tecnochitlán, aparece en los inventarios del palacio del archiduque Fernando II de Tirol (Austria). Allí se ha mantenido por lo menos los últimos 400 años, expuesto en una caja de vidrio incrustada al suelo en el Museo de Historia de Arte de Viena, a más 10.000 kilómetros del país americano.

Si bien la petición de México por su regreso no es nueva (ya la hizo en 1991 y en 2011), en esta ocasión algo más la reviste: este año el país conmemora 700 años de la fundación de Tenochtitlán. El gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha preparado una serie de eventos en aras de resaltar la majestuosidad de la antigua capital del imperio azteca y para ello ha querido tener en el centro al tocado. Ya desde finales de 2020 emprendió lo que llamó una “misión casi imposible” por su devolución.

Es imposible porque nada indica que la respuesta de Austria vaya a ser distinta a las anteriores dos ocasiones. También lo es porque México no es el único país que ha enarbolado la bandera de la identidad para solicitar, sin éxito, el regreso de piezas que fueron arrebatas (o regaladas) de las manos del pueblo que las produjo y ahora se exhiben en museos europeos.

Una petición más recurrente

Al grito de “devuelvan los tesoros”, países de todo el mundo han exigido desde el inicio de este siglo el regreso de su patrimonio material. Desde Egipto, que reclama la devolución del busto de Nefertiti, hoy en Berlín, hasta Libia o Nigeria, que demandan al Museo Británico la repatriación de vasijas y placas.

En América, además de México, Perú y Guatemala, reclaman colecciones de cerámica, tela y máscaras en oro, expuestas en Suecia y Suiza, respectivamente. Colombia también lo ha intentado. En una sentencia de 2017, la Corte Constitucional le ordenó al Estado colombiano hacer las gestiones para el regreso de las 122 piezas del “tesoro” quimbaya, expuestas en el Museo de las Américas en Madrid, España.

Al igual que pasó con el penacho de Moctezuma, las piezas precolombinas fueron cedidas como “regalo” en 1893 a la reina española María Cristina, por decisión del presidente Carlos Holguín Mallarino. A pesar de que la Corte falló señalando que Holguín no podía regalar algo que no era suyo, lo cierto es que esa práctica era común entonces y hace cuestionable hoy la legalidad de las peticiones.

“No es viable porque fue un regalo. Hacer eso era legal en ese momento. La primera ley de patrimonio en ese sentido en Colombia aparece en la década de los 30. A partir de ese momento la legislación comienza a cambiar”, señala David Cohen, restaurador de bienes muebles y magíster en patrimonio cultural, profesor de la Universidad de los Andes. El Estado asume desde entonces que todos los bienes arqueológicos son propiedad de la nación, indistintamente si un particular lo tiene a su cuidado.

Esto implica que no lo puede sacar del país y mucho menos vender o regalar.

“El cambio en la visión del patrimonio ha conducido a que muchos países hagan reclamos en términos de un pasado colonial, de recuperar esos objetos y ponerlos al servicio de otras comunidades”, explica Cohen. Desde 2003, año en que la Unesco desarrolló la Convención para la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial, los objetos dejaron de ser solo tesoros.

“El patrimonio comienza a entenderse de un modo más amplio, donde lo importante no son los objetos, sino la relación que tienen con los territorios y las comunidades”, dice Cohen. Por eso, cuando México reclama la devolución del penacho de Moctezuma, lo hace enarbolando la bandera de la identidad de su pueblo prehispánico.

“Ya no solo se habla del patrimonio cultural de la nación, entendida la nación como un todo, sujeto homogéneo, sino como un asunto que refuerza la identidad y está muy atado a la historia de las comunidades indígenas”, refuerza Jesús Medina, antropólogo y abogado de Dejusticia. Hacer que estas peticiones lleguen a buen puerto es una tarea que tensa hilos diplomático y pone a prueba ideas preconcebidas.

Los problemas

Junto al cambio en la idea de patrimonio, una corriente en la museología también se ha venido imponiendo: la idea de que es necesario descolonizar en términos del discurso, de cómo se presentan las obras y de qué mensaje se transmite al público.

“En ese camino, hay componentes políticos que entran a jugar y otros que tienen que ver con la importancia de esas colecciones en ciertos museos”, explica Cohen. Se refiere, por ejemplo, a que desde 2011 más de 45 mil mexicanos han visitado el museo de Viena para ver el penacho Moctezuma.

Devolver ese patrimonio significaría la pérdida de valiosas exposiciones que atraen público. Además de la tarea imposible que implica movilizar un objeto de 500 años por el océano Atlántico. De hecho, una de las razones más recurrentes de los museos y gobiernos europeos es la supuesta falta de capacidad de los locales para mantener en buen estado los objetos.

En una entrevista de 2010 al diario El País, de España, Sabine Haag, directora entonces del Museo de Historia de Arte de Viena, señaló que “la misión de un museo es preservar, lo cual significa que tienes que tener las instalaciones. Creemos que el penacho todavía existe porque lo hemos cuidado”.

A pesar de que durante años esta capacidad fue muy limitada en países africanos o latinoamericanos, la balanza cada vez se equilibra más. “Hoy en día ha cambiado”, señala Cohen. La conservación en los museos se convierte cada vez más en un estándar mundial. Ese argumento se ha ido debilitando”.

En lo que ambos concuerdan es que descolonizar no requiere, necesariamente, la devolución del patrimonio. “Puede ser mostrar otros aspectos al público del significado de esas colecciones”, señala el restaurador. Algo que en efecto ha pasado. Haag señalaba entonces que se mantenía en contacto con colegas mexicanos para acordar la publicidad y accesibilidad de la obra.

Al fin y al cabo, y después de 400 años en Austria, el penacho ya no es solo mexicano. O al menos eso es lo que también argumentó Haag en 2010. “Esto también es parte del patrimonio cultural de los austriacos, de su ADN, y de su historia. Esto es muy importante para entender que esta pieza, como otras piezas, forman parte de la identidad cultural de nuestro país”. Son los límites porosos de la identidad, cuando lo que se cree particular del ser mexicano, ya también lo es del ser austriaco.

Ambas nociones tendrán que convivir con eso, como México tendrá que conmemorar su pasado prehispánico sin el penacho. 500 años después, Moctezuma y Hernán Cortés se “vuelven” a encontrar en las afueras de Tenochtitlán (hoy Ciudad de México). Como en esa ocasión, hay deudas que seguirán sin ser saldadas .

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