“Isabel II ha pulverizado todos los registros de sus predecesores”, cuenta Fermín Urbiola, experto español en monarquías.
Y es que la reina no solo es la que mayor número de viajes ha realizado en la historia, sino que en septiembre pasado completó 64 años en el trono, convirtiéndose así en la soberana que por más tiempo ha llevado la corona británica, solo sucedida por su tatarabuela, Victoria de Inglaterra.
Su posesión, en 1953, fue la primera en ser televisada. Al menos 20 millones de personas la vieron recibir la corona. Desde entonces, la reina ha tenido que enfrentar la observación del mundo, y ya no solo de sus 16 territorios de la Mancomunidad, entre los que están Reino Unido, Australia, Canadá, varias islas del Caribe y Oceanía, y sobre los que ella, a los 90 años, gobierna como jefa de Estado.
Aunque su silencio y actitud de reserva han sido bien conocidos, justamente sus viajes por el 60 % de los 194 países, la prensa y la televisión han dejado ver una imagen real de ella:
La monarca a la que Winston Churchill calificó como “con aire de autoridad y sorprendente reflexividad”, la que por poco es asesinada mientras montaba a caballo en 1981, la que enfrentó acusaciones de “desalmada” cuando falleció su nuera Diana de Gales en 1997 y la que probó que estaba abierta al cambio político y cultural prestándose para actuar como si saltara de un avión para la inauguración de los Olímpicos de Londres.
No obstante, Isabel II ha sido testigo de tiempos turbulentos, y también del siglo en el que las estructuras del poder se hicieron más flexibles y las monarquías perdieron fuerza y aceptación.
Con eso, no deja de ser importante para el Gobierno de Colombia la invitación de la monarca al Palacio de Buckingham. La planeación de una visita de Estado, que pocos como Barack Obama han tenido, implica un año de planeación y se vuelve un evento de prioridad para la reina, que pese a su edad y al lugar que ocupan las monarquías, sigue pesando.
“El reinado de Isabel II ha sido símbolo de estabilidad y de unidad para los británicos; es una referencia para las monarquías de Occidente y ella sigue jalonando acontecimientos, como sus más recientes decisiones de carácter fiscal, que han subrayado a la monarquía como una entidad familiar con las mismas responsabilidades que las demás ante el fisco”, opina Urbiola.