En la mañana del 2 de abril un perro kelpie australiano al que se le marcaban las costillas estaba tomando agua de un balde negro en Borodyanka, una pequeña ciudad ucraniana. Tenía la cola agachada, el pelo seco y un collar maltrecho y desvaído en el cuello. Era uno de los 150 perros que habían sobrevivido al abandono y a la guerra en un refugio donde otros 350 caninos habían muerto desde que Rusia invadió a Ucrania.
Según informes de Network For Animals, una ONG que defiende los derechos de los animales, cuando empezó la invasión supieron que más de 500 perros se encontraban abandonados en el refugio de Borodyanka. Pero el asedio de las bombas rusas sobre Ucrania fue tan intenso en las últimas semanas que los voluntarios de la ONG no pudieron ir a rescatarlos hasta el pasado 2 de abril.
Como los bombardeos habían mermado, un convoy de seis vehículos y 12 personas salieron a verificar las condiciones de los perros del refugio de Borodyanka. La escena era terrorífica. Había carretillas repletas de cádaveres de perros amontonados.
“Los sobrevivientes estaban terriblemente cerca de la muerte: algunos no podían caminar o incluso levantar la cabeza”, señaló la ONG en un comunicado de prensa.
Advirtieron que 27 perros fueron llevados de urgencia a una clínica veterinaria, pues muchos de ellos estaban en un “estado crítico”. Tres ya fueron reportados como muertos.
Los demás sobrevivientes se quedaron en el refugio, donde les dieron alimento y agua. Cuando muestren signos de recuperación serán llevados al hipódromo de Kiev, donde se instaló una especie de hospital veterinario de campaña.
La ONG señaló que hasta el pasado 5 de abril habían enviado al menos 230 kilogramos de comida para alimentar a los animales en las afueras de Kiev. Y el 6 de abril indicaron que enviarían otras 5 toneladas.
La huida de los animales
Aunque al comienzo de la invasión fue difícil para los ucranianos huir con sus mascotas, los países europeos han flexibilizado la burocracia para la entrada de animales de compañía desde Ucrania, a petición de la Comisión Europea.
Además de 3,1 millones de madres, niños y abuelos, cientos de miles de mascotas se marcharon rumbo a ciudades fronterizas con Ucrania para ponerse a salvo hasta finales de marzo.
Los refugiados han dejado claro que sus amigos de cuatro patas son parte de la familia y no los dejan atrás.