Provenientes a veces de familias inestables, con una educación buena o deficiente, inconformes con el entorno, indignados, proclives a algún tipo de sociopatía, movidos por la acción violenta, inspirados en ocasiones por ideas extremistas, aunque no siempre soportados por una organización terrorista.
Así describe la figura del lobo solitario Raffaello Pantucci, investigador del Centro para el Estudio de la Radicalización.
El personaje incógnito, que por estos días ronda los debates globales y figura como autor de horrorosos hechos en Europa y Estados Unidos, es también “difícil de detectar, con procesos muy individuales, íntimos, que pocas veces comparten con otros”, continúa Jhon Marulanda, asesor internacional en temas de seguridad.
Además de “excesivamente solitarios”, son imparables. “Una vez toman la decisión de perpetrar un acto, es casi imposible detenerlos”, sostiene Marulanda, advirtiendo que de forma eventual pueden encontrar pares con características similares, como pudo suceder en la mañana del martes, en la iglesia de Saint Etienne du Rouvray, en Normandía, Francia.
Allá, dos individuos armados con cuchillos irrumpieron cuando se celebraba la misa de 9:00 y se encerraron con el cura, dos monjas y dos fieles.
Aunque fueron abatidos por la Policía, durante una hora, los posibles lobos exigieron a sus cinco rehenes agruparse y arrodillarse frente al altar en torno a una especie de sermón en árabe, hasta que el sacerdote, Jacques Hamel, de 84 años, intentó defenderse y fue degollado, al igual que un fiel que se debate entre la vida y la muerte.
No obstante, este hecho deja ver nuevas particularidades del fenómeno. Los hombres gritaron “Alahu akbar” (”Dios es el más grande”), lo que quiere decir que tenían una afiliación, y contrario al comportamiento de un lobo común, la organización yihadista Estado Islámico (EI), a través de su agencia Amaq, reconoció a ambos como “soldados” a sus órdenes.