En julio pasado, algo escépticos, los expertos que EL COLOMBIANO consultó calificaron de utópico y débil el efecto que podría tener un instrumento legalmente vinculante que prohibiera las armas nucleares y condujera hacia su total eliminación.
De hecho, los 11 estados poseedores de armas nucleares (y sus aliados), excepto Corea del Norte, emprendieron un boicot contra la negociación de un tratado sobre ese asunto. Hasta Japón, el único país que ha sufrido ataques nucleares y que hoy se encuentra amenazado por las pruebas con misiles de su vecino comunista, prefirió no comulgar con el objetivo de cuidar la amistad con Washington, Londres y París.
“Ninguno de estos países ni sus aliados está listo ahora para negociar la eliminación de su arsenal nuclear”, dijo entonces Alicia Sanders-Zakre, coordinadora de la Iniciativa para el Control y la No Proliferación de las Armas en el Instituto Brookings, y añadió que si llegaba a haber un tratado, éste tendría poco efecto práctico sin la participación de los estados poseedores de armas nucleares.
Incluso, en esas condiciones, el 7 de julio, luego de meses de una negociación liderada por la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares (ICAN), 122 países miembros de la ONU, más de los dos tercios necesarios, entre los que estuvo Colombia, alcanzaron un acuerdo de diez páginas.
La hazaña fue calificada como histórica, ya que las nucleares eran las únicas armas de destrucción masivas que no estaban prohibidas a nivel internacional. Tilman Ruff, fundador del ICAN le dijo a este diario que, pese a la negativa de las potencias, el tratado lograba eliminar el prestigio político que solían tener los países poseedores de ese arsenal, estigmatizaba su posesión de armas nucleares, proveía una fuente de presión legal, política, ética, económica y de la sociedad civil, y alentaba a las instituciones financieras a despojarse de las compañías productoras de armas nucleares.
El objetivo dio sus frutos. El ICAN, con base en la academia y la sociedad civil de 100 países, y con solo 10 años de historia, obtuvo el Premio Nobel de Paz, justo en un momento en que las tensiones nucleares están más álgidas. De hecho, Beatrice Fihn, directora de esa organización, nos alertó días antes del galardón sobre el hecho de que las tensiones hayan escalado tales niveles que cualquier error de cálculo o un mal entendido podrían salir costosos y desatar una guerra nuclear.