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Nobel antinuclear, en el momento justo de la historia

ICAN, organización de sociedad civil, obtuvo el premio en la categoría Paz por impulsar un tratado que prohibe las armas nucleares. Colombia aún no firma.

  • Beatrice Fihn, directora del ICAN (en el medio), junto a otros miembros de la organización premiada con el Nobel de Paz. La Campaña hace presencia en una centena de países. FOTO reuters
    Beatrice Fihn, directora del ICAN (en el medio), junto a otros miembros de la organización premiada con el Nobel de Paz. La Campaña hace presencia en una centena de países. FOTO reuters
07 de octubre de 2017
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En julio pasado, algo escépticos, los expertos que EL COLOMBIANO consultó calificaron de utópico y débil el efecto que podría tener un instrumento legalmente vinculante que prohibiera las armas nucleares y condujera hacia su total eliminación.

De hecho, los 11 estados poseedores de armas nucleares (y sus aliados), excepto Corea del Norte, emprendieron un boicot contra la negociación de un tratado sobre ese asunto. Hasta Japón, el único país que ha sufrido ataques nucleares y que hoy se encuentra amenazado por las pruebas con misiles de su vecino comunista, prefirió no comulgar con el objetivo de cuidar la amistad con Washington, Londres y París.

“Ninguno de estos países ni sus aliados está listo ahora para negociar la eliminación de su arsenal nuclear”, dijo entonces Alicia Sanders-Zakre, coordinadora de la Iniciativa para el Control y la No Proliferación de las Armas en el Instituto Brookings, y añadió que si llegaba a haber un tratado, éste tendría poco efecto práctico sin la participación de los estados poseedores de armas nucleares.

Incluso, en esas condiciones, el 7 de julio, luego de meses de una negociación liderada por la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares (ICAN), 122 países miembros de la ONU, más de los dos tercios necesarios, entre los que estuvo Colombia, alcanzaron un acuerdo de diez páginas.

La hazaña fue calificada como histórica, ya que las nucleares eran las únicas armas de destrucción masivas que no estaban prohibidas a nivel internacional. Tilman Ruff, fundador del ICAN le dijo a este diario que, pese a la negativa de las potencias, el tratado lograba eliminar el prestigio político que solían tener los países poseedores de ese arsenal, estigmatizaba su posesión de armas nucleares, proveía una fuente de presión legal, política, ética, económica y de la sociedad civil, y alentaba a las instituciones financieras a despojarse de las compañías productoras de armas nucleares.

El objetivo dio sus frutos. El ICAN, con base en la academia y la sociedad civil de 100 países, y con solo 10 años de historia, obtuvo el Premio Nobel de Paz, justo en un momento en que las tensiones nucleares están más álgidas. De hecho, Beatrice Fihn, directora de esa organización, nos alertó días antes del galardón sobre el hecho de que las tensiones hayan escalado tales niveles que cualquier error de cálculo o un mal entendido podrían salir costosos y desatar una guerra nuclear.

Contra una amenaza global

Para ella, que recibió el Nobel como “un honor”, en las condiciones actuales hay dos países (EE. UU. y Corea del Norte) listos para atacar indiscriminadamente una ciudad con civiles. Por eso, dijo en un comunicado, “es un homenaje a los esfuerzos incansables de muchos millones de activistas y ciudadanos preocupados en todo el mundo que, desde el comienzo de la era atómica, han protestado enérgicamente contra las armas nucleares, insistiendo en que no pueden servir a ningún propósito legítimo y deben quedar por fuera de nuestra tierra”.

En eso estuvo de acuerdo John Loretz, director de programa de la Asociación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear (IPPNW), una organización reconocida con el Premio Nobel de Paz en 1985, y también miembro de ICAN. Según él, el premio hace mucho más que valorar el trabajo de la organización. “El Comité Noruego de Nobel dijo muy claramente que su objetivo es aumentar la presión moral y política sobre los estados con armas nucleares y que el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares es un nuevo instrumento importante para aplicar esa presión”, explica, y añade que espera que ahora los estados poseedores se den cuenta de que ya no pueden reclamar el derecho a tener armas que el resto del mundo ha declarado ilegales, y que ahora haya un aumento en el número de firmas del Tratado.

De hecho, entre los 53 estados que ya firmaron, Colombia no está. Diego González, secretario de la comisión Segunda del Senado, encargada de los asuntos de política exterior y defensa, dice que a ese despacho no ha llegado el documento desde la Cancillería para que se haga el protocolo de aprobación y pase luego a sanción presidencial, con lo que quedaría ratificado.

Según la cartera de Asuntos Exteriores, el tratado continúa siendo analizado y no hay una fecha establecida para su remisión al Congreso, ya que la firma por parte de Cancillería no tiene un plazo límite.

Lo cierto es que países vecinos como Ecuador, Venezuela y Brasil ya firmaron, y de acuerdo con Fihn, “cualquier nación que busque un mundo más pacífico, libre de la amenaza nuclear, firmará y ratificará este acuerdo crucial sin demora”.

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