Antes del histórico 11 de abril, cuando una comisión especial avaló que la petición de hacer juicio político a la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, se votara en la Cámara, las principales fuerzas políticas del país vecino decidieron abandonar a la mandataria en su lucha por seguir en el poder.
El último en hacer un alto fue el Partido Social Democrático (PSD), cuya cabeza es el ministro de Ciudades nombrado por la misma gobernante, Gilberto Kassab.
Un poco antes, se retiraron el Partido Progresista (PP), la cuarta minoría en la Cámara de Diputados; el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), la primera minoría con 68 escaños, y los partidos Republicano Brasileño (PRB) y el Laborista Brasileño (PTB), que reúnen 40 diputados.
Las posibilidades de evitar su juicio y posible destitución son cada vez menores. De hecho, la propia fuerza de la presidenta y la segunda minoría en la Cámara, el Partido de los Trabajadores (PT), tiene a un grupo de miembros que públicamente han manifestado su decisión de respaldar el impeachment, o juicio político.
Para Paulo Sotero, director del Instituto Brasil del Centro Wilson para la Investigación, el error más grande de Rousseff fue haber sido presidenta sin ninguna experiencia previa en cargos de elección popular. “Es una burócrata y no ha hecho el trabajo de líder de hablar con diputados y senadores. Por eso ahora nadie la apoya y no hay marcha atrás”, añadió.
Sobre el Partido de los Trabajadores, la última esperanza de la presidenta, el analista duda que esté a su favor, ya que una muy posible candidata a la presidencia en 2018 sería Marina Silva, exministra de Medio Ambiente y figura prominente del PT.
Los otros partidos, continuó, se seguirán retirando porque perciben que el deseo de la gente es la destitución y necesitan estar a favor del clamor popular para las elecciones de alcaldes en 2018.
Giovanny Reyes, internacionalista de la Universidad del Rosario, es más optimista y cree que, al tratarse de una cuestión de percepciones variable, las cuotas del Partido de los Trabajadores todavía pueden influir en la decisión.
“Lamentablemente esto se salió de la cuestión de si hubo comportamientos correctos o incorrectos y el juego se volvió político. Hay gente que olfatea la sangre de Dilma y por eso le apuestan al cambio de presidente, creen que así van a mantener o a ampliar las fuerzas de poder”, apuntó el analista.
Según Reyes, quienes desistieron de apoyar a la presidenta en su propio partido podrían correr el riesgo de ser expulsados, ya que, para él, las negociaciones que adelanta el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva para conseguir apoyo podrían dar sorpresas.
“Si imaginamos un ajedrez, a Dilma la están poniendo en una especie de enroque, ella es el rey y con los movimientos de Lula la están protegiendo de una batalla cruenta. En un escenario como este, ella no está aún expuesta, sino que será la última línea de defensa”, concluye Reyes.