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La madrugada se avecinó sobre Madrid marcando el cierre de la que se esperaba fuera la última sesión de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP25), pero del recinto no salió humo blanco.
Se espera que las conversaciones, en las que los mandatarios intentan zanjar puntos de discrepancia alrededor del cumplimiento de metas del Acuerdo de París, y específicamente el artículo 6 de dicho pacto sobre la articulación de futuros mercados de carbono para que sean transparentes y fiables, se extiendan durante la jornada de hoy.
Sin embargo, la firma de una declaración final podría tardar más de lo esperado. Incluso, la ministra de Transición Ecológica de España, Teresa Ribera, admitió el jueves ante medios de comunicación que los países participantes en la cumbre están divididos en dos bandos: “Uno que quiere avanzar rápido y otro que prefiere ir lento”.
Pero parece que el panorama climático en el mundo no da más espera. Así lo considera el exministro de Ambiente, Manuel Rodríguez Becerra, quien consultado por EL COLOMBIANO afirmó que aun si se cumplieran con estricto rigor las metas establecidas en el Acuerdo de París, “aún estaríamos lejos de no sobrepasar el límite de 1,5 grados de temperatura promedio en la superficie de la tierra”.
Citando un estudio liderado por Robert Watson, expresidente del Panel Intergubernamental de Cambio Climático, el experto advierte que “por lo menos se tendrían que duplicar las metas que se establecieron en París. Es un ajuste bastante fuerte y la cuestión está principalmente en manos de los grandes emisores de carbono, China, Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia e India. Entre ellos suman más del 50 % y tienen que liderar ellos la búsqueda de soluciones”.
Pero no ha ocurrido así. Dentro de uno de los debates preliminares, ni India ni China ni Rusia apoyaron la moción de hacer una primera revisión de metas de recorte de emisiones de CO2 en 2020.
En ese sentido, el magíster en Ambiente, Carlos Augusto Giraldo, explica que lo que está en juego con la postergada declaración final de la COP25 es “una especie de ‘guerra fría’ transformada. Un conflicto de potencias capitalistas que atraviesan una crisis y dicha crisis se refleja en los problemas ambientales. Los países que ellos han nombrado como subdesarrollados son, irónicamente, los que potencialmente pueden salvar el planeta, porque ahí están las grandes reservas de biodiversidad y emisión de oxígeno”.
En ese sentido, “cualquier decisión que se tome en la cumbre debe ser leída en perspectiva económica. Y por eso es cada vez menos sencillo llegar a consensos” .