La esquiva paz entre Rusia y Ucrania pasa por una prueba de fuego. Desde este fin de semana comenzó a regir un acuerdo para el cese a ataques en el Mar Negro, con el fin de que fragatas rusas dejen pasar a barcos ucranianos que intentarán sacar 22 millones de toneladas de grano atascadas por los bombardeos, francotiradores y minas.
Y aunque este sábado la ciudad de Odesa despertó en medio de misiles rusos que cayeron en su puerto comercial, si el acuerdo llega a buen término, se apaciguarán los temores de una escasez de alimentos global –que se sentiría más en África y Europa– como coletazo del conflicto en el este europeo.
No obstante, las embarcaciones tendrán que salir a contra tiempo porque solo les darán 120 días para despejar las bodegas abarrotadas de comida, pese a que el pacto se haya roto con el bombardeo a Odesa.
De hecho, aun con ese escenario, hay otro interrogante en el limbo, porque Rusia habría estado saqueando cosechas de zonas que ocuparon sus tropas con la invasión. El mismo Kremlin confirmó que desde el puerto de Berdyansk zarpó un barco con 7.000 toneladas de cereales cultivados por ucranianos, pero que ahora están en manos rusas.
Esa comunicación del régimen de Vladimir Putin llegó hace una semana y resultó ser la confirmación de un secreto a voces que se murmuró desde el inicio de la incursión militar el pasado 24 de febrero. Además de esa disputa ideológica contra Occidente, las fricciones con la OTAN y las asperezas por las intenciones de Volodimir Zelenski de sumarse a esa Alianza y a la Unión Europea, la comida es otro ingrediente del cóctel de estos 155 días de guerra.
Y es que Ucrania y Rusia han sido las despensas agrícolas de Europa. Del primero, 32 millones de hectáreas corresponden a tierras cultivables y las cifras del comercio internacional de alimentos dan cuenta de ello. Por ejemplo, los números de la FAO muestran que hasta antes de la guerra el 18% de las exportaciones de maíz en el mundo provenían de ese territorio, equivalentes a 14 millones de toneladas; el 10% de las de trigo –es decir unas 20 millones de toneladas– también salían de ese sector.
Las cuentas siguen si se tienen en cuenta los sembrados de girasol, un mercado que está abarcado en un 78% por las semillas que parten de Rusia y Ucrania, y que son la base para la generación de aceites. Es más: 50 países dependen de esas dos naciones para cubrir al menos el 30% de sus necesidades de importación de trigo, tal como lo dejó claro la FAO en un documento publicado en junio sobre los riesgos de una hambruna por la guerra.
La receta de la despensa agrícola ucraniana se completa con los cultivos de cebada, colza y soya que salen de allí, además de la producción de fertilizantes para el mercado global que compran desde los europeos como Alemania y Francia –donde ya hay protestas de agricultores– hasta latinoamericanos como Colombia.
Bloqueo en los mares
Pero la guerra hizo que buena parte de esos granos y de los químicos para que los cultivos echen raíces en otras partes del mundo se quedaran atascados cuando Rusia cercó las rutas del comercio de Ucrania.
Antes el país podía sacar sus productos por la ruta que conecta el Mar de Azov, el estrecho Kerch y el Mar Negro, pero con el despliegue de las tropas esos cruces quedaron bloqueados por las fragatas rusas, dejando solo la opción terrestre –por tren y camión a través de Polonia o Eslovaquia– y tres puertos cercanos a Rumania para sacar las cosechas.
Mientras la salida al comercio de Europa ha sido limitada, el terreno está abonado para que las cosechas lleguen a Rusia atravesando los territorios ocupados, como lo mostró una investigación de la BBC, que mediante imágenes satelitales y el contacto con 200 granjeros ucranianos decantó que los granos cosechados en Ucrania estaban siendo llevados por los soldados a Rusia a través del Donbás, la región por donde comenzó la invasión.
Precisamente, las tropas rusas se ubicaron, en parte, donde hay granjas. Fueron las regiones de Vinnitsa, Donetsk, Zaporiyia, Kirovogrado, Mikoláiv, Jersón y Járkov las que tuvieron la mitad de la producción de trigo de 2020 y de esa lista todas han sido bombardeadas u ocupadas.
Asimismo, las de Zhitómir, Kiev, Poltava, Sumi, Jmelnitski, Cherkasi y Cherníhiv fueron el epicentro del 70% de las cosechas de maíz y también están bajo asedio. El perímetro sobre las ciudades agrícolas se extiende a las más importantes del mercado de la semilla de girasol, desde donde antes de la guerra se despachó el 60% de esos granos, un catálogo en el que se repiten nombres de regiones agrícolas: Cherníhiv, Járkov, Sumi, Poltava, Mikoláiv, Lugansk, Kirovogrado, Zaporiyia, Dnipropetrovsk y Vinnitsa.
La cuestión del cerco ruso al mercado internacional de la comida va más allá de las cosechas y toca también el de los fertilizantes, en el que Ucrania es líder global.
El insumo básico para producirlos es el gas, un hidrocarburo cuya cotización en las bolsas subió desde febrero hasta llegar a un pico máximo en junio y que no ha regresado a sus niveles promedio. Inclusive, en estos 155 días de guerra también se habló de que Rusia podría cortarle el suministro de gas a Europa y, con esto, bloquear el picaporte de otra puerta geopolítica: la del suministro de energía a nivel global