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Así fue el #23Feb, cuando la fe venezolana fue bloqueada en la frontera

Crónica de cómo se vivió el 23 de febrero, día clave para el paso de ayuda humanitaria por los puentes internacionales. La región permanece en zozobra.

  • Así fue el #23Feb, cuando la fe venezolana fue bloqueada en la frontera
  • Así fue el #23Feb, cuando la fe venezolana fue bloqueada en la frontera
  • Así fue el #23Feb, cuando la fe venezolana fue bloqueada en la frontera
  • FOTO MANUEL SALDARRIAGA | Enviado especial
    FOTO MANUEL SALDARRIAGA | Enviado especial
  • Uno de los camiones incendiados con ayuda este sábado. FOTO MANUEL SALDARRIAGA | Enviado especial
    Uno de los camiones incendiados con ayuda este sábado. FOTO MANUEL SALDARRIAGA | Enviado especial
  • Guaidó se transporta en el camión que lidera la caravana de ayuda. FOTO REUTERS
    Guaidó se transporta en el camión que lidera la caravana de ayuda. FOTO REUTERS
<p>La fe venezolana fue bloqueada </p><p>en la frontera</p>
24 de febrero de 2019
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Si no fuera por los coches de bebé y los ancianos acostados en la tierra, parecería que los venezolanos se preparan para una guerra. Quienes pasaron la noche del viernes del lado colombiano de la frontera, a la espera de ingresar este sábado con la ayuda humanitaria, se desperezan a las siete de la mañana en un campamento improvisado cerca del puente internacional Tienditas, seguros de haber despertado en un día histórico.

Con rigor militar, los hombres más jóvenes se enfilan para recibir unas boinas azules que hacen las veces de uniforme y juran a gritos que no retrocederán. Entretanto, desde la tarima un hombre disfrazado de Simón Bolívar es aplaudido por los niños y recita: “El que lo abandona todo para servir a su país, no pierde nada. Ánimo, hoy es el día”.

Esa consigna se repite durante toda la jornada, aunque no queda claro su alcance. Para algunos es el día en que entrarán a Venezuela los medicamentos y las provisiones solicitadas por el líder de la oposición Juan Guaidó, reconocido como presidente de Venezuela por más de 50 países y quien en la noche del viernes cruzó hacia el lado de Colombia para coordinar la operación. Para otros es más que eso, es el día en que Nicolás Maduro saldrá del poder.

José Torres y su esposa Nedis Quero recorrieron 14 horas en bus desde el estado Falcón para ser protagonistas de ese momento. “Nos vamos para la batalla”, explica José. Luego, mira a su mujer, quien sostiene un bebé, su hijo Ábsalom, y agrega: “Él también va a luchar”.

Hoy es el día

El secretismo de los líderes de la oposición que coordinan la entrada de ayuda humanitaria también es propio de una operación militar. Aunque los víveres están almacenados en el puente Tienditas, el más cercano al campamento, los venezolanos discuten por cuál entrarán finalmente, y mencionan las opciones del Francisco de Paula Santander y el Simón Bolívar. “Debemos esperar lo que nos digan, solo somos soldados”, afirma uno, cerrando la discusión.

A las 8:30 de la mañana, llega el diputado Ismael García y, sin ahondar en detalles, da una instrucción: “¡Hacia el puente Tienditas, vamos a entrar a Venezuela!”. Mientras la mayoría de la multitud emprende una carrera de medio kilómetro hacia el paso fronterizo entre proclamas de libertad, un joven repite: “Ismael, dános fusiles”.

Pero cuando llega a la entrada del puente, la caravana es detenida por la Policía de Colombia. En un momento de confusión, García le dice a otro opositor: “Si retrocedemos esta gente se dispersa”.

Tras varias deliberaciones se dirige a la muchedumbre: “Vamos a esperar a nuestro presidente Juan Guaidó. Les pedimos algo de paciencia. Hemos esperado 20 años, aguantemos unas horas más”.

Mientras pasa el tiempo, a los voluntarios les llegan ecos de lo que sucede en otros puentes. En el Simón Bolívar, dos miembros de la Guardia Bolivariana desertaron y están en territorio de Colombia para apoyar el ingreso de ayudas. Cada noticia parece confirmar lo que todos creen saber: hoy es el día. “Más tarde almorzamos en Venezuela”, dice una mujer convencida.

Minutos después, aparece Guaidó en medio de una caravana de carros polarizados para su encuentro con el presidente Iván Duque. La mayoría aplaude y dice consignas, algunos pocos lloran. “Que Dios lo proteja”, afirma una mujer. Otra, a su lado, le contesta: “Sí, y que nos proteja a nosotros”.

El día que no fue

“¿Y qué vamos a hacer cuando estemos en el puente y nos dispare la Guardia”, pregunta alguien cerca del mediodía, mientras avanza hacia el puente Tienditas. “No van a disparar”, le contesta otro.

Algunos comienzan a improvisar carpas con sábanas para resguardarse del sol cuando el plan se pone en marcha. Primero se escuchan las bocinas. Luego, ocho camiones con ayudas aparecen y se ubican al lado de la hilera humana.

“Estos van a salir por otros puentes”, explica García. En menos de un minuto, una estampida de personas se abalanza sobre ellos. Muchos sostienen flores blancas, repartidas por los organizadores como símbolo de su intención de paz.

Una vez logran subir a los vehículos, las flores se convierten en una lluvia de pétalos blancos que los voluntarios arrojan sonrientes mientras parten a ser parte de la historia.

Nadie duda que va a cruzar cuando llega al puente Francisco de Paula Santander. Abajo, arrojados al río Táchira por otros manifestantes, yacen las barricadas y los barriles tricolores con siete estrellas que el gobierno de Maduro había puesto el viernes para impedir el paso.

FOTO MANUEL SALDARRIAGA | Enviado especial
FOTO MANUEL SALDARRIAGA | Enviado especial

Cuando del lado colombiano comienzan a ahogarse los gritos de “sí se puede” y los cuatro camiones se alejan hacia el lado venezolano del puente, suena el primer disparo.

El gas lacrimógeno hace de telón de fondo de una euforia convertida en pánico. Hombres, mujeres y niños saltan de los vehículos y corren de vuelta. Los perdigones alcanzan a algunos. Otros, aunque ilesos, se desmayan allí.

Para cuando la lucha da tregua, la comida y las medicinas arden dentro de dos de los camiones que lograron cruzar, incendiados por la Faes (Fuerza de Acción Especial de la Policía Nacional Bolivariana) .

Solo en ese momento los manifestantes que quedaron a salvo al lado colombiano descubren que estuvieron viviendo el día equivocado. Se prepararon para una fiesta, para una fecha histórica, cuando en realidad marchaban hacia a la guerra.

El Francisco de Paula no fue el único lugar que sintió la mano dura de Maduro.

El puente en llamas

El sonido de las bombas lacrimógenas se escucha a lado y lado del puente internacional Simón Bolívar. Al inicio de la plataforma, en esa línea imaginaria donde los límites se dispersan y solo un paso hace la diferencia para estar pisando territorio de un país u otro, la Guardia Nacional Bolivariana espera que la avalancha humana opositora llegue hasta su encuentro.

La algarabía retumba cuando un cordón humano encabezado por el diputado de la Asamblea Nacional, José Manuel Olivares, arriba junto a grupos de voluntarios. Caminan firmes rumbo al puente seguidos de unas 350 personas que se unieron a la primera avanzada que había logrado entrar a la línea limítrofe venezolana.

“Les pido que no formen parte de la historia negra de este país, nuestra decisión de continuar es determinante. Cuando lleguen los camiones vamos a marchar, solo les pido que piensen en sus familias y en las millones de personas que sufren y mueren por falta de medicinas”, grita a los policías venezolanos.

Ellos no dieron un paso. Pero el pueblo sí. El primer camión se mueve protegido por una cadena humana. Mano a mano, los manifestantes recorren los 315 metros del puente. Corren, vociferan, lloran, pero no dan marcha atrás hasta que se encuentran con la Guardia Nacional, esa temida policía militar responsable de la represión de su país.

Solo tienen un segundo para reaccionar. Sin vacilar, aceleran su paso hasta su encuentro. Ellos responden con sus escudos, con más gases y lanza balines. La estrategia del pueblo: rodear el camión de personas para blindar la ayuda con la vida de los venezolanos y es que, ¿qué clase de Fuerza Armada atacaría a muerte a su pueblo?

La del régimen de Maduro lo ha hecho. Marcha tras marcha, en 2014, 2017 y 2019, pero este 23 de febrero tiene un elemento diferenciador: Venezuela está en el radar del mundo. Entonces, los incontables opositores se convierten en uno solo y agarrados de las manos intentan derrotar con su grito de libertad las barreras de la Guardia. Pero la represión del régimen impide su paso.

“Amigos ustedes tienen familia y ellos no están bien, por favor únanse a nosotros. Tienen la oportunidad de ser parte de la historia, únanse a los buenos, sus jefes andan en otras cosas”, dice un manifestante frente al piquete policial que no se inmutó ante sus ruegos. Y aunque al final de la jornada 23 uniformados se sublevaron al régimen y cruzaron la frontera, los que encabezaban el puente prefirieron su propio lado de la historia.

En la población contigua al puente internacional Simón Bolívar, San Antonio del Táchira, los gases lacrimógenos irrumpen en medio de la marcha pacífica y provocan una estampida, a través del puente hacia territorio colombiano, de civiles que buscan resguardarse del intenso humo.

Uno de los camiones incendiados con ayuda este sábado. FOTO MANUEL SALDARRIAGA | Enviado especial
Uno de los camiones incendiados con ayuda este sábado. FOTO MANUEL SALDARRIAGA | Enviado especial

La cadena humana es disuelta por antimotines de la Guardia Nacional, acompañados de grupos de civiles armados que amenazan a la población y a periodistas que se encuentran en las inmediaciones de la aduana de San Antonio.

El Simón Bolívar comienza a sufrir como el Francisco de Paula Santander. A 10 kilómetros de allí, el presidente interino espera el desenlace de la entrega de ayuda humanitaria.

Guaidó, fortalecido

El 23 de febrero tenía tres posibles desenlaces: que el cargamento entrara pacíficamente, que este se quedara varado en las fronteras o que las Fuerzas Armadas del Régimen actuaran contra los civiles que intentaban ingresar. En todas estas posibilidades, la imagen del presidente interino salía beneficiada como la del político que intentó llevar al país alimentos y medicamentos para atender la crisis humanitaria.

Y las tres, de cierta forma, ocurrieron: dos camiones que cruzaron terminaron en llamas, otros dos tuvieron que retroceder y las Fuerzas Armadas de Venezuela atacaron a la población civil. Al final, las fronteras militarizadas, los gases lacrimógenos, disparos y vehículos en llamas no dejaron llegar el cargamento. Si hubiera entrado pacíficamente, este habría sido el primer acto de gobierno de Guaidó porque, durante este mes como encargado del país, solo tomó decisiones por fuera, como nombrar embajadores en los estados que lo apoyan.

No se trataba, claro está, de una ayuda humanitaria que alcanzara para toda la población y menos, una que resolviera la crisis del país, pero sí de una con un significado político que hiciera parte de la estrategia de la oposición para acabar con el juego político del gobierno de Maduro, que se ha dedicado a repartir mercados entre sus simpatizantes, aquellos que tienen el carné de la patria o que asisten a sus eventos.

Guaidó se transporta en el camión que lidera la caravana de ayuda. FOTO REUTERS
Guaidó se transporta en el camión que lidera la caravana de ayuda. FOTO REUTERS

Desde el viernes, las apariciones de Guaidó en la frontera dejaron ver su estrategia: mover las emociones del pueblo y lograr alegorías a su paso.

Para Félix Seijas, profesor de la Universidad Central de Venezuela, los hechos de los dos últimos días estuvieron cargados de simbolismo.

“Guaidó tiene prohibición de abandonar el país, llegó a Colombia y comandó la salida de los camiones. Dejó un mensaje claro: hay militares que lo apoyan de alguna manera. La gran intriga es saber si regresará al país y qué pasará si lo hace”.

Además, Maduro sumó un presunto crimen más. Para la organización Control Ciudadano, “destruir la ayuda humanitaria es un grave crimen internacional”.

Escenario político incierto

Mientras la frontera ardía, en Caracas simpatizantes de la oposición marcharon por la avenida La Carlota para pedir que Nicolás Maduro dejara entrar las ayudas humanitarias.

El régimen respondió con una contramarcha por la “defensa de la revolución”, que pasó por la avenida Urdaneta y finalizó en un acto con presencia del mandatario, quien en los últimos días de la semana mermó sus apariciones públicas.

Antes de su discurso, un video con imágenes de Hugo Chávez. Después, una retahíla de palabras y pullas contra Guaidó, Colombia, Estados Unidos y Donald Trump, que duraron más de una hora. “He decidido romper todas las relaciones políticas y diplomáticas con el gobierno fascista de Colombia y todos sus embajadores y cónsules deben salir en 24 horas de Venezuela”, afirmó el mandatario.

Su anuncio deja en un limbo a la población que está en el país, que según nuestros consulados alcanza los 3,4 millones de personas y depende de estas oficinas. Un ejemplo de esto son los 59 colombianos presos en la comisaría de La Yaguara desde hace cerca dos años y cinco meses, quienes ya no tendrán un representante de su gobierno que abogue por ellos.

“Tendríamos que plantear que un tercer país asuma toda nuestra labor consular, la cual ya es bastante grande. Pocos países tendrían la capacidad de hacerlo porque somos una de las presencias más importantes en territorio venezolano”, indicó Ronal Rodríguez, investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario.

En paralelo, la televisión estatal mostró imágenes de una multitud, que según el gobierno bolivariano, asistía a la concentración, pero las marchas opositoras doblaron la cantidad de personas.

El 23 de febrero no solo era el día que había dado Juan Guaidó como plazo límite para el ingreso de la ayuda humanitaria a Venezuela. En esta fecha también se cumplía un mes desde que se juramentó como presidente interino ante la Asamblea Nacional y el pueblo y, según el artículo 33 de la Constitución, debía convocar a elecciones a más tardar en esta fecha.

Entonces, Maduro aprovechó para cuestionar su rol como presidente interino por no haber cumplido con el lapso que le da la carta magna. Sin embargo, el abogado constitucionalista Juan Manuel Rafalli indica que “unos comicios llevarán varios meses porque el país aún no está listo”.

La esperanza

Dos Estados más vivieron la tensión del 23 de febrero. Brasil, que prestó su frontera para el paso de camiones, también fue escenario de disturbios. Allí, según informó el mandatario interino, logró ingresar uno de los camiones. Entre tanto, la embarcación que zarpó desde Puerto Rico con más ayuda humanitaria no logró tocar tierra venezolana.

Allí quedó la esperanza de la ayuda humanitaria. Para los venezolanos, este domingo es un día más en la lucha. Alentandos por el cantante de música urbana “Nacho”, el venezolano que viajó hasta Cúcuta para participar del operativo de entrega, algunos manifestantes aceptaron poner una pausa a sus reclamos. La meta: continuar la batalla durante la semana.

Además, Guaidó dejó ver que sí cuenta con un respaldo militar. A aquellos que se sublevaron, Colombia los acogió y les dará refugio. Sin embargo, para algunos fue un día gris. El canciller Carlos Holmes Trujillo informó que 285 personas resultaron heridas.

Y al final de la tarde los militares colombianos, armados, inundaron la frontera para tratar de restaurar el orden público.

La noche en Cúcuta es solo un trámite. Mientras en los puentes sigue la confrontación entre los manifestantes, que intentaron ingresar alimentos y medicamentos, y la policía venezolana, en las calles de la capital de Norte de Santander la gente solo especula sobre lo que pasará mañana. El día histórico no fue tal y termina con la pregunta que los venezolanos se vienen formulando desde hace años: “Si tampoco fue hoy, ¿entonces cuándo?”.

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