Las redes sociales son estructuras de relacionamiento de personas y organizaciones, lo cual hace que sus posibilidades sean infinitas y complejas. En los inicios de internet no existía una real interacción, pero cuando surge la oportunidad de conversar nace lo que se llama la web 2.0 que crea, entre otros, la política 2.0.
El brexit en Inglaterra, la presunta influencia de Rusia y Facebook en las últimas elecciones presidenciales de Estados Unidos y el plebiscito colombiano han sido casos de estudio mundiales sobre las ventajas y debilidades de las redes sociales. La carrera por la Presidencia de Colombia trae muchas actividades en estas autopistas digitales que con frecuencia atropellan al ciudadano que no es consciente de su participación protagónica. Es importante detenerse a mirar roles y responsabilidades dentro de este cosmos digital.
La responsabilidad de quien consume. Los individuos tienen libertad de elegir de qué fuentes se informan y nutren intelectualmente, el nivel de sus elecciones será inspirado por la autoexigencia y desarrollará su cultura, conocimiento y criterio de manera proporcional. El rigor del intelectual serio y del académico los obliga permanentemente a dar crédito y mencionar autores y fuentes específicas, es por eso que cuando alguien afirma como real algo que vio “en las redes” sin adjudicar ni conocer su origen, evidencia un grado de ligereza e irresponsabilidad por decir lo menos.
La responsabilidad de quien interactúa. El ambiente de las redes invita a relacionarse en distintos niveles: marcar lo que alguien hizo con una emoción (“me gusta” por ejemplo); comentar para aprobar, enriquecer o debatir la publicación (“post”) de otro; compartir con conexiones, etc. Esta dinámica es pública y queda en la huella digital que cada individuo va construyendo en la red durante su vida, de tal manera que, si no quiere verse en el futuro como alguien que desconoce y le avergüenza, debe regirse por los mismos modales de comportamiento de su vida real.
La responsabilidad de quien conversa. Aunque el mundo está tarde en legislar el escenario digital, y Colombia está especialmente rezagada, los deberes y derechos de expresar una opinión no deben ser de soporte, aquellas leyes que han regido la libertad de expresión requieren aplicarse a los diálogos y publicaciones digitales también. Ya se ven por fin los primeros casos en el país dejando precedentes jurídicos en este aspecto.
La responsabilidad de los candidatos. Estos tienen estrategias digitales de todo tipo, algunos las usan para informar sus propuestas, otros para conectar, interactuar y conversar con la comunidad, hay quienes las emplean incluso para polemizar con el fin de conseguir publicidad gratuita al estar en boca de todos. Pero ante una coyuntura que incluye algoritmos emocionales y no neutrales, pago por divulgaciones segmentadas, noticias falsas, pago de influenciadores, compra de seguidores, etc., la sociedad y el Gobierno deberían exigirle a estos transparencia sobre sus manejos, como se ha hecho con la publicidad en medios de trayectoria.
A manera de ilustración, EL COLOMBIANO mostró el pasado 5 de febrero datos de LOOR y Adalid haciendo un retrato acerca de cuántos seguidores reales vs falsos tenían los candidatos en Twitter durante un periodo específico de tiempo. Así se veían en ese momento los seguidores reales de los cinco aspirantes a la Presidencia que puntean según la Gran Encuesta de Medios: Humberto de la Calle 98 %, Iván Duque 84 %, Sergio Fajardo 65 %, Germán Vargas 62 % y Gustavo Petro 60 %.
Las redes sociales son un magnífico avance en la transformación digital contemporánea, el debate no está en la herramienta, sino en la ética de quienes la proveen, controlan y usan. Es aquí donde el comportamiento de la sociedad debería elevar el debate y el Gobierno garantizar el buen uso.