SSi alguna institución se ha ganado un espacio por sus realizaciones entre los colombianos es la Cruz Roja Nacional, institución que celebra 100 años en una labor basada en los principios de humanidad, neutralidad e imparcialidad, para socorrer a las víctimas de las desgracias naturales o provocadas por el hombre.
Su primer papel como protagonista humanitario lo realizó antes de su nacimiento, en 1900, cuando un grupo de médicos, liderados por el doctor Putnam, y con la única protección de las insignias de la Cruz Roja Internacional, de la que deriva su origen, se movieron entre las balas cruzadas de la batalla de Palonegro, en la Guerra de los Mil Días, para asistir a los cientos de heridos que quedaban a lo largo de los campos de guerra, sin importar su filiación política.
Este hecho fue la base para su creación en Bogotá en 1915.
Desde su nacimiento no ha dejado de crecer. Hoy cuenta con 32 seccionales en más de 200 sedes en todo el país. Su grupo humano está conformado por 23.000 voluntarios activos, 9.492 de apoyo, 6.342 voluntarios infantiles, 5.964 socorristas, 1.492 damas grises y 572 voluntarios directivos.
El año pasado 706.100 personas fueron beneficiadas directamente por su acción humanitaria.
Su papel ha sido de protagonista en todos los hechos que han marcado la historia del país, para bien o para mal; en tiempos de paz o de guerra; en momentos de gloria o de tragedias naturales.
El compromiso por la defensa de los principios de la institución de todos los que la conforman, entregándolo todo, sin esperar nada a cambio, ha llevado a que nadie le pida cuentas a la Cruz Roja Nacional, porque todo lo ha hecho bien.
La suya es un siglo de historias sucesivas, cuál de todas más valiosa. Enumerarlas una a una es tarea imposible en este espacio.
A grandes saltos vale la pena rendirle honor por su entrega para atender a las víctimas del incendio de Manizales, en 1925; a los heridos de ambos bandos en la guerra contra el Perú, en 1932; a los cientos de heridos y víctimas del Bogotazo, 9 de abril de 1948, y a los del horror que le siguió en la violencia política liberal-conservadora; a su papel como intermediario neutral y garante de los acuerdos durante y para poner fin a la toma de la Embajada de República Dominicana por parte del M19, a través del CICR.
Al lado del CICR ha acompañado a las víctimas del conflicto armado actual, la guerra del narcoterrorismo y ha sido puente para mediar entre el Gobierno Nacional y los grupos armados para disminuir el sufrimiento de la población civil y proponer formas civilizadas de resolver las crisis.
Su gran experiencia y credibilidad entre todos los sectores políticos, sociales y económicos del país, e incluso entre quienes están en armas contra el Estado, ahora le pone nuevos retos a la Cruz Roja Colombiana y al CICR, a fin de que sean soportes en el posacuerdo, como lo considera la institución, o posconflicto, como lo denomina el gobierno.
No obstante todo lo realizado y por su gran experiencia en el manejo de temas humanitarios, medioambientales, culturales y sociales, sus cien años seguramente son el comienzo de su nueva gran tarea en un país que como Colombia siempre aparecerá cargado de problemas y, sobre todo, necesitando instituciones transparentes que le permitan salir adelante .
