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Indemnización da esperanza a joven de Medellín que fue arrollado por un tren cuando era niño

El Consejo de Estado ordenó que Coonaltef los debe reparar a él y su familia por daños a la salud, lucro cesante, daño emergente y perjuicios morales. Su sueño es montar un negocio para salir adelante.

  • Kevin Daniel Saldarriaga se mueve sobre sus muñones por el sector de Niquía, en Bello. Hoy, con 24 años, dice que el nuevo motor que le da ánimo es su sobrino de 18 meses. FOTOS Julio César Herrera
    Kevin Daniel Saldarriaga se mueve sobre sus muñones por el sector de Niquía, en Bello. Hoy, con 24 años, dice que el nuevo motor que le da ánimo es su sobrino de 18 meses. FOTOS Julio César Herrera
  • El fallo del Consejo de Estado ordena que lo indemnicen a él y a su familia por el daño sufrido. Considfera que es una gran posibilidad de que las cosas mejoren. FOTO Julio César Herrera
    El fallo del Consejo de Estado ordena que lo indemnicen a él y a su familia por el daño sufrido. Considfera que es una gran posibilidad de que las cosas mejoren. FOTO Julio César Herrera
10 de mayo de 2024
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Kevin Daniel Saldarriaga lleva tres lustros tratando de recomponer su vida, desde que quedó debajo de un tren y los rodamientos le cercenaron las dos piernas y la mano izquierda. El incidente, como es obvio, le segó también su sueño de ser futbolista.

Ahora dice que el fallo del Consejo de Estado que ordena que lo indemnicen a él y a su familia por el daño sufrido es una gran posibilidad de que las cosas mejoren.

La historia de Kevin fue noticia en enero de 2009. El día 5 de ese mes, en las postrimerías de las festividades de Navidad y Año Nuevo, él era parte de un paseo en tren para ver los alumbrados, al que invitaron a 400 niños y 200 adultos del sector Acevedo, en el norte de Medellín.

Pero la alegría no duró mucho para el pequeño de 9 años. En una parada en el sector de El Lavadero, con el fin de dejar a los niños que habitaban allí, el pequeño Kevin al parecer pensó que era también su punto de llegada y bajó del vehículo férreo. Nadie se dio cuenta y tan pronto él vio que los vagones reiniciaban su movimiento sin que sus vecinitos se apearan, trató de abordar de nuevo, con tan mala suerte que se resbaló y los rodamientos dieron cuenta implacable en su cuerpo.

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Mónica Patricia Leguizamón, una habitante del área y quien no se montó en el paseo porque estaba enferma, fue testigo de lo sucedido y le brindó auxilio. Contó en el proceso legal que estaba acostada cuando su compañera de casa escuchó el bullicio del paseo y le dijo que salieran a ver; ella aceptó porque entre los pasajeros iban sus sobrinos.

“Al frente de mi casa nosotros oímos un ruido muy horrible y sentimos que cayó algo del tren, pero no nos imaginamos que era un niño. Cuando ya el tren dejó de pasar, el niño estaba ahí tirado en el piso y decía ‘ayúdeme, necesito ayuda’, pero nosotros no le veíamos nada porque eso era como una montañita y él quedó recostado a una barranca; cuando se fue a poner de pie nos dimos cuenta que ya no tenía los pies, yo me tiré desde el balcón de mi casa (...) El tren tampoco se dio cuenta de que lo había atropellado. Yo lo cogí y salimos a la autopista a coger un taxi para llevarlo al hospital; él cerraba los ojos y decía que no lo dejara morir. Cuando llegamos a la Unidad Intermedia de Castilla, dijo que no le fuéramos a botar los zapatos, que se los había traído el Niño Jesús, que se los guardáramos, que él jugaba fútbol”.

El fallo del Consejo de Estado ordena que lo indemnicen a él y a su familia por el daño sufrido. Considfera que es una gran posibilidad de que las cosas mejoren. FOTO Julio César Herrera
El fallo del Consejo de Estado ordena que lo indemnicen a él y a su familia por el daño sufrido. Considfera que es una gran posibilidad de que las cosas mejoren. FOTO Julio César Herrera

Ese drama movilizó a la ciudad, que se conmovió por la connotación humana que revestía, agravado aún más porque la familia habitaba en el sector de La Paralela, en un rancho que ni baldosa tenía. Ello llevó a que se hiciera una especie de ‘teletón’ y aparecieron benefactores que les dieron una vivienda de cuatro alcobas, completamente amoblada, en Niquía, con todo y licuadora, camas bien vestidas, cobijas, ollas y una nevera bien surtida.

Eso hizo más llevaderos los seis meses que el pequeño pasó hospitalizado mientras sanaba sus heridas y se acostumbraba a que ya no iba a ser un niño como los demás, y que no iba a poder jugar, como lo hacía siempre en el barrio, ni mucho menos ser futbolista cuando estuviera grande, como quería.

Una fundación le facilitó las terapias y le dio las primeras prótesis, además de que un alma caritativa le costeó una enfermera y le daba a la mamá, Alba Nora Vélez, una mensualidad para que a él no le faltara nada. Sin embargo, la vida siguió transcurriendo y la solidaridad diluyó a medida que los reflectores de los medios de comunicación adoptaban otro foco.

La situación se empezó a poner a cuadritos porque la señora tuvo que abandonar el trabajo en una fábrica de bluyines para dedicarse a cuidar a su hijo, al que también le extirparon un riñón por los daños que sufrió con el accidente.

Si bien tienen un techo, les toca subsistir con uno que otro día de trabajo que ella y su hija –un año mayor que Kevin– consiguen limpiando casas. Por eso mismo, según asegura la señora Vélez, no pudieron continuar con la rehabilitación del muchacho, debido a que un transporte para llevarlo hasta la fundación que lo atendía, en Caldas, al otro extremo del Valle de Aburrá, resulta imposible de pagar.

Y aunque un benefactor de siempre le paga la EPS tampoco han podido gestionar una nueva prótesis que requiere porque la primera se le quedó chica a medida que fue creciendo y no tendrían con qué cubrir la parte del costo que les toca a ellos.

El drama adicional es que a medida que todo el cuerpo crece también lo hacen los huesos, que se han salido por los muñones, generándole heridas; el remedio fue una operación para cortárselos a los 18 años, pero no han podido hacerle una nueva que debían practicarle, con el mismo fin, cuando cumpliera los 21 años y dejara de estirarse. El problema, dice doña Alba, es el mismo: la falta de plata.

Kevin aprendió a caminar por el barrio arrodillado, protegiéndose con un par de medias, y ha tratado de hacer una vida normal dentro de las posibilidades que su condición le ha permitido. Hasta novia ha tenido.

Aún así, muchas veces lo invaden el mal genio y la depresión por no poder hacer lo que otros chicos de su edad y por la impotencia de no tener cómo colaborar con la mamá. Desertó del colegio en noveno grado, fastidiado de las burlas de sus compañeros. “Me comenzaron a hacer mucho bullying, por eso me salí”, cuenta.

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Desde entonces se la pasa en la casa viendo televisión o se reúne con amigos y si alguien le ofrece lavar una moto o un carro, él se le apunta.

Ahora se despertó en él un nuevo entusiasmo, tras conocer la reciente sentencia del Consejo de Estado que obliga a la Cooperativa Nacional de Técnicos Ferroviarios (Coonaltef) –que operaba los vagones comprometidos en el incidente trágico– a indemnizarlo a él y a su familia, al considerar que fue responsable hace 15 años de los daños a la salud, lucro cesante, daño emergente y perjuicios morales.

“Esta es una puerta que me abrió mi Dios, la intención es montar mi propio negocio, por ejemplo, tener un supermercado”, dice Kevin. Cuenta también que tiene un nuevo motor: el sobrino que nació hace cerca de 18 meses, hijo de la hermana que es un año menor que él.

El argumento del Consejo de Estado

En una primera instancia, el Tribunal Administrativo de Antioquia “compró” el argumento de Coonaltef, de que la responsabilidad del accidente en enero de 2009 era de la víctima, pero en su sentencia del pasado 12 de abril, que apenas fue notificada esta semana, el Consejo de Estado consideró lo contrario y hace responsable a la entidad que organizó el recorrido en tren.

“El fundamento de la decisión es por la falta de debida vigilancia y custodia del menor en el paseo navideño, el cual era organizado por esta entidad; los trenes eran manipulados por ellos y la custodia y el cuidado de los niños obviamente eran su obligación”, explicó el abogado Javier Villegas Posada, quien llevó el caso.

El fallo manda indemnizar a Kevin, a su madre, su hermana y a cinco miembros más de la familia. El problema es que la cooperativa está en liquidación y ello demoraría el pago.

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