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Así fue la aventura de expedición al páramo del Paramillo

Fernando Alzate Guarín y sus colegas relatan lo que vivieron en su expedición al área del páramo del Parque Natural Paramillo.

  • Fernando Alzate Guarin y su equipo logró subir y bajar del páramo del Paramillo, abriendo una senda de investigacion que esperan continuar en próximas semanas. Foto: Cortesía.
    Fernando Alzate Guarin y su equipo logró subir y bajar del páramo del Paramillo, abriendo una senda de investigacion que esperan continuar en próximas semanas. Foto: Cortesía.
  • En el herbario de la Universidad de Antioquia, Ferrando Alzate reúne las muestras de otras expediciones a otros páramos de Antioquia. Foto: Julio Herrera.
    En el herbario de la Universidad de Antioquia, Ferrando Alzate reúne las muestras de otras expediciones a otros páramos de Antioquia. Foto: Julio Herrera.
  • La estampa del páramo del Paramillo. Foto: Cortesía.
    La estampa del páramo del Paramillo. Foto: Cortesía.
  • Fernando, Juan Manuel y sus dos estudiantes, en el páramo del Paramillo. Foto: Cortesía.
    Fernando, Juan Manuel y sus dos estudiantes, en el páramo del Paramillo. Foto: Cortesía.
El páramo del Paramillo se deja descubrir
15 de febrero de 2021
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A 3.500 metros (m) de altura, el cielo se abrió. Las ramas y hojas que lo filtraban desaparecieron casi de forma instantánea, como en un vórtice a otro mundo. No más árboles de gran altura, de esos imponentes de los que se cuelgan las mismas nubes. Allí todo es achaparrado, con temor a separarse mucho del suelo, sometido a la fuerza del viento. No cabe duda en el encuentro con un páramo. Su existencia, limitada al extremo del frío y de la altura, engulló a Fernando Alzate Guarín y a su equipo a las 9:00 de la mañana del martes 2 de febrero. Estaban en el Paramillo.

“Ya en un ánimo de celebración, de por fin estamos acá”, recuerda que sintió. Le dolían las piernas, tras 9 horas de caminata por potreros, trochas y bosques. “El ascenso es duro, con pendientes muy pronunciadas”, elige decir, ubicando en un mapa mental las zonas que más le exigieron: esa que separa a los Llanos, la vereda a media hora de Peque, de donde partió su expedición el lunes 1 de febrero, de la “casa” abandonada de latas de zinc y paja en la que durmió esa primera noche, tras 4 horas de recorrido. “Un hogar de murciélagos y ratas”.

Una transición de 1.600 a 2.600 metros de altura. “Al día siguiente (martes) nos levantamos antes de las 4:00 a.m. y continuamos”. Sin luz natural, “escalaron” guiados por la bombilla artificial que cargaban sus cascos. Una lluvia había mojado el camino hacia el páramo. “Empieza un potrero no muy largo pero excesivamente empinado”, que atravesaron en zic zac, burlando la dificultad. La llegada a la zona boscosa asentó un paso más seguro. Troncos y ramas de las que ayudarse y raíces en las que apoyarse. Trochas del Parque Natural Nacional (PNN) Paramillo, recorridas durante décadas por hombres y mujeres uniformados, de un bando o de otro.

Zona roja

De esos tiempos quedan miedos latentes. “En este momento hay cierta tranquilidad, ha mejorado mucho la situación”, explica Antonio Martínez, jefe del PPN Paramillo. El acuerdo de paz alcanzado entre el Estado colombiano y las Farc en 2016 representó un antes y un después para esta zona.

En el herbario de la Universidad de Antioquia, Ferrando Alzate reúne las muestras de otras expediciones a otros páramos de Antioquia. Foto: Julio Herrera.
En el herbario de la Universidad de Antioquia, Ferrando Alzate reúne las muestras de otras expediciones a otros páramos de Antioquia. Foto: Julio Herrera.

“Antes de eso, en pleno auge del conflicto, logramos meter en zonas bajas una excursión científica. Toda una odisea. En un área de menos de 10 hectáreas que monitoreamos registramos más de mil especies”, explica para ilustrar el potencial de lo que queda por hacer. Son más de 500 mil hectáreas, el 4 % del territorio colombiano.

Al compararse con el tamaño total del parque, el área de páramos del Paramillo es relativamente pequeña: se trata de unas 7 mil ha, ubicadas la mayoría en territorio antioqueño. “A pesar de que son poco en tamaño, están catalogadas como zona intangible, es decir, muy delicada. No conocemos mucho de ellas”, dice Martínez. La investigación, suspendida durante años por la guerra, tiene ahora un camino más despejado, aunque no libre. “Tampoco podemos decir que el conflicto haya cesado completamente”.

Caminar en el Paramillo a su suerte sigue siendo tentar a la historia. Más de 60 años de conflicto dejaron en suspenso minas en zonas del territorio. “Esa es nuestra mayor preocupación hoy”, resalta Martínez. De osados menos experimentados que Fernando quedan historias de pisadas que terminaron en tragedia. “No pasamos ningún susto”, tranquiliza Alzate. Solo uno. El enmudecimiento general que describe cuando la zona del bosque terminó y el páramo del paramillo se descubrió ante él.

El último páramo

“La belleza es escandalosa”, atina a decir. Un paisaje ondulado que se derrama por el filo de las montañas, atento desde sus 3.800 m de altura a los Farallones de Citará; al Páramo de Frontino-Urrao y a las selvas chocoanas. Una panorámica de 360 grados que recorrieron, subiendo y bajando al ritmo del páramo, descubriendo en cada hondonada un mundillo único.

La diversidad es muy marcada. La parte más expuesta a los vientos es diferente de la que hay 5 o 20 metros enseguida en una pequeña depresión; o de la contigua, en una parte más seca, o de la siguiente, en una zona con algún nacimiento de agua”, describe Alzate. Un grupo de frailejones, los habitantes usuales de los páramos, que más asemejan una masa de agua concentrada, de años y años de lento y paciente crecimiento.

La estampa del páramo del Paramillo. Foto: Cortesía.
La estampa del páramo del Paramillo. Foto: Cortesía.

“En ellos advertí que hay incidencia de plagas. Eso se ha presentado en la mayoría de páramos del país porque han venido ascendiendo plagas de tierras un poquito más bajas que por temas de cambio climático ya sobreviven en estas alturas”, explica. En esta población ya algo alumbró su curiosidad: la convicción, que ahora tendrá que confirmar en futuros regresos, de que estuvo frente a una especie de la que no se conoce.

Tardaron otras cuatro horas en llegar a la base de Santa Bárbara, el pico más alto del páramo, donde durmieron su primera noche, entre los 3.750 y 3.800 m de altura. En la absoluta oscuridad, el oído de Juan Manuel Daza se agudizó. Colega de Fernando, ha trabajado junto a él en varias de sus expediciones. Mientras Alzate se concentra en la flora, Daza explora la fauna, en especial la herpetofauna, la rama que estudia a los anfibios y reptiles.

No es fácil. Yo no espero mucha cantidad, lo que busco es el endemismo y las especies que no conocemos”, explica. Necesita explorar el doble y hasta el triple de terreno de Fernando para aumentar su probabilidad de ver algo. La experiencia de más de 20 años ejerciendo lo han preparado para la frustración. “Mientras él (Alzate) puede llegar después de un recorrido de horas con decenas de muestras, si yo llego con una tuve un gran día”.

Por eso ha dejado el ver a la suerte y se ha concentrado en escuchar. ¿Cómo suena un páramo? “Esa es la pregunta clave que queremos contestar”. En Paramillo sonó al croar de una pequeña rana de color café que, en un golpe de suerte, logró divisar. “Me arriesgo a decir que es nueva, que no sabemos nada de ella”. Su trabajo ha consistido en escuchar. En 20 años ha dejado grabadoras automáticas en decenas de ecosistemas, con las que ha configurado un banco de más de 700.000 sonidos. Así suena el bosque tropical, el seco, el nublado.... ¿A qué suena un páramo?

Fernando, Juan Manuel y sus dos estudiantes, en el páramo del Paramillo. Foto: Cortesía.
Fernando, Juan Manuel y sus dos estudiantes, en el páramo del Paramillo. Foto: Cortesía.

Es muy prometedor lo que encontramos, hay un montón de cosas que habrá que mirar en detalle. Se necesita más apoyo para abarcarlo y será necesario regresar” sueña desde ya Alzate. Una emoción que comparte Antonio Martínez y la Alcaldía de Peque. Hay ya acercamientos para reuniones que permitan, a más tardar a inicios de marzo, sumar esfuerzos y realizar una nueva expedición, ahora sí, en conjunto. “El trabajo que se nos viene para los páramos va ser muy importante”, confirma el director del parque, antes de agregar, “falta mucho, muchísimo, pero es hora de pasar la página de la guerra. Tenemos que mirar el territorio con una mirada de futuro. Tenemos el reto de construir la paz”.

Se despidieron del páramo, al tercer día, con la promesa de volver. Dos días bordearon su inmensidad. “Es un paisaje surrealista”, intenta transmitir Fernando. Un par de lagunas y los restos de un helicóptero estrellado del que solo sobrevive una vieja silla que poco a poco comienza a tragarse la tierra. Fuente de agua y también de mitos, se dice que los locales drenaron hace muchos años otros cuerpos de agua en búsqueda de los supuestos tesoros que había en sus fondos.

Después de 10 años de intentarlo, Alzate y su equipo de colegas logró llegar al páramo del Paramillo. “Si me dicen vamos hoy, seguramente digo que están locos”, dice Fernando, “pero en un mes, estaremos de nuevo listos”. El último páramo por descubrir en Antioquia aguarda, aún, la oportunidad de revelar la riqueza que alberga. La travesía apenas comienza .

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