Para ilustrar la importancia de los arrecifes de coral en los ecosistemas marino costeros, Lizette Irene Quan Young, docente de Ecología de la facultad de Ciencias y Tecnología de la Universidad CES de Medellín, recuerda que: “Cubren el 1 % de la superficie de la Tierra, pero albergan el 25 % de las especies marinas del mundo”.
Además, aunque a simple vista estos animales con forma de roca y con el comportamiento de una planta, parecen ser solo parte del majestuoso paisaje que esconden las profundidades del océano, son los responsables de prevenir la erosión de las costas, proveen de alimento y protegen a las comunidades costeras de eventos climáticos que los pongan en riesgo.
Pese a ser tan relevantes, la ONU indica que el 70 % de los arrecifes de coral está amenazado, el 20 % de ellos ya está destruido sin esperanza de recuperación, el 24 % corre riesgo inminente de colapso y un 26 % más está en riesgo por amenazas a largo plazo generadas por la acción humana.
Ante el desolador panorama, Quan Young, en compañía de Daniel Velásquez González, estudiante de la maestría en Ciencias Biológicas del CES, adelantan una investigación que busca preservar este ecosistema en las costas colombianas.
La investigación, Arrecifes de dos zonas del Caribe colombiano: cobertura y reclutamiento coralino y su relación con variables ambientales, permitirá evaluar la cobertura, el reclutamiento coralino y conocer el estado de salud de los arrecifes, además de establecer si existe una asociación entre los ecosistemas de Isla Fuerte, en Bolívar; y Capurganá y Sapzurro en Chocó, los lugares donde se hará el trabajo de campo.
“Lo que queremos es evaluar el espacio que ocupan los corales en estas dos zonas y cómo está el fondo con respecto a otros grupos de organismos”, explica la docente.
Pero, además, el estudio se centrará en el reclutamiento de coral, que es el proceso mediante el cual las diminutas larvas de este animal se reproducen y se establecen como miembros de una comunidad de arrecifes.
Esto, detalla la docente, se lleva a cabo mediante dos formas de reproducción: asexual y sexual.
En la reproducción asexual, un organismo coralino se divide en fragmentos que permiten generar otras colonias sin intercambio genético, es decir, organismos “clones”.
La sexual, por su parte, es más compleja, pues realiza un proceso de fecundación (entre ovocito y espermatozoide) que forma un embrión o plánula y ambos tienen la capacidad de desarrollarse en la columna de agua y, dependiendo de la especie, pueden transportarse hasta 90 días por las corrientes marinas.
“Luego, unas señales químicas particulares del ambiente registran un determinado lugar como el adecuado para que esa larva, arrastrada por la corriente, se asiente. El organismo se va al fondo, se pega a algún sustrato, normalmente duro como una piedra de origen coralino o un alga y una vez se pega, empieza la metamorfosis para convertirse en un primer coral, que luego crece en tamaño y por todo este proceso se le considera un recluta”, señala Quan Young.